Solo el chofer sabía exactamente a qué hospitales habían ido.Eduardo ya tenía ligeramente sus sospechas, pero había querido creer que no sería capaz de traicionarlos. Después de todo, llevaba casi diez años trabajando para la familia y siempre lo habían tratado bien.Sin embargo, la realidad le mostraba que en realidad no puedes confiar ciegamente en nadie.Llamó de manera discreta a uno de los guardaespaldas y le dio una orden en voz baja:—Agarra al chofer y que diga quién lo mandó.El guardaespaldas obedeció y salió apresurado para cumplir la orden.Eduardo subió las escaleras con calma. Lo más urgente ahora era hablar con Luna y aclarar de inmediato las cosas.Cuando entró al cuarto, la encontró frente al tocador, aplicándose crema en el rostro.Se acercó y, mirándola a través del espejo, le dijo con dulzura:—Luna, tenemos que hablar.Luna no dijo nada, pero se levantó y fue a sentarse al sofá. Su expresión era una mezcla de enojo y frustración total.Eduardo la siguió y se sentó
Al final, Víctor había pasado todo el día cuidando a los dos.De repente, justo en la intersección frente a ellos, aparecieron varias motocicletas de la nada. Daniel pisó el freno de golpe, deteniendo el auto de forma brusca.La camioneta negra que los venía siguiendo aceleró de repente y les cerró el paso por detrás. Al mismo tiempo, las motos se plantaron justo frente a ellos, con los motores rugiendo sin parar y rompiendo por completo el silencio de la noche.Yulia, sobresaltada por el terrible alboroto, abrió los ojos medio dormida y se frotó las orejas.—Qué ruido más feo… —murmuró con su hermosa vocecita.Víctor, manteniéndose tranquilo, le sonrió con cariño.—Son unos señores con problemas en sus motos. Vamos a esperar un poco a que las arreglen, ¿te parece?—Está bien —contestó Yulia, aceptando obediente.Se incorporó un poco, estirando el cuello para tratar de ver qué pasaba afuera. Daniel analizó rápidamente la situación. Los motociclistas aún no hacían ningún movimiento dire
El corazón de Leticia latía a mil por hora, lleno de pánico y rabia.Desearía poder darle un buen golpe a esa miserable mujer, con todo lo que tenía.No podía perder más tiempo. Recogió las cosas más importantes y, con las manos temblorosas, arrastró con dificultad la maleta.Se decía a sí misma, tratando de calmarse: Si logro salir del país, Diego nunca me encontrará.Abrió apresurada la puerta del dormitorio y, de repente, escuchó unos pasos abajo.Su corazón dio un salto total. Cerró la puerta de golpe y la puso con llave.¡Ya vienen, ya vienen! ¿Qué hago, qué hago?Tomó el celular y marcó de inmediato a Matías. Llamó dos veces, pero no contestó.La desesperación comenzó a apoderarse de ella.¿Quién más podía ayudarla?Con las manos temblorosas, marcó el número de Vera.—Señora Vera, por favor, le ruego, dígale a Armando que me ayude —su voz se quebraba cada vez más.—Leticia, ¿qué sucede? Tranquila, voy a buscar a Armando ahora mismo —Vera, algo sorprendida, intentó tranquilizarla.
Vera sonrió y volvió a entrar al salón de música.—Lidia, hoy lo hiciste muy bien. Ahora ve a descansar, ¿sí? —dijo con tono suave.—Está bien —respondió Lidia, sonriéndole con cariño.Cuando Lidia y la niñera salieron, Vera se quedó mirando a Armando con una expresión de preocupación.—Señor, quiero irme al extranjero con los niños. Tengo que cuidar de Lidia y Augusto, son muy pequeños y no me siento tranquila dejándolos simplemente con la niñera.Armando levantó una ceja, sorprendido.—¿De verdad, Vera?Vera lo confirmó, suspirando.—Son niños que han crecido ante mí. Lidia y Augusto son buenos, pero cuando se vayan fuera, necesitan estar con alguien de confianza, alguien familiar.Armando se quedó en absoluto silencio un momento, luego aceptó.—Está bien. Yo los veré de vez en cuando, cada mes.—Conmigo allí, los niños se sentirán más tranquilos —respondió Vera, sonriendo.Armando suspiró levemente.—Te agradezco mucho. Confío en que te encargarás de todo con ellos.Vera confirmó co
—Ah… mm… Diego. ¡Qué increíble! Ah, qué placer… ¡oh, más fuerte!En el sofá, una mujer no podía contener los gemidos.Diego, con el rostro serio, se quedó en absoluto silencio, algo molesto. Levantó la mano y le dio una suave palmada en el trasero a Marina.—¡Marina, si sigues así, voy a tener que quitarte la ropa ya!¡Solo era aceite de masaje!Sabía muy bien que ella estaba exagerando a propósito.Marina giró la cabeza, mirándolo con incredulidad.—¿Me estás pegando?Diego la cubrió con una bata de seda y cerró la botella de aceite. Sus manos aún olían a jazmín. Se las limpió cuidadoso con un pañuelo y luego la miró fijamente, con esos ojos profundos que parecían devorarla.Marina se levantó al instante, se puso la bata, se sentó y se pasó la mano por el cabello.—Ve a lavarte las manos rápido, que yo me voy a dormir.Diego soltó una risa ligera, con una mirada cargada de intención, y se levantó para ir al baño.Cuando Diego salió, vio a Marina con tacones altos. Las cintas de los z
A la mañana siguiente, la luz del sol se colaba suavemente entre las cortinas, iluminando la habitación.Marina en ese momento despertó, dio vuelta en la cama y vio a Diego, que ya estaba despierto y había resuelto algunos asuntos.—Buenos días, Marina —dijo Diego en voz baja, mirándola con ternura.—Buenos días —respondió Marina, sonriendo.Era un día especial, así que ambos se levantaron rápido con una linda sonrisa.Mientras Marina entraba al baño a cepillarse los dientes, Diego aprovechó el momento para hacer una llamada.—¿Hoy vas a salir con Yulia?El tipo que estaba detrás de Leticia se escapó demasiado rápido, no lograron atraparlo. Su forma de actuar le recordaba una vez más a Nicolás.Diego se quedó serio, algo preocupado por dentro.Víctor, que estaba en una videollamada de trabajo, soltó una risa forzada, sin ganas, pero sabiendo que no podía decirle que no a Diego.—Sí, ya voy para allá a recogerla.Colgó la llamada de inmediato y Diego entró al baño, observando a Marina m
Yolanda le dio una cucharada de helado a Yulia, y la niña, con una sonrisa algo traviesa, le devolvió el gesto.Las dos habían comprado sabores diferentes de helado y se estaban entretenidas compartiendo, probando lo que la otra había elegido.Yulia entrecerró los ojos, disfrutando con agrado de cada bocado, y con una sonrisa de satisfacción, dijo:—¡Tu helado de fresa está buenísimo! La próxima vez voy a pedir de fresa también.Yolanda sonrió, feliz de que le gustara, y le volvió a dar una pequeña cucharada de helado de fresa, pero justo en ese momento, Víctor apareció de la nada y le quitó la cuchara de las manos.—Sí, está muy rico —dijo él, con una sonrisa traviesa.Yolanda lo miró, algo sorprendida.—¡Víctor!¿De verdad no tenía vergüenza?Yulia, con los ojitos bien abiertos y un ligero puchero en el rostro, le reclamó indignada:—¡Víctor! ¡Eso era para mí!¿A esta edad todavía le quita la comida a una niña?Víctor, con un tono suave y con esa calma de siempre, le explicó:—Tranqu
Marina decidió no contestar la llamada y se hizo la que no la había visto.Diego, sin insistir, se encogió de hombros y dijo:—Es nuestro turno para el bungee. Vamos a prepararnos.Marina iba a guardar el celular cuando, de nuevo, apareció la llamada de Luna. Sin pensarlo dos veces, la ignoró por completo.Ambos se pusieron los arneses de seguridad y se plantaron justo en la plataforma mientras el personal realizaba la última revisión.—¿Listos?—¡Listos!Marina miró con cariño a Diego, y sin necesidad de más palabras, saltaron juntos.El viento les azotaba la cara, y el cabello de Marina volaba desordenado en el aire.…Mientras tanto, en casa de los Cabello,Luna ya había intentado llamar tres veces sin éxito alguno. Pensó que tal vez Marina estaba ocupada, así que decidió mejor enviarle un mensaje.[Marina, cuando veas esto, devuélveme la llamada.]Horas pasaron, y al día siguiente, Luna seguía sin noticia alguna. Su incomodidad se convirtió en una completa frustración.Con el rostr