—Mañana trae al abogado, quiero cambiar mi testamento —dijo Armando con tono sombrío.Había decidido dejar toda su fortuna a Augusto y Lidia tras su muerte.En ese momento, Vera entró en el estudio con una taza de leche tibia en la mano. Había escuchado lo que Armando había dicho, y su corazón latió más rápido de lo habitual. Tratando de mantener la calma, se acercó cautelosa, dejó la leche sobre la mesa y, con voz suave, dijo:—Mejor descansa, ya es muy tarde.—Mmm…, ve a descansar, yo me quedo un rato más —respondió, sin desviar la vista de los papeles.Vera aceptó, tratando de ocultar su emoción desbordante con una calma aparente, y se retiró a su habitación.Al día siguiente, Flavio llegó acompañado de un abogado. Armando les explicó con detalle sus intenciones de cambiar en ese momento el testamento. El abogado escuchó atentamente, anotó todo y comenzó a preparar cuidadoso los documentos correspondientes.Finalmente, Armando firmó el nuevo testamento, dejando oficialmente toda su
Diego estaba de pie en el altar, esperando ansioso a Marina. Cuando vio a Armando entre los invitados, no pudo evitar sentir un indicio de sorpresa, pero rápidamente recordó que no era el momento para pensar en eso.Desde la audiencia, Lidia vio a Diego y, emocionada, casi gritó:—¡Papá!Pero Vera, más rápida que el viento, le tapó la boca con la mano y le susurró al oído:—¡Lidia, por favor! No grites, te van a regañar.Lidia en ese momento se quedó con cara de tristeza, como si fuera a ponerse a llorar, pero no dijo nada más.La marcha nupcial empezó a sonar. Con el brazo de Eduardo sobre el suyo, Marina caminó paso a paso hacia Diego. Ella puso su mano con cariño sobre la de él.Diego apretó su mano con fuerza.El maestro de ceremonias comenzó:—Hoy estamos aquí para ser testigos del matrimonio de Diego y Marina. Han superado muchas pruebas, y hoy, por fin, están juntos. ¡Les pido que les enviemos nuestros mejores deseos!Diego y Marina intercambiaron votos y anillos, con los ojos b
Los ojitos de la niña, que antes eran muy claros, pronto se pusieron como perdidos y confundidos.Claudia salió del baño con Yulia en brazos.Justo en ese preciso momento, la puerta del baño de al lado se abrió y salió una niña pequeña. Era Lidia.Lidia, inclinando un poco la cabeza, miró con cierta curiosidad a Yulia, que estaba en brazos de Claudia.Al ver que no quedaba nadie más en el baño, Claudia rápidamente pensó en algo.Se agachó un poco y, en voz baja, le dijo a Lidia:—Eres Lidia, ¿verdad? Tu papá te está esperando en el vestíbulo.Lidia parpadeó, un poco confundida, ya que en realidad no conocía a esta mujer.Sin embargo, entendió lo que le decía y, feliz, corrió directo hacia el vestíbulo.En el vestíbulo, Diego y Marina estaban entusiasmados con los invitados, brindando.De repente, se escuchó la voz de una niña llamando:—¡Papá!Todos se quedaron al instante asombrados.Vieron cómo la niña corría hacia Diego y lo abrazaba de las piernas:—¡Papá!Alguien reconoció de inme
De repente, un estruendo enorme sacudió el aire, y las puertas del castillo volaron por los aires.El auto de Claudia salió disparado, atravesando las puertas destruidas, y se lanzó hacia afuera a toda velocidad.Los guardaespaldas, apresurados, arrancaron sus vehículos para perseguirlo, intentando cortar la fuga de Claudia.Diego recibió la llamada de uno de los guardaespaldas de inmediato; su rostro se ensombreció.Lidia, que antes se había aferrado a sus piernas, ya había sido retirada con fuerza por Victor.—Yulia ha sido raptada —dijo Diego, con voz baja, mientras tomaba la mano de Marina y salía rápidamente del salón.Marina, al escuchar esto, dejó caer asustada el vaso de vino que tenía en las manos, estrellándose contra el suelo en mil pedazos.Su rostro se palideció al instante, y sus ojos se llenaron de pavor.Ambos corrieron despavoridos hacia la salida.Luna, al ver que Diego y Marina salían corriendo, sorprendida, gritó:—¡Marina! ¿A dónde van?Eduardo, al ver la situación
El agua fría del mar casi la envolvió por completo en un instante.Las enormes olas golpeaban a Marina con tal fuerza que parecía que la iban a arrastrar.Justo cuando sentía que las olas la iban a tragar, un guardaespaldas que la había seguido con rapidez logró sujetarla.—¡Señora, no puede seguir! —gritó el guardaespaldas, usando todas sus fuerzas para arrastrarla de regreso a la orilla.…El sol ya se estaba poniendo.Era como si el tiempo se hubiera detenido. Marina, envuelta en una manta, solo estaba sentada en la playa, mirando al vacío.Sus ojos estaban vacíos, sin expresión alguna, con los párpados hinchados y las huellas de las lágrimas todavía frescas en su bello rostro.El viento del mar desordenaba su cabello.Miraba las embarcaciones que salían una tras otra, buscando a su hija, con el rostro impasible, totalmente desesperada. Su hija siempre fue tan adorable.Después de asegurarse de todo, Diego se acercó cariñoso a Marina, con una caja de comida y una botella de agua en
Sacaron el auto del mar. Dentro del vehículo, Claudia estaba muerta, con el cinturón de seguridad puesto. Tras revisar minuciosamente el auto, descubrieron que alguien lo había manipulado. Según cómo Claudia había escapado con Yulia, se podía suponer que no quería llevar a Yulia a la muerte. Lo más probable es que su intención fuera llevársela para hacer algo con ella. Pero ahora todo eso ya no tenía sentido.Marina solo podía rezar todos los días, rezar para que su pequeña hija, arrastrada por las olas, hubiera sido rescatada y estuviera viva.Por la mañana, la luz del sol entró en la habitación, y el reloj despertador sobre la mesita comenzó en ese momento a sonar, vibrando con fuerza. Marina de repente abrió los ojos, parpadeó, sintiendo los ojos secos, y se sentó. Apagó el reloj, se levantó de la cama y se estiró. Hoy tenía que ir a la casa de los Cabello. Había cosas que debía resolver.Se paró frente al espejo, se arregló un poco. Aunque su rostro mostraba señales claras de agot
Esto era el final de todo.Al escuchar esto, Luna palideció al instante, con los ojos llenos de incredulidad.—Marina, ¿qué estás diciendo? Nosotros no sabíamos que esto iba a pasar, tú... Pero Marina la interrumpió en ese momento con una mirada sombría.—Dejaste que Claudia llevara a mi hija al baño, la dejaste salir con ella. Eso significa que confiabas plenamente en ella. No importa si te engañaron, tus excusas no cambian nada.Las lágrimas empezaron a brotar de los ojos de Luna, incapaz de encontrar las palabras adecuadas.Ella nunca imaginó que Claudia fuera una mentirosa. ¿Cómo iba a saberlo?Marina la miró fijamente, sin titubeos en su mirada.—Eduardo, Luna, me voy.Sin pensarlo más, se dio la vuelta y de inmediato se fue. Nunca tuvo una familia. ¿Para qué seguir?Luna, entre sollozos, se recostó en los brazos de Eduardo.—Amor, no fue mi intención. No sabía... No sabía en realidad que Claudia se acercaba a mí con malas intenciones... No sabía nada... Marina me culpa...Eduard
Marina miró el mensaje durante varios minutos, inmóvil.Finalmente, le respondió a Daniel:[Les deseo un buen viaje.]Daniel vio el mensaje y se tensó un poco, ya que Diego estaba sentado junto a él, mirando atento su pantalla.Diego giró la cabeza, apretando los labios con fuerza.Marina regresó a casa y se dirigió directo a su habitación. Se metió en la cama, envolviéndose en las sábanas.No fue sino hasta las 4:30 que se levantó, se cambió apresurada y bajó corriendo.—¿Marina, no vas a cenar? —preguntó Yolanda, con cara de sorpresa.—Hmm…, tengo algo que hacer —respondió Marina de manera breve y salió corriendo de la casa.A esa hora, el tráfico en Estelaria estaba imposible. Las calles estaban colapsadas, llenas de autos.Marina apretó con fuerza el volante, cada vez más molesta, mirando la hora con ansiedad.Poco a poco, el tráfico empezó a despejarse. Finalmente, el auto tomó la autopista y la situación mejoró de forma notable.Pisó el acelerador a fondo, el motor rugió y el aut