Finlay. Un sonido insistente me golpeó el oído, y con cierta ira busqué entre las sábanas el molesto objeto que perturba mi sueño, finalmente lo cogí, estaba donde lo había dejado anoche, antes de ir a ducharme, sobre mi mesa de noche. Mientras, buscaba con mi otra mano, de nuevo, al sorprendente y tentador regalo que había recibido, no quería que se despertara después de la noche que habíamos tenido, se merecía descansar hasta que yo, de nuevo, la reclamara, deseaba ducharme de nuevo con ella, la ducha que habíamos tenido de madrugada era lo más excitante que había hecho yo un baño, desde que tenía recuerdos. Tuve que contenerme, mientras descolgaba el teléfono, sintiendo que una erección considerable me demostraba que con la Diosa nada era suficiente. - “¿Qué?”- dije con una voz ronca que demostrar que había dormido poco, sentía mi garganta seca y adolorida, demostrando así que había gruñido y gemido con un maldito animal satisfecho. - “No me digas más, te bebiste todo mi regalo
Finlay. No me importo los gritos de incredulidad, y asombro de Oliver, simplemente necesitaba hablar con Fred, y Penélope, y él ocupaba la línea. - “Busca toda la información que puedas de Ailan Caroline Miller”- dije a Fred. - “La quiero para dentro de una hora.”- dije, y sin más, colgué. - “Penélope, pon todo a funcionar, me voy a quedar una temporada en Londres, tengo que cazar a la futura señora Alacintye.”- como imaginé mi asistente no se sorprendió, pocas cosas la sorprendían. - “¿Cazarla? ¿es que ya no se ha arrojado a tus pies?”- me preguntó conociendo el efecto que causo, mi dinero y yo, en las mujeres. - “Más bien me pago para que la olvidara. Mi diosa cree que tras una noche conmigo, ya tuvo suficiente de mí.”- dije ya que no tengo ningún secreto con Penélope. - “¿Y te dejó tirado, dándote sólo dinero, tras probar tus habilidades? Me gusta, tienes que casarte con ella.”- sentenció como una orden “mi jefa”. - “Lo que ordené, jefa, por cierto, ¿Me puedes decir c
Ailan. Al salir del hotel para conseguir un taxi, o un Uber, que me llevara al hospital a ver cómo se encontraba Hanna, fue recuperar mi teléfono, que, junto con mi sentido común, se habían quedado dentro de la suite reservada. No me sorprendió, ver miles de llamadas de mi hermano, conociéndolo su enfermiza necesidad de protección y control de las personas que quiere, estaría fuera de sí, pero decidí dejarlo, para el último momento. Lo primero, era lo primero, saldar mis cuentas de forma definitiva para romper toda relación con cierto Gladiator, que no era lo que yo pensaba. - “Necesito que me envíes un Uber al hotel, además de que ingreses en la tarjeta quinientas mil libras.”- le dije a Christine, mi asistente. - “Uber no te hace falta. Imaginé, cómo te conozco, que querrías huir del hotel a primera hora de la mañana, así que mandé a uno de tus escoltas que dejara tu coche en los aparcamientos privados del hotel, la llave la tienes en la recepción…”- tuve que interrumpirla, a
Ailan. En sonido de mi móvil, mientras conducía en dirección al hospital, me hizo volver a la realidad. No tenía que preguntarme quién era, sabía perfectamente quién. A estas horas insistía en llamarme, es la misma persona que solo llevaba toda la noche intentando localizarme para saber de mí, y probablemente de la mujer a la que yo iba a visitar. - “Estoy bien Arturo, deja de insistir, ¡por Dios.! Y ella, también.”- dije nada más descolgar el teléfono, usando el manos libres del coche. - “Soy yo, señorita Miller, su hermano se encuentra ahora durmiendo, anoche se pasó con los tragos, tras que la policía desalojara el local, y su hermano me ordenara que lo cerraran definitivamente, sus amigos y yo lo trajimos a la mansión, y ahora se encuentra durmiendo en su habitación, pero conociéndolo desde que se despierte, lo primero que hará es preguntar por usted y por …”- no lo dejé acabar, terminé yo la frase por él. - “Y por Hanna Müller. ¿Verdad?”- le dije. - “Si exacto, si usted me p
Ailan. - “¿Arturo?”- la pregunta de Hanna me hizo regresar de mis pensamientos, soltando una carcajada. - “Es verdad, que tú no sabes qué yo lo llamo así. Roy William Miller, alias rey Arturo, el creador de la mesa redonda, y de las ordenes ineludibles, el rey de su reino.”- dije sin parar de reír, para que ella, al oir mi explicación, me siquiera, me alegré de que después de lo que había pasado, aún pudiera reírse. - “Entiendo, pero ayer, … tu hermano… ¿qué pasó?”- me preguntó dejando de reír. - “La verdad es que no sé lo que pasó, al principio, yo me encontraba dándole una lección a, muy pronto, mi exmarido, eso es una lamentable historia, que ahora no quiero contar, pero cuando salí de la habitación, te vi cayéndote al suelo, mientras te deslizabas por la pared, pude agarrarte a tiempo. Mientras, mi hermano, entró en la habitación con el gilipollas que te había agredido, y conociéndolo, me imagino, que, de ese malnacido, no hubiera quedado mucho, si no llego avisar a Lean y Gav
Narrador. Mientras Hanna y Ailan hablaban en una de las habitaciones VIP del hospital, en una de las habitaciones de traumatología, un enfadado Walter Patel, rumiaba su venganza. Desde esa noche, que fue ingresado, ya lo habían visto varios policías, diciéndole que no iban a presentar cargos contra su esposa, porque lo había hecho en defensa propia. - “¿Defensa propia?, ¿Es qué no han visto como me ha dejado?”- les dijo incrédulo. Pero por las expresiones de los policías, supo que pensaban que se lo había merecido. El teléfono no había dejado de sonar, sabía que era su madre, desde anoche, no hacía más que mandarle mensajes, para que, desde que llegara de su viaje, se reuniera con ella primero, antes de ver a su esposa. Decidió mandarle un mensaje de vuelta, la verdad es que no deseaba ver a su madre, era otro de sus principales problemas, nunca había podido con ella, y su nivel de exigencia a veces o casi siempre lo agobiaban, así que decidió mandarle un mensaje para que estuvier
Finlay. Durante este estos tres días, después de que mi diosa, me hubiera dejado claro a quien era mi dueña, me dediqué a prepararlo todo para la larga temporada que me iba pasar en Londres, ya que sabía que esa escurridiza mujer, no me lo iba poner fácil, más si estaba casada. Todo esto me demostraba el poder que esa mujer tenía sobre mí. Sólo mi diosa podía conseguir lo que ella está logrando, ni siquiera la lealtad por los dos piratas podían hacerlo, si hasta Oliver tuvo que chantajearme para que fuera su padrino. La verdad es que odio Londres, como buen escoces, necesito de los espacios abiertos de Escocia, de mi Puerto de Lerwick, desde donde salen muchos de mis barcos, está el astillero que casi pierde mi padre. O las highlander, con lugares como Inverness, el Lago Ness, o mi maravillosa isla Sky, donde se encuentra el castillo de mi familia. Hoy en día es un destino turístico, cuando no lo usamos nosotros en verano, el castillo de Dunvegan, lo compró mi bisabuelo, a la hist
Finlay. - “Quiero estar ese día en la vista para el divorcio de mi futura esposa.”- les dije aun respirando como una maquina vieja a vapor, mientras de la ira sudaba como si hubiera hecho una carrera de fondo. Mi orden fue acogida por Fred y Penélope, como si hubiera dicho que desde mañana comenzaría a aniquilar a toda la población infantil de la Tierra. Sobre todo, tras dos horas de tratar de calmarme y de darme parte de la información que tenían, después de que mi asistente contabilizara y mandara a sustituir, los objetos rotos, estrellados contra paredes, muebles, y hasta el suelo. - “¡No!”- fue la respuesta de mi asistente, la única que se atrevía a responderme una negativa, estando como estaba en este momento. Aun no entendía en que estaba pensando mi diosa para acercarse a ese maldito mierda, basura, proyecto abandonado de hombre como era el Mierda Patel, hasta me enfadé con mi fututo cuñado por no haber arrancado a su hermana de las manos del hijo puta ese. Otra era la sádi