Miré a Enzo: —Gracias por lo de hoy. Tu herida… también fue por salvarme. Si necesitas algo, no dudes en llamarme.—Está bien —respondió él.Enzo sonrió suavemente y miró hacia la sala de urgencias: —Ya que el señor Vargas está contigo, me voy. Estaré en la Ciudad de Porcelana durante un tiempo, así que si necesitas algo, contáctame.—Que el señor Jiménez se recupere pronto.Mateo, con su mano sobre mi hombro, dijo: —Si ella tiene un problema, yo estoy aquí, así que no va a molestarte.Enzo levantó una ceja: —Eso no es seguro.Después de despedirse, se marchó.Una vez que se fue, mi mente se centró en mi abuela. No sabía cómo estaba la situación en la sala de urgencias.Según K, el medicamento que le estaban administrando no debería causar la muerte de inmediato.Pero si realmente la envenenaron, conseguir el antídoto sería complicado…Pensando en esto, me sentía angustiada.La mano sobre mi hombro se apretó un poco: —¿Te preocupa tu abuela?—Sí.Asentí, preocupada: —Estaba a punto de
El asistente respondió rápidamente: —Sí, en un momento les transmitiré su mensaje.Cuando el auto se detuvo en la Villa Serena, el propietario de la villa se mostró ostentoso, dejando la puerta principal abierta de par en par.Sin embargo, en el jardín había varios hombres de negro vigilando.La ira de Enzo ya no podía ser contenida.—¡Señor!—¡Señor!Al ver a Enzo bajar del auto, los hombres de negro lo saludaron con respeto.K estaba cómodamente reclinado en el sofá, con las piernas cruzadas sobre la mesa. Su cuerpo temblaba involuntariamente cuando Enzo entró a grandes zancadas.Antes de que K pudiera enderezarse, un puñetazo impactó con fuerza en su sien.Era un golpe que iba directo a acabar con su vida.K no era de buen carácter y estaba a punto de estallar, pero se contuvo, llevándose la mano a la frente y mirando a Enzo: —¿Te has vuelto loco?—¿Loco?Enzo presionó con firmeza su pistola contra la frente de K, su mirada era de veneno, y rugió en voz baja: —¡Creo que eres tú qui
Aunque K había estado al servicio de Enzo durante años, su experiencia le permitía captar algunas de sus intenciones.Siempre supo que era un hombre implacable, pero no tenía claro hasta qué punto estaba enamorado de la señorita Lamberto.¿Cuándo dejará de ser sutil y optará por métodos más directos en lugar de seguir con rodeos?Enzo guardó el frasco de medicina en el bolsillo de su traje y, bajo la mirada inquisitiva de K, se levantó y dijo: —Me voy.K preguntó: —¿Y ahora qué?—Tu prioridad ahora...Enzo miró hacia el patio y, con tono frío, le recordó: —Encuentra un nuevo lugar para ti y tu gente.—¿Cambiar de lugar?K frunció el ceño: —La familia Vargas ya ha revisado aquí. Este sitio es más seguro que otros.Enzo arrojó la mitad de su cigarro al cenicero con desdén y replicó: —¿Crees que Mateo es ingenuo? ¿No puede pensar en lo que tú piensas?Mientras hablaba, miró la hora y advirtió: —Te quedan como máximo diez minutos. La Ciudad de Porcelana es territorio de la familia Vargas.
—... Está bien.Más tarde, llevaron a mi abuela de la sala de urgencias a la habitación VIP. Su rostro estaba pálido, pero estaba consciente.Apenas me acerqué, llegaron Eloy, Sebastián e Ignacio.—¡Delia!Exclamó Eloy, corriendo hacia mí, con los ojos enrojecidos: —¡Me asustaste mucho! ¿Por qué no me contactaste directamente cuando pasó esto? Te pusiste en peligro, y si te pasa algo, ¿qué voy a hacer?—Mamá...Murmuré, apretando mis manos. Estaba acostumbrada a enfrentar las cosas sola y no sabía cómo pedir ayuda: —Lo siento, estaba tan nerviosa que no pensé con claridad.—¡Niña tonta!Eloy me soltó y, secando las lágrimas de mi rostro, me advirtió con seriedad:—A partir de ahora, si algo te ocurre, no puedes actuar así, ¿me oyes?Sentí un nudo en la garganta y asentí con firmeza: —¡Sí!Miré a Sebastián, sintiéndome algo nerviosa.—¿Por qué te sientes así? No te voy a regañar.Después de presentarme a Ignacio, Sebastián no perdió tiempo y, con respeto, dijo: —Señor, necesito que exami
Sin duda, el mensaje provenía de K.Mateo tomó mi celular y llamó de inmediato.Nadie contestó.Recuperé el celular y fui al balcón para marcar a Isabella.Al escuchar mi voz, pareció sorprendida y de mal humor.—Delia, ¿sigues viva...? —dijo, y se interrumpió—. ¿Por qué me llamas?Se hacía la desentendida.No quise rodeos, así que fui directa: —Isabella, sé que quieres que Estrella obtenga la herencia de la familia Hernández. Acepto. Todo lo que me dejó la abuela en el testamento se lo puedo ceder a Estrella. ¿Te parece bien?—¿Ah?Isabella, visiblemente satisfecha, respondió con tono relajado: —¿Esto es una negociación o me estás... suplicando?Miré a mi abuela, que dormía plácidamente, y contuve mi enojo: —Interprétalo como quieras. Solo quiero el antídoto. Isabella, si algo le pasa a la abuela, tampoco te beneficiará, ¿verdad?Temían que mi abuela recuperara la lucidez y me reintegrara a la familia Hernández, pero no se atrevían a hacerle daño irreversible.Temían que, según el tes
Mateo no se movió. Me miró con las pestañas ligeramente caídas y, con seriedad, preguntó: —Delia, ¿pretendes asustarme hasta morir?—...Lo siento.Sé que se refiere a lo de hoy. Tomé su pequeño dedo meñique y lo moví suavemente: —Me equivoqué, Mateo. Aún me da un poco de miedo recordarlo.—¿Ahora te asustas?—Sí... me asusta.Lo miré hacia arriba, mordiendo mi labio: —En el instante en que sonó el disparo, solo pensaba en una cosa: ¿qué harías si yo muriera...?No terminé la frase cuando, de repente, me abrazó con fuerza y apoyó su barbilla en mi cabeza: —Al menos tienes un poco de conciencia. Si lo sabes, no deberías actuar de forma tan impulsiva.—Está bien.Froté suavemente mi rostro contra su pecho y, de repente, me dio curiosidad: —Entonces, si realmente muriera, ¿qué harías...?Él me sujetó la cara con firmeza, interrumpiéndome con una mirada seria.—Es un tema de mala suerte. No lo preguntes.Sus ojos estaban fijos en mí mientras decía: —Te enviaré el número de Antonio. Si no pu
Isabella llevó a Estrella a la dirección que K le había indicado.Era un antiguo barrio de mansiones, con alta ocupación. Si Antonio enviaba a alguien a investigar, sería fácil que las descubrieran.Al bajar del auto, Estrella frunció el ceño con desagrado.—¿Esa persona vive aquí?No era sorprendente que ella despreciara este lugar, especialmente al haberse criado mimada en la familia Hernández.Isabella, algo melancólica, reaccionó al oírla y respondió con resignación: —Es por las circunstancias, ¿no lo ves? Todo esto es por ti. Mateo lo está buscando por todas partes, y aquí es más seguro.—Ajá.Estrella asintió con indiferencia y entró a su lado.K había dado instrucciones a sus hombres, quienes, tras verificar su identidad, les permitieron el acceso.Era una casa antigua en un barrio desierto, con su inevitable olor a humedad. Estrella se tapó la nariz y, al levantar la vista, vio a un hombre de mediana edad levantarse del sofá, emocionado al verla.—¡Isabella! ¿Es… es Estrella?
Isabella palideció, completamente desconcertada.Ahora todo estaba claro: Delia había llamado deliberadamente para ofrecerse a renunciar a la herencia a cambio del antídoto.En realidad, sabía que contaba con apoyo y solo intentaba sacarla a la luz.Isabella apretó los dientes. Nadie podía dejar pasar una oportunidad tan valiosa.Se sintió tonta al no darse cuenta de que los lazos de sangre tenía un impacto significativo.No imaginó que Delia nunca había considerado renunciar la herencia. Todo era una trampa.Mateo dijo con una sonrisa burlona: —Tu cabeza no está hecha para pensar demasiado, y menos para juzgar a los demás.—Delia te llamó realmente por Blanca, dispuesta a renunciar a todo.—Pero debes saber que yo...Mateo inspeccionó el lugar con desinterés, su expresión era sombría, pero su tono mostraba una leve indulgencia: —No soy tan benevolente como ella.—¿Y tú...?Isabella lo miró con desconfianza: —¿Qué pretendes?—No pretendo nada.Mateo sonrió y, cuando Isabella iba a rela