Los tres bajaron del auto frente a la gran mansión de los Jones. Los autos entraban por una reja de al menos unos cuatro metros de altura y luego recorrían un camino rodeado de árboles por al menos unos cinco minutos. La joven se dio cuenta que otros autos estaban adentrándose en la propiedad.—Es una cena o una fiesta. — Daniel se encontraba observando su celular y en cuanto escuchó la joven levantó la mirada.—Para mis padres, una cena es donde solo hay al menos unas cincuenta personas. — La joven tragó nerviosa, eso no se escuchaba para nada bien. Lucas mientras tanto, se encontraba contando las borlas de la pulsera blanca de Sam.Una vez el auto se detuvo frente a la puerta, la joven quedó más impresionada. Había que subir unas escaleras, al menos unas 25, calculaba y luego, se encontraba la entrada de doble puerta donde unos mayordomos recibían a la gente que ingresaba. Justo detrás de esa entrada veía el resto de la menos con al menos unas cincuenta habitaciones dentro. Incluso
Sam intentó calmar a la pequeña. La niña parecía afligida y eso la preocupaba. La cargó y la sentó en el mismo sitio donde había estado Lucas y le quitó el cabello de la cara. Buscó una servilleta encontrando una de tela. Con ella pasó la pieza sobre sus ojos con suavidad.—No llores pequeña.—Odio a ese niño. — Admitió. Sam hizo una mueca.—Lucas es un niño increíble Ariana, no estuvo bien lo que hizo, pero te prometo que él no suele ser así. Si él se disculpa, ¿aceptarías su disculpa? — La pequeña se sorbió la nariz y miró a Samantha para luego asentir despacio. La joven sonrió y acarició el brazo de la pequeña para luego escuchar un golpe fuerte de una puerta. Lucas estaba ahí, solo. Samantha parpadeó varias veces sorprendida por verlo ahí, tan serio.A zancada, el pequeño se acercó hasta donde estaba Ariana y luego tomó aire.—¡Lo siento mucho! — Exclamó. —Lamento haberte jalado el pelo, lo siento. — Sam parpadeó varias preguntándose si este en verdad era Lucas. ¿Qué le había dich
La joven colocó su mano sobre el pecho de Daniel y lo empujó ligeramente, él la levantó y finalmente se alejaron, ambos se encontraban ligeramente sonrojados, Sam podía sentir cómo su corazón latía con fuerza intentando comprender qué había sido ese momento.—Será mejor que volvamos. — Indicó el pelinegro y ella aceptó. Caminaron de regreso y se ubicaron en sus asientos intentando olvidar todo lo que había sucedido.El resto de la cena pasó de forma tranquila. Antes de volver a casa, Paul se despidió de ella y en ese momento, un hombre de cabello café con ojos claros se acercó. En cuanto vio a Daniel lo saludo.—Señor Kidd, que bueno verlo. Ella es mi esposa Samantha Jones.—Un placer conocerla. Paul me contó que era amigo suyo. — Paul sonrió levemente. —Me alegra verte contento Daniel, parece que tu esposa es una gema.—No me dé tanto crédito.—Lo mereces. — Comentó Paul. Ella sonrió mientras Daniel fruncía los labios.—Gracias por la cena. Espero lleguen bien a sus casas. — Se despi
Samantha comenzó a removerse entre las sábanas al escuchar ruido de fuera. Fue abriendo poco a poco sus ojos hasta toparse con el rostro de Daniel. El hombre se encontraba profundamente dormido, su rostro se veía relajado, el cabello negro le caía sobre la frente sus labios se encontraban entreabiertos y además su brazo estaba sobre la cintura de ella.La peli café parpadeó un par de veces intentando descifrar cómo salir de ahí sin despertarlo. Aquella posición era un tanto comprometedora, especialmente porque sus cuerpos estaban más unidos de lo que ella hubiera esperado. Se movió lentamente y él también lo hizo sin abrir los ojos. La chica estaba a punto de salir de la cama cuando tocaron la puerta. Daniel despertó y al ver a Sam en su intentó de alejarse de él quitó rápido su brazo para luego darle una mirada de disculpa.—¿Quién? — Preguntó finalmente.—Soy yo. — La voz de Lucas hizo que se relajarán.—Pasa. — El niño abrió la puerta y al ver a sus padres en la cama se lanzó para
Samantha se encontraba en una reunión junto con los maestros para elegir a los supervisores del baile de disfraces. Era increíble cómo el tiempo había pasado más rápido de lo esperado. Cinco meses desde que se había casado con Daniel. Otoño había ya comenzado y la noche de brujas estaba más cerca de lo esperado.—Pienso que con turnos las cosas serán más fáciles. De esa forma los profesores también podrán descansar. — Sugirió la joven.—Claro, es una excelente idea. Vamos a dividirnos en grupos y luego sortearemos los horarios. — Los profesores asintieron y procedieron a realizar los grupos y el sorteo. A Samantha le tocó el primer turno de siete de la noche a ocho. Con eso hecho, dieron por finalizada la reunión. Samantha fue a su cubículo y ordenó sus cosas para luego caminar a la salida. De camino se encontró con dos de sus estudiantes de noveno grado.—Señorita Jones, buenas tardes.—¿Qué tal chicos? ¿Qué se les ofrece?—Escuchamos que usted tendrá el primer turno para el baile de
Al llegar a casa la joven agradeció mucho que Paul estuviera ahí para ella. Eran las cinco de la tarde así que supuso que Lucas ya estaba en casa. Caminó hasta la cocina encontrándose con Alba quien limpiaba la cocina.—Señora.—Buenas tardes Alba. ¿Cómo estás?—Estoy bien señora. Le he dejado la cena hecha. No sé si comerá junto con el señor.—¿Daniel? — Frunció el entrecejo.—Sí, él se encuentra en su oficina. — Sam abrió sus ojos de par en par y luego negó levemente.—Comeré más tarde Alba, muchas gracias. — Sonrió y con eso la joven subió a su habitación, claro que en medio del camino Daniel la detuvo.—¿Dónde andabas? ¿A dónde te fuiste? ¿Por qué no respondes tu celular?—Bueno, a qué viene este interrogatorio. — La joven lo miró con los ojos entrecerrados. —¿Para qué quieres saber?—¿Cómo que para qué? Te fuiste de la oficina sin decir nada y ni siquiera Lidia sabía dónde estabas. Me dijo que te fuiste con Paul.—Bueno sí ya sabes con quién estuve por qué me preguntas.—¿Estás e
La fiesta de disfraces estaba a un día de suceder y Samantha se presentaba ante un problema.—No tenemos los pastelitos. Esto es un horror me va a dar algo. — Angela, una de sus estudiantes y parte del comité del baile parecía más estresada que cualquier jovencita a la que había visto.—¿Qué sucede? Explícame.—Señorita Jones, la cosa es que nos han cancelado nuestro pedido de pastelitos. Podemos hacerlos, pero necesitamos una cocina grande. No sabemos que hacer. — Explicó Virginia. Samantha asintió y entonces recordó la enorme cocina que estaba en la casa de Daniel. Se sentí un poco mal de pensar en ella después de que ni era de ella. Además, no quería hablar con Daniel. Desde lo que había sucedido hace unos días con lo del abrazo se sintió frustrada. Él le había dicho que eran amigos. No era algo malo, pero, a decir verdad, le molestaba esa palabra.—¿Profesora? — Miró las afligidas caras de las jóvenes y tuvo que ceder antes su orgullo.—Denme un momento. — Sacó su celular y caminó
Samantha se acercó a Daniel y lo miró con una sonrisa.—Gracias por esto.—No es nada. — Los dos compartieron miradas de una forma que para los demás era entendible, cariño. Sin embargo, ninguno de los dos fue capaz de darse cuenta. La joven rompió el contacto visual y se dirigió a sus estudiantes.—Ellos son algunos de mis alumnos. — Le explicó. —Virginia, Angela, Jonah, Fran y Clara. Los cinco son parte del consejo del baile.—Un placer chicos, soy Daniel Harrison.—Vaya que es apuesto. — Comentó Angela en voz alta. Los demás se rieron por su comentario y ella se puso colorada. Daniel sonrió nervioso.—No los molesto más, sigan con su trabajo.—¿Quisiera ayudarnos señor Harrison? — Preguntó Angela inocentemente.—Si por favor. — La apoyó Fran. El pelinegro entreabrió los labios sin saber qué responder mientras Sam se encogía de hombros.—¿Crees que es buena idea? — Preguntó cerca de su oído.—No veo por qué no. — El muchacho asintió.—Bien, solo iré a cambiarme. — Los chicos celebra