Ailan. - “Señorita Miller, la señorita Müller ya está bien, le hemos dado una medicación que contrarrestar la droga que le han dado, dormirá toda la noche, si quiere puede retirarse a descansar, y volver por la mañana. “- me dijo el doctor de cincuenta años, que me miraba con cierto nerviosismo. Al parecer, en el hospital privado donde llevó a Hanna, no estaban acostumbrados a ver a una mujer con traje rojo de lentejuelas, muy indecente, las miradas curiosas y sorprendida de muchas enfermeras, enfermeros y demás personal del hospital, incluidos los pacientes, lo confirmaban. Por órdenes de Gordon, fuimos llevados al hospital privado más caro de Londres, aquel al que sólo asisten los que tienen una cuenta de más de ocho ceros. Ni me preocupé, si todo era como yo pensaba, los gastos médicos de la señorita Müller, estaría más que cubiertos, si no por mi desconocido y extraño hermano, lo estarían por mí. Sentía una total empatía por esa guapa y deseable mujer de ojos alucinantes, de
Ailan. Nada más entrar la suite, recibí de nuevo una llamada de Christine. - “He investigado todo, y es increíble, además, te he anulado esa cuenta, ese desgraciado, y su madre te han estado robando desde el mismo día que te casaste con él. He pasado todo el dinero que tenías en esa cuenta, y el sueldo de este mes, que aún no lo habían ingresado, a la cuenta que tienes para incidencias, a partir de ahora tu sueldo se ingresará ahí, ahora mismo hay ciento diez mil libras. Te he transferido ocho mil libras a la tarjeta de tienes de prepago negra, para que la uses por ahora, hasta que nos envíen la tarjetas nuevas.”- me dijo. Que la bruja de Evelyn hubiera metido mano en mis cuentas, no me extrañaba. De esa mujer se podía esperar de todo. - “Gracias, dulce Christine, me quedaré esta noche en la suite presidencial del hotel Royal de la cadena, avisa para que todo quede pagado con mi crédito.”- le dije. Yo sabía que, desde que dijeron mi nombre en la recepción, el director del hotel n
Finlay - “Este todo preparado en su suite, señor Alacintye, el señor Duncan, le ha dejado un regalo en su suite, dice que usted sabrá de que se trata.”- me dijo la recepcionista mientras yo recogía mi llave electrónica. Un mal presentimiento llegó a mi cabeza, nada que viniera de esos dos piratas era bueno, más bien solía meterme en problemas, bueno para ser sinceros, no es que yo sea un santo, en más de un problema había metido a Oliver y a Murray, sólo por nuestra turbia y peligrosa amistad. Los tres vivíamos para hacérnoslos pasar mal entre nosotros, era de las mejores amistades, donde la confianza es absoluta. - “¿Qué se le habrá ocurrido a ese desgraciado?.”- pensé mientras subía con uno de mis escoltas a mi suite. Entramos en la suite, y Fred, mi jefe de mis escoltas, indicó al botones dónde podía dejar mis maletas, y como debían colocar mis cosas en el vestidor. - “Fred, pide algo para cenar, luego me daré una ducha, cuando llegué la cena puedes irte a tu habitación. Maña
Ailan. - “¡Es … imposible que ya haya llegado!.”- exigí indignada en la recepción. La recepcionista, que trataba de disimular a duras penas, la incomodidad que sentía de que una mujer semi desnuda, borracha, con un traje que parecía más un camisón sexy que un vestido de noche de seda roja, estuviera a esas horas de la noche, exigiendo un hombre tipo semental, para que tuviera sexo con él. Ni siquiera notaba las miradas de los pocos clientes que caminaban a esas horas por el vestíbulo del hotel. Sólo la voz tranquila, y algo afectada, de la recepcionista me hizo calmarme. - “Señorita Miller, su acompañante de esta noche acaba de subir a su habitación ahora mismo, debe de estar esperándola.”- me dijo haciéndome sonreír. - “¡Perfecto! Que no nos molesten”- dije dirigiéndome con algo de desequilibrio por el alcohol, y eso malditos tacones, que hacía años que no me ponía, hacia al ascensor. Mientras subía, algo de mi valor anterior, se tambaleo. En el viaje a recepción, y la media h
Ailan. - "Tendrás lo que deseas, mi diosa, eso, y mucho más."- me dijo acercándome a él, con cierta fuerza, y haciendo que nuestros cuerpos chocaran, aunque el freno mi cuerpo para que no me golpeara contra él, con fuerza. Mientras, sus labios se apoderaban de los míos, y el mundo comenzó a girar a mi alrededor, nada era igual a lo que yo había conocido hasta ahora, todos era más abrazador, más luminoso, y más insaciable, sentí su lengua en mi interior, y sus labios me derribaron mucho más de lo que ya estaba yo. Mi cuerpo, sin saber porque, comenzó a temblar, y sentí como, la bendita y oportuna tolla, cedía a nuestros movimientos, cayendo al suelo, mis manos se agarraron a sus hombros desesperada. Me sentí alzada, pegada a su cuerpo, con las piernas sobre sus caderas, para ser colocada sobre la barra del bar. Mientras mi ropa se rompía, bajo sus manos, y sus caricias recorrían mi piel. - "¿Esto es lo que sentía esas suertudas esclavas cuando su campeón las poseía, hasta yo me hubi
Ailan. Poco a poco comencé a abrir los ojos, y un dolor agudo y punzante, en mi sien, me advirtió que ayer me había pasado con la bebida. Por un segundo me sentí extraña, un calor tendedor y agradable, junto a un peso sobre mi cadera, que era extraño, me hizo abrir los ojos de golpe. Algo me decía que ese calor humano no era Walter, él nunca me había abrazado a mí, mientras dormíamos, decía que se sentía agobiado, atado. La realidad se hizo camino entre la bruma dolorosa de mi sien, y todo lo vivido ayer, volvió a mi mente. Esperé que el dolor de la traición me golpeara, pero hasta eso había adormecido el hombre que estaba tumbado a mi lado, abrazado a mi espalda. Me moví inquieta recordando la noche que había pasado en brazos de ese hombre, y varios músculos que ni siquiera sabía que tenía, se resistieron con dolor. Me sentía como si hubiera estado practicando deporte intenso horas y horas. No quise pensar más en lo que había pasado anoche, porque cada vez que lo hacía, un calor
Finlay. Un sonido insistente me golpeó el oído, y con cierta ira busqué entre las sábanas el molesto objeto que perturba mi sueño, finalmente lo cogí, estaba donde lo había dejado anoche, antes de ir a ducharme, sobre mi mesa de noche. Mientras, buscaba con mi otra mano, de nuevo, al sorprendente y tentador regalo que había recibido, no quería que se despertara después de la noche que habíamos tenido, se merecía descansar hasta que yo, de nuevo, la reclamara, deseaba ducharme de nuevo con ella, la ducha que habíamos tenido de madrugada era lo más excitante que había hecho yo un baño, desde que tenía recuerdos. Tuve que contenerme, mientras descolgaba el teléfono, sintiendo que una erección considerable me demostraba que con la Diosa nada era suficiente. - “¿Qué?”- dije con una voz ronca que demostrar que había dormido poco, sentía mi garganta seca y adolorida, demostrando así que había gruñido y gemido con un maldito animal satisfecho. - “No me digas más, te bebiste todo mi regalo
Finlay. No me importo los gritos de incredulidad, y asombro de Oliver, simplemente necesitaba hablar con Fred, y Penélope, y él ocupaba la línea. - “Busca toda la información que puedas de Ailan Caroline Miller”- dije a Fred. - “La quiero para dentro de una hora.”- dije, y sin más, colgué. - “Penélope, pon todo a funcionar, me voy a quedar una temporada en Londres, tengo que cazar a la futura señora Alacintye.”- como imaginé mi asistente no se sorprendió, pocas cosas la sorprendían. - “¿Cazarla? ¿es que ya no se ha arrojado a tus pies?”- me preguntó conociendo el efecto que causo, mi dinero y yo, en las mujeres. - “Más bien me pago para que la olvidara. Mi diosa cree que tras una noche conmigo, ya tuvo suficiente de mí.”- dije ya que no tengo ningún secreto con Penélope. - “¿Y te dejó tirado, dándote sólo dinero, tras probar tus habilidades? Me gusta, tienes que casarte con ella.”- sentenció como una orden “mi jefa”. - “Lo que ordené, jefa, por cierto, ¿Me puedes decir c