Capítulo 493
Ema llevó a su nieto al hospital porque tenía fiebre.

La casa estaba especialmente tranquila bajo los últimos rayos del sol. Hasta el latido de su corazón se sentía increíblemente claro.

La atmósfera se volvió romántica y mi respiración se tensó mientras lo empujaba suavemente: —¿Tienes hambre? Voy a cocinar...

—Sí, tengo hambre.

En los ojos avellana de Mateo brillaba una luz intensa. En un instante, su mano firme se posó en la parte posterior de mi cabeza, acercándose.

La cercanía se volvió cada vez más íntima, y la tensión se extendía.

¡Mi corazón latía con fuerza!

El aire olía a menta fresca, mientras su voz resonaba bajo: —Pero no quiero comer.

Con esas palabras, su respiración se hizo más profunda. Al inclinarse, sus labios cálidos encontraron los míos, como si llevaran una corriente eléctrica.

Era un roce tras otro, ardiente y ansioso, como si quisiera devorarme por completo.

No satisfecho, tiró de la cremallera lateral de mi vestido, ansioso por explorar.

Sus dedos eran frescos;
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