Luna no estaba contenta. —Sí —Marina afirmó con calma, sin dudar.No tenía nada que ocultar. Luna frunció el ceño y, al ver a Leticia visiblemente abatida, no pudo evitar preguntarle:—Leticia, ¿esa mujer por la que Diego te hizo tanto daño era Marina?Leticia, con una expresión amarga, confirmó en silencio y dejó las tijeras sobre la mesa.—Luna, tengo que ir a recoger a Lidia y Augusto al jardín infantil. Me voy primero.—No hay prisa alguna. Nosotras también estamos por irnos —respondió Luna, dejando las tijeras a un lado y, antes de dirigir una mirada desaprobatoria a Marina, se volteó hacia Catalina.—Catalina, nos vamos.Catalina les dedicó una sonrisa amable mientras se despedían.En ese preciso momento, recordó que Leticia y sus hijos habían sido reconocidos oficialmente por la familia Herrera.Catalina realmente no sabía si Marina había sido la causa de todo, despojando a Leticia de su lugar, pero no podía juzgar esa situación.Lo único claro para ella era que Diego sentía a
Leticia llevaba varios días mostrando un ánimo totalmente apagado.Luna, al notar su malestar, pensó de inmediato en la gala benéfica que la familia Benítez celebraría esa noche en su crucero, y decidió llamar a Matías.—Matías, ¿vas a asistir esta noche a la gala de la familia Benítez? Si es así, ¿por qué no invitas a Leticia? Escuché que habrá una subasta de arte y sé que a ella esto le podría interesar.Matías, aunque no tenía planes de ir al crucero, decidió ceder un poco a la petición de Luna.—Luna, pasaré a recogerla esta noche.Luna suspiró, aliviada por la respuesta, y aprovechó el momento para hablarle sobre Marina.—No puedo creer que haya sido Marina quien destruyó la vida de Leticia. Y para colmo de males, ahora tiene una hija con Diego. Cuando Lidia y Augusto crezcan, no sé cómo les afectará todo esto.Matías frunció el ceño, sin poder entender cómo Nicolás había llegado a casarse con una mujer que ya tenía una hija de otro.—No te preocupes por eso, Leticia está bien res
Marina ya había revisado la información sobre la familia Zárate antes de regresar al país.Rubén poseía el 15% de las acciones del Grupo Zárate.—Déjame presentarme —comenzó Rubén, sosteniendo despreocupado un cigarro entre los dedos—. Soy Rubén, acabo de regresar de un viaje al extranjero. Inhaló profundamente y dejó escapar con ligereza el humo con calma. —Marina, ¿piensas vender tus acciones del Grupo Zárate?Fue directo al grano, sin rodeos ni disimulos, como en ese momento si no temiera una negativa.Marina sonrió levemente, con tranquilidad cruzó las piernas y ladeó la cabeza.—Qué gracioso eres. Si todo va bien, ¿por qué debería vender mis acciones?—No eres parte de la familia Zárate y, por lo tanto, ahora que Nicolás ha muerto, ¿no te parece que esas acciones podrían convertirse en un problema para ti? —dijo Rubén, empujando un contrato hacia ella—. El precio es bastante atractivo.Marina echó un ligero vistazo al contrato y soltó una leve risa. La idea de que el precio fuer
Matías llevó a Leticia al salón de descanso y atento le ofreció una taza de agua caliente.—El crucero ya ha zarpado, así que no hay vuelta atrás.—Lo sé.Matías sacó de inmediato su celular para intentar llamar a Diana, pero se detuvo al notar que no tenía señal.Leticia, visiblemente nerviosa, entrelazó los dedos.—Matías, ¿crees que a Luna le gustarán los pendientes que elegí en la foto de esta noche?—Supongo que sí —respondió Matías, sin comprender muy bien los gustos de las mujeres. Pensativo al ver que el celular seguía sin señal—. Qué extraño, no hay señal.Las palabras de Matías parecieron calmar a Leticia, quien por fin se relajó. ...En la sala privada del segundo piso, Marina firmaba mientras dos guardaespaldas la mantenían sujeta. Ella no ofreció resistencia alguna.Total, firmar no tenía valor alguno, y sabía que ese contrato no sería válido.Era experta en imitar firmas.En ese preciso momento, alguien comenzó a golpear la puerta con firmeza.Rubén se encolerizó. No hab
Marina descendió del crucero y subió al auto.Diego, que la esperaba adentro, le colocó cuidadoso un abrigo sobre los hombros.Al tomar su mano, notó que estaba fría.Ajustó el aire acondicionado, sin dejar de hacer pequeños gestos, como si quisiera protegerla del frío que parecía envolverla.Marina sonrió con agrado, una sonrisa que iluminó su rostro, pero Diego no mostró ninguna expresión de alivio.Su rostro permanecía serio, y sus ojos reflejaban una profunda inquietud.—¿Qué pasa? —Marina lo miró, algo desconcertada, y le tomó la mano.Todo parecía normal, ¿por qué ese cambio repentino...?Sin previo aviso, Diego la levantó, apartó sus piernas y la acomodó sobre sus muslos.Hasta ese momento, Diego había sido un hombre atento y lleno de ternura, pero en ese instante, su actitud era distinta.Recuperarla le había costado demasiado, y aunque había logrado frenar su impulso de mantenerla siempre a su lado, su ansiedad seguía latente.Si esa noche se hubiera retrasado un poco más en ll
Como era de esperarse, Diego no objetó en lo absoluto, y Yulia, al enterarse de que irían a jugar afuera, no podía estar más emocionada. La familia se cambió emocionada, y fue entonces cuando Marina se dio cuenta de que Diego había preparado un armario entero con ropa coordinada para todos.Al ver las prendas a juego, Marina no pudo evitar sonrojarse, abrazó a Diego y le dio un ligero beso lleno de gratitud.Los tres, con el mismo diseño y estilo, se veían realmente encantadores juntos.Marina se encargó de preparar la manta y la comida para el picnic, mientras Yulia, llena de gran entusiasmo, fue a buscar sus juguetes.Diego y Marina decidieron no interferir en la elección de la pequeña.Por eso, cuando vieron que Yulia llevaba una jaulita con un patito, se produjo un breve momento de silencio.—Mamá, el patito también quiere ir a jugar —dijo Yulia, con la cabecita inclinada, buscando su aprobación—. ¿Puedo llevármelo?Marina no pudo evitar sonreír ante lo adorable de la situación, y
Leticia escuchó de repente a Eduardo preguntar por el álbum de fotos.Se quedó por un momento en blanco y, nerviosa, dejó caer sin querer el vaso que tenía en la mano.Luna llamó apresurada a la criada y le pasó unas servilletas a Leticia.—Perdón —dijo Leticia, claramente avergonzada.—No pasa nada. Leticia, ¿quieres cambiarte de ropa? Tengo vestidos nuevos, nunca los he usado. ¿Te gustaría ponerte uno? —la tranquilizó un poco Luna.—Solo me mojé un poco, no te preocupes —Leticia sonrió, algo apenada.Luna, al ver que su ropa no estaba tan mojada, no insistió y se giró hacia Eduardo.—¿Por qué de repente quieres ver el álbum de fotos?—Quiero verlo —respondió con indiferencia Eduardo. Habían pasado veinte años desde la última vez que hojeó el álbum que Luna había traído de su casa.En esa ocasión, solo se detuvo en las fotos de su esposa, ignorando por completo las demás.En casa, los álbumes rara vez se sacaban. La última vez, Luna solo ojeó unas cuantas páginas antes de que Leticia
—No llores, te doy un dulce —dijo una voz infantil, suave y tierna.Yolanda dejó de llorar al instante. Miró con ternura a la pequeña, cuyos ojitos brillaban mientras la miraba fijamente. El corazón de Yolanda se derritió por completo. Se inclinó y la abrazó con dulzura.Pensó: La niña de Marina es simplemente adorable. Qué ganas de llevármela. —Yulia, eres un verdadero amor. Mejor guarda este dulce para ti —dijo Yolanda, acariciándole suavemente la cabeza.—Tengo más, no te preocupes —respondió la niña con insistencia.Encantada, Yolanda aceptó el delicioso dulce.Cuando Marina terminó de bañarse, bajó con Diego y vio a Yolanda y Yulia jugando en el sofá como dos niñas. Al ver a Diego, Yolanda se incorporó nerviosa, sin atreverse a mirarlo. Desde la desaparición de Marina, hacía ya cinco años, la presencia distante de Diego, con su rostro siempre serio, la ponía algo incómoda.Yulia, que estaba jugando entretenida, se sentó erguida, imitando a Yolanda.Marina, divertida, le dio un