Capítulo 520
Mateo me lanzó una mirada de reojo sin decir nada, pero su mano siguió sujetando mi tobillo con firmeza, sin dejarme retirarlo.

Sacó su celular y marcó un número.

Poco después, un camarero trajo yodo, unos hisopos y una pomada.

Mateo rompió un hisopo y aplicó el yodo con suavidad en mi herida. Sus largas pestañas ocultaban sus emociones, pero en su voz, algo contenida, se deslizó: —Antes no me preocupaba cómo vivías, pero de ahora en adelante, debes cuidarte mejor.

—Lo que descuides, yo me encargaré.

Sentí un escalofrío en el pecho y un nudo en la garganta. Quería decir algo, sintiendo unas ganas inexplicables de llorar.

No sabía que no solo se llora por tristeza.

Antes de que pudiera decir algo, ya había destapado la pomada. Aquel hombre que afirmaba no ser hábil en tareas delicadas ahora lo hacía con una precisión impecable. Ni siquiera lo había visto tan concentrado al firmar contratos millonarios.

El frescor de la pomada se extendió por mi cuerpo como una corriente, haciéndome retr
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