Capítulo 373
Él ya había tomado su decisión y, llegado a este punto, no tenía más opciones.

Aun así, quería ser egoísta una última vez.

Me puse de pie y le dije: —Señor Vargas, si usted no puede hacer nada, dudo que yo pueda.

No quería decidir por Mateo bajo la excusa de su bienestar.

Sin embargo, respetaría su elección, cualquiera que fuera.

Alfonso me miró con frialdad: —Ahora está cegado por el amor, impulsivo, dispuesto a renunciar a todo por ti. ¿Pero qué pasará después? ¿Cómo será cuando se acabe el entusiasmo y la novedad se desvanezca, dentro de tres, cinco o diez años? ¿Lo has pensado?

Me quedé sin palabras.

Alfonso esbozó una sonrisa helada: —Cuando vea a su madre y hermana pagar el precio de su amor y el arrepentimiento lo consuma, ¿te culpará a ti, que te has convertido en una traba en su camino?

No pude negarlo.

La experiencia siempre tuvo peso.

Cada su palabra daba en el blanco.

—No importa si eres la señora Romero, la señorita Lamberto o la señorita Hernández.

Alfonso abotonó su saco
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