Vera sonrió y volvió a entrar al salón de música.—Lidia, hoy lo hiciste muy bien. Ahora ve a descansar, ¿sí? —dijo con tono suave.—Está bien —respondió Lidia, sonriéndole con cariño.Cuando Lidia y la niñera salieron, Vera se quedó mirando a Armando con una expresión de preocupación.—Señor, quiero irme al extranjero con los niños. Tengo que cuidar de Lidia y Augusto, son muy pequeños y no me siento tranquila dejándolos simplemente con la niñera.Armando levantó una ceja, sorprendido.—¿De verdad, Vera?Vera lo confirmó, suspirando.—Son niños que han crecido ante mí. Lidia y Augusto son buenos, pero cuando se vayan fuera, necesitan estar con alguien de confianza, alguien familiar.Armando se quedó en absoluto silencio un momento, luego aceptó.—Está bien. Yo los veré de vez en cuando, cada mes.—Conmigo allí, los niños se sentirán más tranquilos —respondió Vera, sonriendo.Armando suspiró levemente.—Te agradezco mucho. Confío en que te encargarás de todo con ellos.Vera confirmó co
—Ah… mm… Diego. ¡Qué increíble! Ah, qué placer… ¡oh, más fuerte!En el sofá, una mujer no podía contener los gemidos.Diego, con el rostro serio, se quedó en absoluto silencio, algo molesto. Levantó la mano y le dio una suave palmada en el trasero a Marina.—¡Marina, si sigues así, voy a tener que quitarte la ropa ya!¡Solo era aceite de masaje!Sabía muy bien que ella estaba exagerando a propósito.Marina giró la cabeza, mirándolo con incredulidad.—¿Me estás pegando?Diego la cubrió con una bata de seda y cerró la botella de aceite. Sus manos aún olían a jazmín. Se las limpió cuidadoso con un pañuelo y luego la miró fijamente, con esos ojos profundos que parecían devorarla.Marina se levantó al instante, se puso la bata, se sentó y se pasó la mano por el cabello.—Ve a lavarte las manos rápido, que yo me voy a dormir.Diego soltó una risa ligera, con una mirada cargada de intención, y se levantó para ir al baño.Cuando Diego salió, vio a Marina con tacones altos. Las cintas de los z
A la mañana siguiente, la luz del sol se colaba suavemente entre las cortinas, iluminando la habitación.Marina en ese momento despertó, dio vuelta en la cama y vio a Diego, que ya estaba despierto y había resuelto algunos asuntos.—Buenos días, Marina —dijo Diego en voz baja, mirándola con ternura.—Buenos días —respondió Marina, sonriendo.Era un día especial, así que ambos se levantaron rápido con una linda sonrisa.Mientras Marina entraba al baño a cepillarse los dientes, Diego aprovechó el momento para hacer una llamada.—¿Hoy vas a salir con Yulia?El tipo que estaba detrás de Leticia se escapó demasiado rápido, no lograron atraparlo. Su forma de actuar le recordaba una vez más a Nicolás.Diego se quedó serio, algo preocupado por dentro.Víctor, que estaba en una videollamada de trabajo, soltó una risa forzada, sin ganas, pero sabiendo que no podía decirle que no a Diego.—Sí, ya voy para allá a recogerla.Colgó la llamada de inmediato y Diego entró al baño, observando a Marina m
Yolanda le dio una cucharada de helado a Yulia, y la niña, con una sonrisa algo traviesa, le devolvió el gesto.Las dos habían comprado sabores diferentes de helado y se estaban entretenidas compartiendo, probando lo que la otra había elegido.Yulia entrecerró los ojos, disfrutando con agrado de cada bocado, y con una sonrisa de satisfacción, dijo:—¡Tu helado de fresa está buenísimo! La próxima vez voy a pedir de fresa también.Yolanda sonrió, feliz de que le gustara, y le volvió a dar una pequeña cucharada de helado de fresa, pero justo en ese momento, Víctor apareció de la nada y le quitó la cuchara de las manos.—Sí, está muy rico —dijo él, con una sonrisa traviesa.Yolanda lo miró, algo sorprendida.—¡Víctor!¿De verdad no tenía vergüenza?Yulia, con los ojitos bien abiertos y un ligero puchero en el rostro, le reclamó indignada:—¡Víctor! ¡Eso era para mí!¿A esta edad todavía le quita la comida a una niña?Víctor, con un tono suave y con esa calma de siempre, le explicó:—Tranqu
Marina decidió no contestar la llamada y se hizo la que no la había visto.Diego, sin insistir, se encogió de hombros y dijo:—Es nuestro turno para el bungee. Vamos a prepararnos.Marina iba a guardar el celular cuando, de nuevo, apareció la llamada de Luna. Sin pensarlo dos veces, la ignoró por completo.Ambos se pusieron los arneses de seguridad y se plantaron justo en la plataforma mientras el personal realizaba la última revisión.—¿Listos?—¡Listos!Marina miró con cariño a Diego, y sin necesidad de más palabras, saltaron juntos.El viento les azotaba la cara, y el cabello de Marina volaba desordenado en el aire.…Mientras tanto, en casa de los Cabello,Luna ya había intentado llamar tres veces sin éxito alguno. Pensó que tal vez Marina estaba ocupada, así que decidió mejor enviarle un mensaje.[Marina, cuando veas esto, devuélveme la llamada.]Horas pasaron, y al día siguiente, Luna seguía sin noticia alguna. Su incomodidad se convirtió en una completa frustración.Con el rostr
Cada año, el Grupo Zárate organizaba su junta de accionistas el primero de junio.Este evento era crucial para la empresa.Hoy era precisamente ese día, y Marina salió temprano en la mañana. Estaba al volante de su auto, camino a la oficina.En el trayecto, recibió una inesperada llamada de Eduardo.—¿Papá?—Marina, ¿cuándo tendrás tiempo de traer a Yulia para comer juntos? Además, quería preguntarte… ¿te gustaría cambiarte el apellido a Cabello?Aún no habían tenido una reunión formal con Yulia, y sobre el apellido, Eduardo no insistiría más.—Papá, creo que en unos días podría llevar a Yulia a comer. Y en cuanto al apellido, por ahora no quiero cambiarlo, tendría que actualizar todos los documentos.Eduardo, comprensivo, le respondió con tono suave:—Está bien, Marina. Al final, el apellido es simplemente un título. Lo importante es que nos consideres parte de tu familia.Marina sonrió, agradecida.—Gracias por entender, papá.Colgó justo cuando llegó al edificio.Frente a la entrada
A veces, las personas mayores creían más en la suerte que en los datos fríos y duros de la ciencia.Marina no podía permitirse perder tiempo con esto. Su mente trabajaba a mil por hora, buscando una pronta solución.Las dudas de Mateo y de los demás accionistas eran un verdadero obstáculo, pero algo con lo que tendría que lidiar.Con determinación, miró directamente a Mateo.—No voy a evadir mi responsabilidad por este terrible incidente. Formaremos un equipo de investigación lo antes posible para determinar la causa, y activaremos en este momento el plan de emergencia para minimizar las pérdidas al máximo.Luego, se volteó hacia los demás accionistas y, con una mirada firme, respondió con calma:—Les prometo que haré todo lo que esté en mis manos para manejar esta crisis, asegurarme de que la empresa siga adelante y proteger los intereses de los accionistas. Les pido paciencia. Tendrán una respuesta concreta muy pronto.En la sala, el silencio era bastante denso. Los accionistas inter
Luna, furiosa, cogió el control remoto y encendió la televisión. Justo en ese momento, el noticiero estaba cubriendo la noticia del hundimiento de los barcos de PuntoEntrega. En la pantalla, el presentador estaba entrevistando a los accionistas que acababan de salir de la reunión en el Grupo Zárate, y uno de los entrevistados era precisamente Mateo.—Buenas tardes. ¿Cree que el accidente del hundimiento de los barcos de PuntoEntrega tendrá algún impacto en el Grupo Zárate? —preguntó con firmeza el presentador.Mateo, con una sonrisa calculada, miró directo a la cámara y respondió:—Eso dependerá de cómo maneje la situación la señora Marina, la nueva presidenta. Pero confío en que el Grupo Zárate tiene los recursos y la capacidad necesaria para superar esta crisis.El presentador continuó con la siguiente pregunta:—¿Cree que este accidente afectará la confianza de los accionistas e inversionistas?Mateo, siempre calmado, respondió sin perder en ningún momento la compostura:—Toda empre