Samantha comenzó a removerse entre las sábanas al escuchar ruido de fuera. Fue abriendo poco a poco sus ojos hasta toparse con el rostro de Daniel. El hombre se encontraba profundamente dormido, su rostro se veía relajado, el cabello negro le caía sobre la frente sus labios se encontraban entreabiertos y además su brazo estaba sobre la cintura de ella.La peli café parpadeó un par de veces intentando descifrar cómo salir de ahí sin despertarlo. Aquella posición era un tanto comprometedora, especialmente porque sus cuerpos estaban más unidos de lo que ella hubiera esperado. Se movió lentamente y él también lo hizo sin abrir los ojos. La chica estaba a punto de salir de la cama cuando tocaron la puerta. Daniel despertó y al ver a Sam en su intentó de alejarse de él quitó rápido su brazo para luego darle una mirada de disculpa.—¿Quién? — Preguntó finalmente.—Soy yo. — La voz de Lucas hizo que se relajarán.—Pasa. — El niño abrió la puerta y al ver a sus padres en la cama se lanzó para
Samantha se encontraba en una reunión junto con los maestros para elegir a los supervisores del baile de disfraces. Era increíble cómo el tiempo había pasado más rápido de lo esperado. Cinco meses desde que se había casado con Daniel. Otoño había ya comenzado y la noche de brujas estaba más cerca de lo esperado.—Pienso que con turnos las cosas serán más fáciles. De esa forma los profesores también podrán descansar. — Sugirió la joven.—Claro, es una excelente idea. Vamos a dividirnos en grupos y luego sortearemos los horarios. — Los profesores asintieron y procedieron a realizar los grupos y el sorteo. A Samantha le tocó el primer turno de siete de la noche a ocho. Con eso hecho, dieron por finalizada la reunión. Samantha fue a su cubículo y ordenó sus cosas para luego caminar a la salida. De camino se encontró con dos de sus estudiantes de noveno grado.—Señorita Jones, buenas tardes.—¿Qué tal chicos? ¿Qué se les ofrece?—Escuchamos que usted tendrá el primer turno para el baile de
Al llegar a casa la joven agradeció mucho que Paul estuviera ahí para ella. Eran las cinco de la tarde así que supuso que Lucas ya estaba en casa. Caminó hasta la cocina encontrándose con Alba quien limpiaba la cocina.—Señora.—Buenas tardes Alba. ¿Cómo estás?—Estoy bien señora. Le he dejado la cena hecha. No sé si comerá junto con el señor.—¿Daniel? — Frunció el entrecejo.—Sí, él se encuentra en su oficina. — Sam abrió sus ojos de par en par y luego negó levemente.—Comeré más tarde Alba, muchas gracias. — Sonrió y con eso la joven subió a su habitación, claro que en medio del camino Daniel la detuvo.—¿Dónde andabas? ¿A dónde te fuiste? ¿Por qué no respondes tu celular?—Bueno, a qué viene este interrogatorio. — La joven lo miró con los ojos entrecerrados. —¿Para qué quieres saber?—¿Cómo que para qué? Te fuiste de la oficina sin decir nada y ni siquiera Lidia sabía dónde estabas. Me dijo que te fuiste con Paul.—Bueno sí ya sabes con quién estuve por qué me preguntas.—¿Estás e
La fiesta de disfraces estaba a un día de suceder y Samantha se presentaba ante un problema.—No tenemos los pastelitos. Esto es un horror me va a dar algo. — Angela, una de sus estudiantes y parte del comité del baile parecía más estresada que cualquier jovencita a la que había visto.—¿Qué sucede? Explícame.—Señorita Jones, la cosa es que nos han cancelado nuestro pedido de pastelitos. Podemos hacerlos, pero necesitamos una cocina grande. No sabemos que hacer. — Explicó Virginia. Samantha asintió y entonces recordó la enorme cocina que estaba en la casa de Daniel. Se sentí un poco mal de pensar en ella después de que ni era de ella. Además, no quería hablar con Daniel. Desde lo que había sucedido hace unos días con lo del abrazo se sintió frustrada. Él le había dicho que eran amigos. No era algo malo, pero, a decir verdad, le molestaba esa palabra.—¿Profesora? — Miró las afligidas caras de las jóvenes y tuvo que ceder antes su orgullo.—Denme un momento. — Sacó su celular y caminó
Samantha se acercó a Daniel y lo miró con una sonrisa.—Gracias por esto.—No es nada. — Los dos compartieron miradas de una forma que para los demás era entendible, cariño. Sin embargo, ninguno de los dos fue capaz de darse cuenta. La joven rompió el contacto visual y se dirigió a sus estudiantes.—Ellos son algunos de mis alumnos. — Le explicó. —Virginia, Angela, Jonah, Fran y Clara. Los cinco son parte del consejo del baile.—Un placer chicos, soy Daniel Harrison.—Vaya que es apuesto. — Comentó Angela en voz alta. Los demás se rieron por su comentario y ella se puso colorada. Daniel sonrió nervioso.—No los molesto más, sigan con su trabajo.—¿Quisiera ayudarnos señor Harrison? — Preguntó Angela inocentemente.—Si por favor. — La apoyó Fran. El pelinegro entreabrió los labios sin saber qué responder mientras Sam se encogía de hombros.—¿Crees que es buena idea? — Preguntó cerca de su oído.—No veo por qué no. — El muchacho asintió.—Bien, solo iré a cambiarme. — Los chicos celebra
Daniel comprendía los sentimientos de Jonah, era imposible no hacerlo. El muchacho había demostrado una actitud de defensa frente a lo que presenció en aquella cocina. Sin embargo, estaba seguro de que los sentimientos de ese muchacho pueden ser pasajeros y no debía hacerlo sentir mal con ello.—¿Es Sam? — Preguntó finalmente. El joven asintió y luego escondió sus manos debajo de la mesa. —Entiendo. — Jonah frunció el entrecejo y luego lo miró.—¿No está enfadado?—Enfadado no, confundido. — Jonah se quedó sin palabras. — No puedo estar enfadado con un chico que está aprendiendo a vivir Jonah. Escucha, entiendo tus emociones, sin embargo, a veces confundimos el amor romántico con un amor de admiración. — El joven parpadeó varias veces. La señorita Jones siempre había sido una joven muy amable, con todos sus alumnos. Él era consciente de que no era especial para ella, pero lo apoyaba en lo que él era capaz. Lo animaba a perseguir sus sueños, cosa que sus padres nunca hicieron. Siempre
La fiesta fue un éxito. Todos en la escuela hablaron de los cupcakes y lo deliciosos que estaban. Había pasado dos días de la dichosa fiesta y el día de brujas estaba cada vez más cerca.Se encontraba en casa jugando con Lucas cuando Daniel apareció en la habitación para informarle que era hora de dormir.—Quiero un cuento. — Solicitó el pequeño y los dos tuvieron que pensar en uno. Sam recordó la historia de un libro que había leído, sobre una chica que no tenía nada y de pronto lo tiene todo.—Esta chica recibe dinero de la nada. Sin pistas y sin relación con el hombre que le deja una herencia. La joven confundida, no sabe qué hacer. Especialmente porque aquel hombre amaba los acertijos.—Me gustan los acertijos. — Sonrió Lucas.—Pues a esta chica también. ¿Sabes cuál fue el primer reto que tuvo que afrontar?—¿Cuál?—Abrir una puerta. — Lucas abrió sus ojos de par en par. — Uno de los nietos del señor le ofrece un ciento de llaves y debe adivinar cuál de ellas es la correcta.—¿Y q
Cuando Samantha se encontró con Daniel, no esperaba impresionarlo. Aunque no quisiera admitirlo, lo había hecho, el muchacho se encontraba charlando con Lucas y Vic sobre que rutas tomar para conseguir los mejores dulces.—Recuerda no separarte de Vic. Vic, por favor, aunque te haga su cara de ángel no lo dejes ver películas de terror o de lo contrario va a tener pesadillas.—Entiendo capi. — Daniel soltó un suspiro. —Y que se lave los dientes.—Eso tenlo por seguro. — Miró hacia detrás de él luego de responder sonriendo al ver a Sam. Daniel se percató del gesto de la pelinegra y se giró a verla. Sam conectó su mirada con la de él. Daniel parpadeó varias veces y luego tragó con dificultad. Samantha se veía hermosa y sexy. Aquel traje de pirata ceñía su cintura además de redondear sus atributos superiores. La falda roja de vuelos le llegaba un poco arriba de las rodillas y sus botas eran altas llegando casi a la rodilla. Su cabello estaba peinado con algunas ondas y dos pares de trenz