Capítulo 40
Me senté sonriendo en el sofá, y tomé con cuidado la taza de té que acababa de traer el sirviente, dándole un pequeño sorbo. El color del caldo era hermoso con un aroma agradable. Al entrar en mi boca, emanaba una fragancia dulce y suave. Le sonreí con dulzura al abuelo:

—Abuelo, siempre piensas en nosotros cuando hay algo bueno.

—No es de extrañar que tu abuelo te consienta tanto. ¡De verdad tienes una lengua muy dulce! —dijo la tía Rosa con una sonrisa.

Volví a sonreírles, sin decir más.

Después de charlar un rato más, Manuel vino a llamarnos a la mesa a comer.

Los asientos para la cena familiar ya estaban asignados de antemano. El abuelo ocupaba el lugar principal, a su derecha estaban el tío Andrés, la tía Rosa y su hija, Candela. A la izquierda, estaban Marc, quien ya se había hecho cargo de la gestión del Grupo, yo, mi suegro y luego Ania. La importancia de cada uno era evidente a simple vista.

Por mucho que a Ania le molestara eso, ni siquiera se atrevería a pasarse de lanza aq
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