Capítulo 238
A la mañana siguiente, Marina y Diego despertaron exhaustos. Diego, masajeándose las sienes, se dejó caer en el sofá, consciente de que pronto tendría una reunión importante. Marina, a su lado, también se recostó en el sofá, esperando junto a él a que Daniel trajera el desayuno.

—La próxima vez, deberíamos ser un poco más mesurados —sugirió Marina, masajeándose la cintura y soltando un suspiro entre complacida y agotada.

Diego no respondió; solo la miró fascinado mientras observaba su respiración pausarse hasta convertirse en una exhalación tranquila y serena.

Justo en ese momento, Daniel entró con el desayuno, lanzándoles una mirada discreta y algo perpleja ante el evidente cansancio en sus rostros. ¿Qué cosas habrían hecho la noche anterior para estar así?

—Marina, si necesitas ayuda, puedes pedírsela directamente a Daniel —comentó Diego, tomando el desayuno y dedicándole una sonrisa cómplice—. ¿Quieres que te dé de comer?

Daniel, ya acostumbrado a sus gestos de cariño, se mantuvo en
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