Capítulo 522
Esa frase fue demasiado directa. A pesar de estar algo borracha, me sonrojé y me recosté en su hombro, susurrando:—Haré lo que tú digas.

—¿Harás lo que yo diga?

Mateo respondió, acariciando mi lóbulo con voz ronca: —Entonces lo quiero todo.

Apenas terminó de hablar, me empujó contra el sofá.

Mi respiración se hizo entrecortada y la atmósfera se volvió intensa.

Sus besos delicados caían sobre mí.

En poco tiempo, mi voz se convirtió en un susurro: —Mateo…

Cuando levantó la mirada, sus ojos marrones ardían de deseo, impidiéndome retroceder. Se acercó a mi oído, su aliento caliente: —Delia… Delia…

El dolor me trajo un breve momento de claridad, pero fue rápidamente devorado por una oleada de placer.

En este instante.

Éramos los más íntimos el uno del otro.

Me llevó al baño, mi mente dispersa, y allí seguí siendo empujada contra la pared.

Mi cuerpo ya no tenía fuerzas: —No puedo más, Mateo, estoy agotada…

—Está bien, entonces a la cama.

¿Quién dijo que los hombres mayores de treinta ya no
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