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Capítulo uno. Invitación

Invitación

Cinco años después.

El sonido de una carpeta golpeando el lujoso escritorio de caoba hizo que Derrick Phillips saliera de sus recuerdos. Amargos recuerdos. No sin sentir la bofetada de Valeria Anderson sobre su mejilla, como si en vez de ser un recuerdo, ella volviera a golpearle justo en ese momento.

—¡Derrick! —el grito enojado del hombre le hizo levantar la mirada, Derrick enarcó una ceja al ver el rostro serio de su padre parado delante de él.

—Buenos días —dijo, con la intención de molestar a su padre por la interrupción e invasión a su oficina.

—¿Buenos días? —preguntó con tono irónico—. No sé lo que para ti es sinónimo de un buen día, Derrick. ¿Hasta cuándo seguiremos siendo víctimas de tus escándalos? —cuestionó Patrick Phillips con el rostro rojo por el enojo y la vergüenza que, cada día su hijo mayor le hacía pasar a él y al resto de la familia.

—No tengo la menor idea de lo que hablas y tampoco estoy interesado en saberlo —respondió poniéndose de pie—. Tengo que asistir a una reunión importantísima con el señor Yamanaka por el nuevo centro comercial que construirá y que estará a cargo de Phillips Company —añadió seguro de quedarse con el proyecto, pues sus competidores no eran rivales para él.

Excepto una.

Derrick no quiso pensar en ella, se negó a hacerlo…

—Es posible que logres quedarte con el contrato del señor Yamanaka, pero a este paso dudo mucho que puedas estar al frente para realizarlo—gruñó Patrick, colocando las manos sobre el escritorio.

—¿Qué quieres decir? —cuestionó Derrick con el ceño fruncido, una evidente señal de que estaba perdiendo la paciencia.

—No voy a seguir solapando tus idioteces, Derrick —dijo—. Estoy cansado de que el nombre de la familia sea mencionado todos los días en los portales de internet, en la prensa escrita…

—Deberías estar agradecido —le interrumpió Derrick con enfado.

—¿Agradecido? —preguntó Patrick con todo irónico—. Tendría que estar loco para agradecerte que el nombre de nuestra familia sea conocido por tus escándalos —dijo poniendo énfasis en aquellas dos palabras—, relegando todo lo que es realmente importante —añadió.

—Deja de hacer corajes, papá, le hará daño a tu salud —dijo en tono burlón, sabiendo lo mucho que su padre odiaba el escándalo. Razón por la que todos los días se metía en uno desde varios años atrás, desde que…

Derrick negó con un movimiento de cabeza, no quería pensar en el pasado, aunque este estuviera a la vuelta de la esquina. ¡Vivían en la misma ciudad! Era imposible no encontrarse de vez en cuando o de vez en diario.

Derrick era un hombre inteligente, un tiburón para los negocios, pero se había convertido en un playboy para vengarse de su padre y quizás para castigarse un poco…

—Te has pasado de la raya, Derrick, ¡estás arrastrando el buen nombre de nuestra compañía por los suelos! —gritó, Patrick se pasó la mano sobre el cabello, un evidente signo de frustración—. No me has dejado más opciones que tomar el caso con la seriedad que amerita, de lo contrario seguirás sin tomar la responsabilidad de tus actos —añadió.

Derrick miró una vez más a su padre antes de bajar la mirada sobre la carpeta que él amablemente estrelló contra la madera de su escritorio, la abrió y encontró la foto de él y su actual amante, la escena por supuesto no era ninguna cosa decente y si pudiera sentirse un poquito avergonzado por la situación, seguramente lo hubiese hecho, pero… Cinco años ya lo habían insensibilizado…

—¿Qué piensas hacer? —preguntó, cerrando la carpeta. Derrick metió las manos en sus bolsillos y miró a su padre.

—No me dejas más opciones, Derrick. Tienes que casarte —soltó.

Derrick pensó que su padre se había vuelto loco, él no tenía una novia formal, tenía amantes de ocasión, mujeres que no esperaban un anillo de compromiso en el dedo, que no soñaban con caminar vestidas de blanco y del brazo de su padre al altar. Él no creía en el matrimonio, menos cuando su único ejemplo era el de sus padres.

—¿Te has vuelto loco? —le preguntó, mientras luchaba para contener el enojo que nacía desde el centro de sus entrañas.

—No, pero estoy cansado de tus acciones —dijo—, cásate o ten un hijo que te haga sentar cabeza, no importa lo que sea. ¡Hazlo! —gritó.

Derrick miró con enojo a su padre, sacó sus manos de sus bolsillos y como si el hombre ya no estuviera presente, descolgó su gabardina, se la colocó al hombro, tomó su portafolio y salió de la oficina sin decir ni media palabra.

¿Qué se creía su padre para pedirle casarse o tener un hijo? ¡Estaba loco si pensaba que iba a obedecerle! La última vez que lo había hecho, las cosas terminaron mal para él, mientras Patrick gozaba de unas deliciosas vacaciones en Bora Bora.

—¿Derrick? —la voz de Archer le hizo detener sus pasos.

—Date prisa, tenemos una cita con el señor Yamanaka en menos de treinta minutos, no quiero llegar tarde —señaló Derrick, sin ver a su amigo.

—¿De nuevo tu padre? —preguntó el hombre caminando un paso atrás de Derrick.

—Nada nuevo —respondió sin interés de explicar lo que acaba de suceder en la oficina.

—Tienes que aceptar que esta vez tu padre lleva razón, Derrick, tus escándalos pueden afectar los intereses de la compañía, no solo a tu padre —señaló Archer. Lo que hizo a Derrick meterles freno a sus pasos.

—¿Eres amigo mío o de mi padre? —le cuestionó. La mano de Derrick se cerró sobre su portafolio, tan apretado que sus nudillos se pusieron blancos por la presión ejercida sobre la cinta de cuero.

—Tuyo, por supuesto —respondió Archer con premura.

—No lo parece —refutó Derrick continuando su camino, haciendo que Archer corriera detrás de él.

El trayecto a Yamanaka Company fue relativamente corto, Derrick agradeció que su amigo viniera en su propio auto, lo último que deseaba era tener otra discusión antes de su presentación. El contrato de ese día era el mejor de todo el año, algo que había estado esperando para lanzar la constructora familiar al puesto número uno de nuevo.

Derrick entró al subterráneo del edificio, estacionó su auto y sin esperar por Archer, caminó al ascensor, estaban llegando con el tiempo justo… Sin embargo, se llevó una desagradable sorpresa, cuando la asistente del señor Yamanaka le dijo que su jefe ya estaba en reunión.

—Debe haber un error —dijo, al tiempo que Archer llegaba a su lado.

—Le aseguro que no existe ningún error, señor Phillips. El señor Yamanaka esperaba por ella —dijo.

Derrick apretó la mandíbula.

—El señor Yamanaka tendrá que cumplir con el horario —dijo, tratando de sonar enojado, aunque su rostro contradecía su tono de voz.

—El señor Yamanaka no faltará a su palabra —Derrick giró el rostro casi con violencia al escuchar la voz de la mujer, sus ojos se encontraron por un breve minuto antes de que la hermosa rubia con ojos azules color hielo dejaran de verlo y se concentrara en el señor Yamanaka.

—Estaré atenta a su llamada —le susurró con una ligera sonrisa.

Derrick achicó los ojos y apretó los dientes, tan fuerte que por un momento pensó que iba a partírselos.

—Valeria… —dijo con voz ronca.

—Señorita Anderson, para usted, señor Phillips, no tenemos la confianza para tutearnos —refutó ella con una voz afilada, que Derrick sintió como si dagas le perforaban el pecho—. En realidad, ni siquiera vale la pena —añadió con una sonrisa cruel.

—No quisiera, pero tengo que despedirme —dijo Valeria, haciendo irrelevante la presencia de Derrick, concentrando su mirada de hielo en el japonés.

—Es una verdadera pena —convino el hombre.

—No me extrañe tanto —Valeria se acercó un poco, pero no lo suficiente como para evitar que Derrick escuchara lo que tenía que decir—. Me honrará demasiado si puedo contar con su presencia el próximo sábado, Kenji —dijo de manera sensual.

El cuerpo de Derrick se estremeció, no sabía si era por el tono empleado por Valeria, si era porque tenía pocas posibilidades de conseguir ese negocio con ella metida en medio o porque recordó que el sábado era su cumpleaños.

—Le aseguro que nada me impedirá estar presente —respondió el hombre.

Valeria esbozó una hermosa sonrisa, capaz de derretir el corazón más frío, pero no la frialdad de sus propios ojos…

Derrick tuvo que hacerse a un lado para no ser atropellado por Valeria, ella parecía poco dispuesta a desviar su camino.

—Usted también está invitado, señor Phillips —le susurró—. Espero que pueda asistir —añadió sonriendo, provocando que Derrick experimentara un escalofrío por toda su columna vertebral, mientras Valeria pasaba a su lado para luego desaparecer de su vista cuando las puertas del ascensor se cerraron. Dejando una terrible inquietud en Derrick y muchas preguntas. Como, por ejemplo: ¿Por qué lo había invitado? ¿Qué es lo que Valeria Anderson se traía entre manos?

“Los hombres se conducen principalmente por dos impulsos; por amor o por miedo.” (Maquiavelo)

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