Capítulo 418
—Ah… mm… Diego. ¡Qué increíble! Ah, qué placer… ¡oh, más fuerte!

En el sofá, una mujer no podía contener los gemidos.

Diego, con el rostro serio, se quedó en absoluto silencio, algo molesto. Levantó la mano y le dio una suave palmada en el trasero a Marina.

—¡Marina, si sigues así, voy a tener que quitarte la ropa ya!

¡Solo era aceite de masaje!

Sabía muy bien que ella estaba exagerando a propósito.

Marina giró la cabeza, mirándolo con incredulidad.

—¿Me estás pegando?

Diego la cubrió con una bata de seda y cerró la botella de aceite.

Sus manos aún olían a jazmín. Se las limpió cuidadoso con un pañuelo y luego la miró fijamente, con esos ojos profundos que parecían devorarla.

Marina se levantó al instante, se puso la bata, se sentó y se pasó la mano por el cabello.

—Ve a lavarte las manos rápido, que yo me voy a dormir.

Diego soltó una risa ligera, con una mirada cargada de intención, y se levantó para ir al baño.

Cuando Diego salió, vio a Marina con tacones altos. Las cintas de los z
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