—¿Cómo sabes que te estoy mirando si no me ves? —le pregunté.—Eres mi esposa, ¿qué tiene de raro que la mire? —soltó esa frase sin pudor alguno.La pregunta que quería hacer se me quedó atascada en la garganta…El imponente edificio del Grupo Romero se elevaba majestuoso, con sus cristales brillando como diamantes a la luz del amanecer.Rodrigó estacionó el auto bajo el toldo y yo bajé de inmediato, deseando huir de ese escenario de vergüenza. Sin embargo, en ese momento, se escuchó una voz con vitalidad:—Buenos días, ¡jefa!Nadia vino corriendo desde la distancia, saludándome con mucha energía.Sonreí y la jalé para irnos juntas:—Buenos días. Vamos, hace mucho frío por la mañana.—Delia, olvidaste tu desayuno.A mis espaldas, Marc salió del auto y me llamó.Respiré hondo y me di la vuelta para tomar el desayuno, intentando mantener la mayor distancia posible con él. Le respondió con cortés:—Gracias, presidente.—Pero, jefa, ¿tú y el presidente...?Nadia se colgó de mi brazo y me m
Lo ocurrido por la mañana me hizo estar distraída durante toda la mañana. Sentí como si hubiera dos pequeñas figuras peleando en mi cabeza. Una me decía:—Mira, en realidad sí le importas, incluso recuerda el día que se conocieron por primera vez. La otra me decía:—Hace poco ni siquiera recordaba que eres de la misma universidad que él, ¿cómo va a recordar ese día? Seguro que le preguntó a Rodrigo o a alguien más. ¡No vayas a caer en la locura del enamoramiento!Al mediodía, dejé a un lado esos pensamientos enredados y acordé ir a la cafetería a comer con Olaia.En el pasado, solíamos pedir comida para llevar o salir a comer fuera. Pero después del embarazo, ni siquiera quería dar un paso extra, y la comida para llevar no me parecía tan fresca y limpia como la de la cafetería, así que empecé a comer algo aquí como el almuerzo.Cuando llegaba a la zona de oficinas, parecía que alguien había traído el almuerzo, y de pronto ese olor a comida me causó fuerte náusea, así que salí corrien
—Eso ni de chiste pasaría —lo negué,A menos que algún día se enterara de la verdad sobre la muerte de su madre, podría que su trato con Ania cambie un poco. Pero antes de eso, sería difícil.Al mencionarlo, tampoco podía entender por qué el abuelo no le dijo nada a Marc. Tendría que preguntarle cuando regresara de nuevo a la mansión. Cuando estábamos terminando de comer, retomé el tema y le preguntó a Olaia:—¿Conseguiste los boletos del concierto ya?Olaia tenía más amigos que yo en el grupo. Cuando se confirmó la celebración del concierto, le pedí que me consiguiera los boletos.Ella se quejó:—No sé qué onda, pero solo los tiene la oficina del presidente y cada quien tiene solo uno, no hay sobra.—¿Solo los tiene la oficina del presidente?—Sí, si de verdad los quieres, tal vez aproveches el poder de Marc, quien quiere mucho complacerte ahora. Si le pidas, seguro que te consigue los que quieras.—Mejor déjalo así…Sería mejor que mantuviera una distancia con él en lo posible, aun
Rodrigo me dijo que él había caído en una trampa armada por los demás, pero en realidad, se trató de haber sido drogado, capaz de despertar todos sus arrebatadores deseos.Con la decidida y firme personalidad de Marc en el mundo de negocios, aquel que se atrevió a propinarle tal brebaje definitivamente no tendría un buen resultado mañana. Pero ese momento no era el adecuado de preocuparme por eso. Al ver el rostro de Marc enrojecido por una fiebre anormal, solo no sabía cómo resolver el problema de esta noche…En medio de mi desesperación, el sonido del teléfono en la habitación irrumpió como una tabla de salvación. Al ver el nombre en la pantalla, contesté la llamada de inmediato.—¡Cariño! He conseguido los boletos del concierto, ese tal Izan los tenía...—¡Olaia! —la interrumpí, impaciente—: ¿Sabes qué debo hacer cuando alguien ha sido drogado con aquel tipo de medicamento?—¿Esa sustancia? ¿Qué es?—Medicamento… afrodisíaco…Olaia debía estar bebiendo, pues la escuché toser violent
Pero si se suponía que ya íbamos a divorciarnos…Quería empujarlo pero simplemente ya no perdía todas las fuerzas, desesperada por llorar:—No, Marc, ¡no quiero!—No llores... ¿De verdad no quieres?El hombre tragó saliva, con los ojos enrojecidos, mirándome fijamente, esforzándose por contenerse. —Mm... —le respondí con dificultad.—Está bien.Cerró los ojos, las venas de su frente se inflaron por la irritación en su cuerpo. Su respiración se volvió aún más agitada, pero aun así me soltó lentamente.No pude evitar apretar un poco los puños.—Entonces, tú... —dudé.—Delia —me llamó.De pronto abrió los ojos, el deseo no solo no había disminuido, sino que se había intensificado. Me abrazó con fuerza, con sus labios cerca de mi oído, me susurró con voz temblorosa:—¿Podrías ayudarme, por favor?Quizás mi mente ya estaba un poco confusa, pero en sus palabras pude percibir un deje de súplica.Me ablandé:—¿Cómo... cómo puedo ayudarte?Apenas dije eso, en la mente del hombre se convirtió e
En realidad, incluso yo misma lo había olvidado por completo. No me imaginaba que todavía lo recordara. Me sequé el rostro con una toalla y lo rechacé:—No es necesario, estoy todo bien.El hombre frunció el ceño:—Anoche aún no te sentiste bien, ¿no es así?No sabía cómo responderle… No podía decirle que el médico me había recomendado no tener relaciones sexuales durante los primeros tres meses del embarazo. Solo pude inventar cualquier respuesta: —Ahora ya estoy mejorCon recelo, me preguntó: —¿De verdad?Si fuéramos, sería al hospital privado que pertenecía al Grupo Romero, a través de canales especiales. De esta manera, no tendríamos que hacer cola y los resultados de los estudios saldrían muy rápido. Sin embargo, así sería imposible ocultar mi embarazo…No quería ir. Evité su mirada y lo rechacé otra vez:—No quiero ir, no me gusta ir a hospitales.—Delia —Marc entrecerró los ojos—, ¿no estarás ocultándome algo?¡Pa!Su repentina interrogación me tomó por sorpresa y dejé caer co
Tenía una mirada profunda y me pregunté:—¿No puede ser por alguna otra razón?—¿Como cuál?Sí, estaba probándolo.Apretó sus delgados labios:—Solo espero que te encuentres bien.—... Suena como una felicitación de cumpleaños para un familiar mayor.De repente, un pensamiento cruzó mi mente y, al instante, sonreí: —Puedes decírselo al abuelo en su fiesta de cumpleaños el próximo mes.Ese hombre… ¿Esperaba que yo estuviera bien? ¿Pero tal vez esperaba que él mismo pudiera llevar una dulce vida con Ania para siempre?Cuando la enfermera vino a tomarme sangre y desinfectó mi brazo, me encogí por reflejo y todo mi cuerpo se tensó.Me dio miedo. Lo había tenido desde que era niña.En aquel entonces, cuando me enfermaba, papá siempre me cargaba y mamá me sujetaba la otra mano, consolándome antes de las inyecciones o las extracciones de sangre. Y luego venía la recompensa.Durante todos estos años de más una década, mi condición de salud ha sido relativamente buena. Pasaba los resfriados co
En un momento de distracción, los recuerdos del pasado se me vinieron en la mente.Cuando acabábamos de casarme con Marc, había una vez que mi periodo se retrasó un par de días. Aunque él siempre usaba preservativo, tenía una sospecha de estar embarazada.Cuando fui a comprar la prueba de embarazo, ya me imaginaba emocionada cómo le daría la buena noticia. Sin embargo, en ese momento en que realmente estoy embarazada, al pensar en que él estaba justo al otro lado de la puerta, eso no me causó ninguna emoción de alegría. Solo sentía miedo, nerviosismo e incertidumbre sobre qué más podría pasar. Lo peor sería perder a este bebé…Con solo pensarlo, se me puso los escalofríos. En tan solo dos años y medio, todo había cambiado por completo, como si viviera en un mundo diferente.Caminaba hacia la puerta con las piernas pesadas, confundida, y me doy cuenta de que Marc ya no estaba allí. ¿Adónde se había ido? Solo quedó allí mi bolso abandonado en el banco de metal. ¿Se había ido?Revisé mi t