Capítulo 375
Me levanté de un salto, me puse de puntillas y me lancé a sus brazos, abrazándolo con fuerza.

—¿Tan entusiasta? —dijo Mateo, complacido, mientras me acariciaba la nuca.

—¿Ya has tomado una decisión?

—Sí, ya he decidido.

Mientras hablaba, mi mirada se desvió hacia Marc, que estaba en la puerta con una expresión sombría.

Antes de que pudiera decir algo, Marc tocó suavemente la puerta con los nudillos: —Querida, es hora de ir a casa.

—Yo me encargo de esto.

Dijo Mateo, dándome una palmadita en la cabeza y soltándome suavemente.

—Mateo.

Lo llamé y noté que se tensaba, pero respondió con calma: —¿Qué pasa?

No me atreví a mirarlo a los ojos. Con toda la serenidad que pude reunir, dije: —Él viene a recogerme.

Mateo frunció el ceño, sin sonreír: —¿Qué estás diciendo?

—Ya me he divertido suficiente. Es hora de volver a ser la señora Romero —dije, encogiéndome de hombros.

—Mateo, cada uno debe regresar a su lugar.

...

Lo abandoné con crueldad, tal como Marc me dejó aquella vez en el sótano.

Marc
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