Finlay. - “Bien, y ahora vamos a ponernos al día, creo que ustedes tres, tienen algunas cuentas que saldar, y de aquí no me iré, sin haberlas cobrado”- dijo mi cuñado haciendo que mi sed de venganza ebullera dentro de mí. Sabía que la sonrisa que tenía dibujada en mi cara daba miedo, suelo utilizarla para comunicarle a mi adversario que sus minutos de vida había llegado a su fin, que voy a destrozarlo sin contemplaciones, es algo que no puedo evitar, mi parte maligna de CEO despiadado, y mis genes de guerrero escoces de las Highlander se había despertado, reclamando por la sangre del enemigo. Además, no era el único, por la forma de mirar del CEO del Grupo Miller, Roy William Miller, a esas tres ratas le quedaban minutos de disfrutar de esa vida de lujos y despreocupaciones que habían conocido hasta ahora. - "¿Y tú quién eres para habl...?"- la voz de esa entrometida se apagó poco a poco mientras miraba la sonrisa diabólica que dibujo mi
Ailan. - “No creas que de esta se va a librar tu jefe Fred, ya puedes ir avisando a su familia que hasta hoy llegó la vida de Finlay Alacintye, que busquen otro CEO que lleve M.F.P. Global, porque el actual, muere esta noche.”- sabía que gritarle desde la parte de atrás de la limusina al jefe de escoltas del Gladiator era una estupidez por mi parte, ellos sólo obedecen órdenes, pero tenía que desahogarme con alguien. Todavía no podía creer que ese estúpido de Finlay y el idiota de mi hermano se hubieran aliado para sacarnos del restaurante, de esa forma. Quería romperle la cara a esa estúpida rubia, y a la madre del ex de Hanna, por meterse con mi amiga. Pero al parecer, esos machitos CEOs, como si nosotras fuéramos unas damiselas débiles que necesitaban la protección de sus caballeros, se había entrometido sin pedírselo, además, ¿a que venía eso de que ordenaran a nuestros escoltas que nos sacaran del restaurante?, y en encima gritan a todo pulmón que éramos sus mujeres, yo no pert
Finlay. - “Señor ese es el mensaje que me ha dejado la señora Alacintye, para usted.”- me dijo Fred cuando me llamó, mientras me dirigía al ático de la mujer que yo sabía claramente que me iba hacer pasar un infierno para que me perdonara. Esto era lo malo de enamorarte de una mujer fuerte y decidida como mi diosa, Ailan era el ser más orgulloso, independiente y castigador que yo había conocido, ese fuego que la envolvía y me tenía loco de amor, también era un problema cuando esa mujer se enfada, o le cegaba la ira. - “Cambio, vamos a esta dirección, y rápido, mi vida depende de ello.”- le dije al chofer, mientras me preparaba mentalmente para lo que esa peligrosa mujer, y su aún más peligrosa cabeza, tuvieran preparado. Nada más llegar, y dar mi nombre, fui invitado a entrar para dirigirme al ático, mientras veía a mis escoltas, y los escoltas Ailan, colocados en sus puestos, ese edificio estaba más protegido que Forntnox. Nada más llegar ático, vi que la puerta estaba abierta,
Ailan. - “Desconecta la electricidad del ático unos segundos”- al oir estas palabras de su boca lo comprendí todo. Fueron una sentencia a mi estupidez, ¿cómo se me había podido pasar eso?, ¿cómo había podido caer en mi propia trampa? Me sentí como en escorpión que, en sus ansias por acabar con su adversario, se terminó picando así mismo, y muriendo por su propio veneno. Intente poner el pestillo mecánico que tenía la puerta, pero como siempre, ese hombre fue mucho más rápido que yo. En segundos me encontré en sus brazos totalmente desnuda, y paralizada por su mirada, que describía todo lo que pensaba hacerme por haber traspasado ciertos límites, que ese hombre ya no contenía. - “Comprendo que me merezco el castigo por ir de machito mandón y controlador, pero eso mi diosa, déjemelos para mañana, incluso me puedes castigar toda la vida si quieres, ahora sólo te necesito a ti, y esta necesidad hace rato que ha sobrepasado miles de fronteras, hasta volverse ineludibles.”- me dijo ant
Finlay. - “¿Estás seguro de que confías en mí?”- me preguntó por segunda vez mi bella diosa con dudas de mi reacción, mostrándome unas esposas, mientras estaba sentada sobre mí, y yo la agarraba por las caderas. Esta mujer no sabía lo importante que era para mí esa pregunta, más de lo que ella creía, la primera vez que la respondí, ni lo pensé, salió con total la sinceridad de mi interior, nada era más importante para mí que la confianza, mi padre había sido engañado por aquellos en los que había confiado, y por eso casi perdimos todo, desde ese momento, me costaba confiar en la gente, pocos gozaban de ese privilegio, a pocos se los había otorgado. Pero esa mujer la había obtenido sin proponérselo y de manera natural, no concebía no confiar en ella, era como no confiar en mí mismo. Saberme controlado por los deseos de esa mujer, al aceptar su petición es, sin lugar a dudas, lo más excitante que he hecho nunca, así que, como la primera vez, ni dude en aceptar, mientras la miraba
Finlay. - “Desde luego mamá no podías ser menos oportuna.”- le dije después de ver como Ailan me lanzaba el teléfono, justo después de soltarme de las esposas, para a continuación salir como el alma que lleva el diablo de la habitación, aún desnuda. - “Yo que iba a saber, la próxima vez avisa, hijo, aunque me alegro de que estes cumpliendo con la promesa que le haces a tu madre.”- me dijo con esa sonrisa intimidante y peligrosa que solía tener cuando me pillaba infraganti en alguna maldad, una maldita sonrisa que me perseguía desde niño. Siempre me ha dado pánico esa sonrisa, prefería que me regañara o me castigara, tanto a yo, como mi padre, cuando estaba vivo, sabíamos que, si mi madre sonreía así, nada de lo que hiciéramos serviría, el resultado iba a ser el mismo, la señora Alacintye, ya había ganado. - “No sé lo que estás pensando, señora Seelie Alacintye, pero quítate esa idea de la cabeza, mi esposa no conoce tus trucos maquiavélicos, y no quiero que los conozca.”- le dije
Ailan. - “Estamos en problemas”- le dije comenzando a asentirme agobiada, de nada servía los besos que ese hombre me daba, la realidad, después de la pasión, seguía ahí. Tampoco me tranquilizó su respuesta. - “Y no sabes cómo”-dijo Finlay mientras yo en sus brazos lo miraba interrogante. - “Mi madre viene en tres días a conocerte.”- oír esa palabra fue como ver cerrar la tapa de un ataúd, mientras tratas de respirar con ansiedad. Eso no era lo que yo no quería, no quería volver a jugar a este juego otra vez, lo único que me había hecho, en estos últimos cuatro años, es perder muchas cosas importantes en mi vida, incluso mi capacidad de ser madre. No deseaba sentir más de lo que podía controlar, ni derribar las barreras que me había costado poner para protegerme, si unimos esto a que anoche había descubierto que ese hombre, en poco tiempo, estaba desquebrajando todo lo que me había construido, casi sin esfuerzo, y por desgracia, con mi colaboración, y que ahora entraba la fami
Ailan. - “¿No lo comprendo? Tengo en el vestidor más de doce vestidos, tres de ellos de fiesta, que aún no he estrenado, ¿Me puedes explicar por qué tengo que comprarme otro vestido más? ¿Además no se supone que es una fiesta familiar?”- se quejó por enésima vez Hanna. Sacarla del ático de Roy había sido una incursión digna de un comando Ranger, o Seal de la Marina Americana. Y no por ella exactamente, seguro que la pobre ya había sufrido el tercer grado, con intimidación, de la Diosa Miller, mientras mi padre ubicaba a mi hermano de que un Miller, siempre cumplía con su deber. Más bien, la causa de esa incursión secreta, para liberar a Hanna de la influencia de la Diosa, era también algo de tipo egoísta, debía enviar como fuera el ser atrapada, por lo menos por unas horas del mandato- sentencia de mi madre, así como de las explicaciones que me pediría mi padre, por haber desaparecido la noche que ellos y mis padrinos, habían llegado de Nueva York. Sobre todo, porque esos dos enan