Hoy, Luis asistió a una reunión en el Grupo Jurado. Camilo lo acompañó en la oficina, ya que el tema a tratar era confidencial y estaba relacionado con proyectos de investigación y desarrollo. Mientras tanto, Marina aguardaba afuera, sentada en el sofá y esperando con paciencia.Cansada, descansaba con el codo apoyado en el respaldo y los ojos cerrados por un instante. De repente, Camilo salió de la oficina. Al ajustarse la camisa y levantar la vista, se detuvo al verla. Marina estaba allí, medio dormida, con la cabeza apoyada sobre su mano. Llevaba una camisa blanca y una falda corta negra que dejaba ver sus piernas pálidas.Camilo apretó los labios, avanzó hasta el escritorio de Quiles y señaló su abrigo con un gesto sutil. Quiles, algo desconcertado, se lo entregó sin decir una palabra. Camilo caminó hacia el sofá y, con delicadeza, colocó el abrigo sobre las piernas de Marina. Quiles observaba la escena, incapaz de ocultar su sorpresa.Con calma, Camilo la cubrió con el abrigo, to
Marina llamó a Yolanda para acordar una cita al mediodía del día siguiente.—Yolanda, como ya estás al tanto de la situación en Estelaria, mañana al mediodía regresaré a Residencial El Paraíso para verte. Quiero discutir contigo sobre el lugar del compromiso.—Ay, Marina, entonces... ¿te vas a comprometer con Diego? —exclamó Yolanda, entre asombro y alegría.Mientras tanto, Yolanda retiraba las piernas, ya que Luis le estaba aplicando una pomada en la pantorrilla. Esa noche, ambos habían salido juntos, y, aunque no lo esperaban, ella había tenido un leve accidente de tráfico.—Sí, es cierto, estamos organizando el compromiso —contestó Marina, hojeando los documentos que Diego le había enviado sobre el lugar—. Pronto, Diego quiere llevarme a Estelaria para ver el sitio.El objetivo principal de Diego era presentarla primero a la familia Herrera.—Qué lástima entonces, tal vez no pueda asistir a la fiesta de compromiso —dijo Yolanda, en un tono de cierta nostalgia—. Cuando regrese, mis p
Hugo revisó minuciosamente los términos del contrato y, al confirmar que todo estaba en orden, asintió satisfecho. Yadira también lo leyó detenidamente y concluyó que las condiciones parecían bastante justas.—Renato, muchas gracias. Todo está perfecto.Hugo firmó y estampó su huella dactilar, mientras que Yadira hizo lo propio como aval. Todo salió según lo planeado.Con el dinero asegurado, Hugo fue directo a liquidar una deuda pendiente de una inversión fallida, un detalle que Yadira desconocía. Tras despedirse de ambos, Renato contactó a Marina para informarle. Al escuchar la noticia, Marina esbozó una sonrisa antes de colgar.Su siguiente objetivo era encontrar la forma de obtener el celular que Yadira tenía en su poder. Para ello, contactó a la niñera que estaba a cargo de Daniela, quien ya se encontraba en Jardines Esmeralda, justo como Marina había previsto. La noticia de que Camilo se había mudado nuevamente allí la tomó por sorpresa, pero no alteró en lo más mínimo su estrat
Al mediodía del día siguiente, Marina se dirigió al Residencial El Paraíso para reunirse con Yolanda. Llevaba dos cajas de almuerzo y café, anticipando que Yolanda, como de costumbre, se habría levantado tarde.Con su propia llave, abrió la puerta y entró. Al verla, Yolanda se apresuró a recibirla con una sonrisa, tomando las cajas del almuerzo.—Hoy hace un calor insoportable, ¡estamos a más de treinta grados!—Sí, está terrible. Voy a darme una ducha rápida. Tú empieza a comer mientras.Aún sin haber trasladado todas sus pertenencias, Marina seguía guardando ahí algunas cosas, como su ropa. Tras ducharse, escuchó a Yolanda hablando por el celular mientras comía.—Marina ya me trajo el almuerzo —dijo Yolanda al ver que Marina salía de la ducha, mientras conversaba con Luis—. Voy a comer tranquila, luego hablamos, ¿bien?Colgó la llamada y quedó pensativa por un momento.—¿En qué piensas? Te veo muy seria —preguntó Marina, sentándose a su lado y abriendo su propia caja de comida.—Mari
La puerta del auto se cerró con suavidad y el vehículo arrancó. Larisa permaneció unos momentos inmóvil, desconcertada por todo lo ocurrido. El encuentro con Marina había sido solo una breve interrupción en su día.Al pasar frente a una tienda de ropa masculina, Marina le pidió al conductor que se detuviera. La tienda, que se extendía a lo largo de tres pisos, captó su atención. En ese instante, recordó que aún no le había comprado nada a Diego. Un tanto avergonzada, bajó del vehículo y entró en la tienda. Después de examinar varias prendas, optó por una camisa que pensó que le quedaría perfecta a Diego.—¿Marina? —dijo una voz familiar, interrumpiéndola. Quiles bajaba por las escaleras y, al verla, sonrió—. Pero qué casualidad.Marina giró la cabeza y le hizo un gesto amistoso. Justo detrás de Quiles, caminaba Camilo, que hablaba por el celular. Al ver a Marina, sus ojos se posaron brevemente en ella y luego en la camisa que llevaba en las manos.Marina pagó rápidamente la camisa y,
Yadira estaba grabando un programa de variedades en Laguna Azul. El reto consistía en que cada artista debía cruzar la laguna remando en una pequeña embarcación. A mitad del trayecto, el bote de Yadira comenzó a hundirse. Afortunadamente, sabía nadar y el equipo de producción contaba con personal de rescate listo para intervenir. Cuando finalmente alcanzó la orilla, su maquillaje estaba completamente arruinado.En ese preciso instante, un grupo de paparazis presentes alli capturó la escena.—¿Cómo es posible que no hayan revisado bien las embarcaciones? —exclamó Natalia, visiblemente molesta, mientras le envolvía en un abrigo—. Esto no puede seguir así; hoy se suspende la grabación. Todo está saliendo mal —la protegió rápidamente y la llevó al auto.Yadira, frustrada, sentía que nada podía empeorar la situación. Jamás imaginó que algo tan desafortunado ocurriría justo en su primer día de trabajo. En ese momento, recibió una llamada de Carolina. Dudó en responder, pensando que quizás
Solara, le hacía mucho honor a su nombre y allí el clima era típicamente tropical, con la humedad y el calor propios de montaña lluviosa. Aquella noche, las temperaturas rozaban los 36 grados. Nicolás, quien antes lucía una piel clara, ya había experimentado un cambio notorio: tras varios días bajo el implacable sol, su piel había adquirido un tono mucho más bronceado.Refugiado en una casa al final de un callejón descuidado de Solara, Nicolás percibía cómo la situación estaba al borde de lo tolerable. Desde adentro, oía el bullicio constante de los locales conversando. A esas horas, el ruido era insoportable. Encendió un cigarro y fijó la mirada en la penumbra de la noche. Sus piernas descansaban sobre una mesa baja y desgastada. Con el calor abrasador, había optado por ir a pecho descubierto, dejando al aire un collar de dientes de marfil que colgaba de su cuello, como una manera de mimetizarse, al menos en apariencia, con las costumbres de la región.Aun en la quietud de la noch
Yadira miró a Camilo con una sonrisa amarga y explicó.—Solo quería abrazar a mi hija. ¿Por qué la niñera me lo impide? ¿Acaso no tengo derecho a abrazar a mi propia hija?—Dame de inmediato a Daniela —respondió Camilo con determinación, extendiendo las manos.Yadira la estrechó con más fuerza, giró ligeramente el cuerpo y, con los ojos llenos de lágrimas, le dijo con voz temblorosa.—Camilo, ¿podemos hablar? Por favor, ayúdame, al menos por el bien de la niña.Camilo la contempló, evaluándola sin atisbo de compasión.—No te interesa tanto abrazarla; lo que realmente buscas es verme y obtener mi ayuda.—No es así... —Yadira quedó muda, desconcertada por sus palabras.—Da igual —la interrumpió Camilo con impaciencia—. Tus excusas no me importan nada. Dame a la niña ya .Yadira, al darse cuenta de que Camilo no cedería, bajó la mirada hacia su hija en sus brazos. Con expresión de resignación, entregó a Daniela, y sin añadir nada más, se encaminó hacia su auto.—Llévame a la casa —ordenó