Finlay - “Este todo preparado en su suite, señor Alacintye, el señor Duncan, le ha dejado un regalo en su suite, dice que usted sabrá de que se trata.”- me dijo la recepcionista mientras yo recogía mi llave electrónica. Un mal presentimiento llegó a mi cabeza, nada que viniera de esos dos piratas era bueno, más bien solía meterme en problemas, bueno para ser sinceros, no es que yo sea un santo, en más de un problema había metido a Oliver y a Murray, sólo por nuestra turbia y peligrosa amistad. Los tres vivíamos para hacérnoslos pasar mal entre nosotros, era de las mejores amistades, donde la confianza es absoluta. - “¿Qué se le habrá ocurrido a ese desgraciado?.”- pensé mientras subía con uno de mis escoltas a mi suite. Entramos en la suite, y Fred, mi jefe de mis escoltas, indicó al botones dónde podía dejar mis maletas, y como debían colocar mis cosas en el vestidor. - “Fred, pide algo para cenar, luego me daré una ducha, cuando llegué la cena puedes irte a tu habitación. Maña
Ailan. - “¡Es … imposible que ya haya llegado!.”- exigí indignada en la recepción. La recepcionista, que trataba de disimular a duras penas, la incomodidad que sentía de que una mujer semi desnuda, borracha, con un traje que parecía más un camisón sexy que un vestido de noche de seda roja, estuviera a esas horas de la noche, exigiendo un hombre tipo semental, para que tuviera sexo con él. Ni siquiera notaba las miradas de los pocos clientes que caminaban a esas horas por el vestíbulo del hotel. Sólo la voz tranquila, y algo afectada, de la recepcionista me hizo calmarme. - “Señorita Miller, su acompañante de esta noche acaba de subir a su habitación ahora mismo, debe de estar esperándola.”- me dijo haciéndome sonreír. - “¡Perfecto! Que no nos molesten”- dije dirigiéndome con algo de desequilibrio por el alcohol, y eso malditos tacones, que hacía años que no me ponía, hacia al ascensor. Mientras subía, algo de mi valor anterior, se tambaleo. En el viaje a recepción, y la media h
Ailan. - "Tendrás lo que deseas, mi diosa, eso, y mucho más."- me dijo acercándome a él, con cierta fuerza, y haciendo que nuestros cuerpos chocaran, aunque el freno mi cuerpo para que no me golpeara contra él, con fuerza. Mientras, sus labios se apoderaban de los míos, y el mundo comenzó a girar a mi alrededor, nada era igual a lo que yo había conocido hasta ahora, todos era más abrazador, más luminoso, y más insaciable, sentí su lengua en mi interior, y sus labios me derribaron mucho más de lo que ya estaba yo. Mi cuerpo, sin saber porque, comenzó a temblar, y sentí como, la bendita y oportuna tolla, cedía a nuestros movimientos, cayendo al suelo, mis manos se agarraron a sus hombros desesperada. Me sentí alzada, pegada a su cuerpo, con las piernas sobre sus caderas, para ser colocada sobre la barra del bar. Mientras mi ropa se rompía, bajo sus manos, y sus caricias recorrían mi piel. - "¿Esto es lo que sentía esas suertudas esclavas cuando su campeón las poseía, hasta yo me hubi
Ailan. Poco a poco comencé a abrir los ojos, y un dolor agudo y punzante, en mi sien, me advirtió que ayer me había pasado con la bebida. Por un segundo me sentí extraña, un calor tendedor y agradable, junto a un peso sobre mi cadera, que era extraño, me hizo abrir los ojos de golpe. Algo me decía que ese calor humano no era Walter, él nunca me había abrazado a mí, mientras dormíamos, decía que se sentía agobiado, atado. La realidad se hizo camino entre la bruma dolorosa de mi sien, y todo lo vivido ayer, volvió a mi mente. Esperé que el dolor de la traición me golpeara, pero hasta eso había adormecido el hombre que estaba tumbado a mi lado, abrazado a mi espalda. Me moví inquieta recordando la noche que había pasado en brazos de ese hombre, y varios músculos que ni siquiera sabía que tenía, se resistieron con dolor. Me sentía como si hubiera estado practicando deporte intenso horas y horas. No quise pensar más en lo que había pasado anoche, porque cada vez que lo hacía, un calor
Finlay. Un sonido insistente me golpeó el oído, y con cierta ira busqué entre las sábanas el molesto objeto que perturba mi sueño, finalmente lo cogí, estaba donde lo había dejado anoche, antes de ir a ducharme, sobre mi mesa de noche. Mientras, buscaba con mi otra mano, de nuevo, al sorprendente y tentador regalo que había recibido, no quería que se despertara después de la noche que habíamos tenido, se merecía descansar hasta que yo, de nuevo, la reclamara, deseaba ducharme de nuevo con ella, la ducha que habíamos tenido de madrugada era lo más excitante que había hecho yo un baño, desde que tenía recuerdos. Tuve que contenerme, mientras descolgaba el teléfono, sintiendo que una erección considerable me demostraba que con la Diosa nada era suficiente. - “¿Qué?”- dije con una voz ronca que demostrar que había dormido poco, sentía mi garganta seca y adolorida, demostrando así que había gruñido y gemido con un maldito animal satisfecho. - “No me digas más, te bebiste todo mi regalo
Finlay. No me importo los gritos de incredulidad, y asombro de Oliver, simplemente necesitaba hablar con Fred, y Penélope, y él ocupaba la línea. - “Busca toda la información que puedas de Ailan Caroline Miller”- dije a Fred. - “La quiero para dentro de una hora.”- dije, y sin más, colgué. - “Penélope, pon todo a funcionar, me voy a quedar una temporada en Londres, tengo que cazar a la futura señora Alacintye.”- como imaginé mi asistente no se sorprendió, pocas cosas la sorprendían. - “¿Cazarla? ¿es que ya no se ha arrojado a tus pies?”- me preguntó conociendo el efecto que causo, mi dinero y yo, en las mujeres. - “Más bien me pago para que la olvidara. Mi diosa cree que tras una noche conmigo, ya tuvo suficiente de mí.”- dije ya que no tengo ningún secreto con Penélope. - “¿Y te dejó tirado, dándote sólo dinero, tras probar tus habilidades? Me gusta, tienes que casarte con ella.”- sentenció como una orden “mi jefa”. - “Lo que ordené, jefa, por cierto, ¿Me puedes decir c
Ailan. Al salir del hotel para conseguir un taxi, o un Uber, que me llevara al hospital a ver cómo se encontraba Hanna, fue recuperar mi teléfono, que, junto con mi sentido común, se habían quedado dentro de la suite reservada. No me sorprendió, ver miles de llamadas de mi hermano, conociéndolo su enfermiza necesidad de protección y control de las personas que quiere, estaría fuera de sí, pero decidí dejarlo, para el último momento. Lo primero, era lo primero, saldar mis cuentas de forma definitiva para romper toda relación con cierto Gladiator, que no era lo que yo pensaba. - “Necesito que me envíes un Uber al hotel, además de que ingreses en la tarjeta quinientas mil libras.”- le dije a Christine, mi asistente. - “Uber no te hace falta. Imaginé, cómo te conozco, que querrías huir del hotel a primera hora de la mañana, así que mandé a uno de tus escoltas que dejara tu coche en los aparcamientos privados del hotel, la llave la tienes en la recepción…”- tuve que interrumpirla, a
Ailan. En sonido de mi móvil, mientras conducía en dirección al hospital, me hizo volver a la realidad. No tenía que preguntarme quién era, sabía perfectamente quién. A estas horas insistía en llamarme, es la misma persona que solo llevaba toda la noche intentando localizarme para saber de mí, y probablemente de la mujer a la que yo iba a visitar. - “Estoy bien Arturo, deja de insistir, ¡por Dios.! Y ella, también.”- dije nada más descolgar el teléfono, usando el manos libres del coche. - “Soy yo, señorita Miller, su hermano se encuentra ahora durmiendo, anoche se pasó con los tragos, tras que la policía desalojara el local, y su hermano me ordenara que lo cerraran definitivamente, sus amigos y yo lo trajimos a la mansión, y ahora se encuentra durmiendo en su habitación, pero conociéndolo desde que se despierte, lo primero que hará es preguntar por usted y por …”- no lo dejé acabar, terminé yo la frase por él. - “Y por Hanna Müller. ¿Verdad?”- le dije. - “Si exacto, si usted me p