Capítulo noventa y seis: La trampa de la zorra "Narra Creta Paladios*Finalmente había llegado mi oportunidad. Sentada frente a las cámaras de vigilancia y mirando a la estúpida de Sofía Galanis desmayada en un rincón, dejé ver una amplia sonrisa llena de satisfacción.Tanto Apolo como el viejo Ezio estaban siendo muy protectores con esa tonta y la tenían vigilada las veinticuatro horas del día por más de tres guardaespaldas. Por eso no había podido abordarla, pero entonces me enteré de que viajaba a Atenas con Apolo y lo planeé todo. Esta era mi casa y aquí tenía el poder para hacer lo que me diera la gana. Ni siquiera el bueno de Apolo vio ver mi maniobra.Mi teléfono celular vibro y tomé la llamada sin perder de vista las cámaras.—El trabajo que me ha encomendado está hecho, señorita Paladios —me dijeron al otro lado de la línea—. Los del auto quedará como un accidente del motor y al paquete lo atrapamos sin que nadie nos viera. Hemos borrado todas las evidencias. —Excelente —con
Capítulo noventa y siete: Estás secuestrada "Narra Creta Paladios"Miré a la pordiosera embarazada de los pies a la cabeza y entrecerré los ojos.—Señorita Paladios, ya la dosis anterior está perdiendo su efecto —me informó el sujeto encargado de la vigilancia de Sofía—. ¿Quiere que vuelva a administrarle la droga?—No —ordené imperativa—. Quiero que la despiertes. El sujeto tomó un balde de agua helada y estaba a punto de tirarlo encima de la estúpida, pero entonces yo lo detuve de manera repentina.—¡Espere! —le tomé del brazo. Pensándolo bien, no podía dejar que Sofía me viera. Yo tenía que salir de esto lo más limpia posible para que posteriormente Apolo creyera en mi inocencia, puesto que era obvio que si buscaban culpables a mí me señalarían como la primera—. Hazlo cuando yo me haya marchado. Y no olvides nuestro trato, encárgate de ese engendro. Aquí tienes —saqué de mi bolsillo el paquete que había guardado—. El incentivo que te prometí. El resto lo pasaré por trasferencia.
Capítulo noventa y ocho: Me salvaste "Narra Sofía Galanis"Si nadie acudía a mí rescate en los próximos minutos, entonces mi pequeña hija… no conocería este mundo jamás.'No', me ordené mentalmente a no pensar en ello. Tenía que resistir, por mi bebé. No podía darme por vencida, no podía perder la esperanza.'¿Dónde estás, Apolo?', llamé a mi marido con el pensamiento una y otra vez. '¿Por qué tardas tanto? Aparece ya. No me abandones ahora. Yo… te necesito. Tu hija y yo te necesitamos más que nunca.'Me sentía muy mareada y a punto de desmayarme, pero con determinación me negué a cerrar los ojos, ni a dejarme vencer por el cansancio.Cualquier movimiento allá afuera o a mí alrededor era motivo de revivir mis esperanzas.Porque mientras no perdiera las esperanzas… alguien llegaría a salvarme, ¿cierto?Frente a los ojos todo se estaba desmoronando. Casi no alcanzaba a ver nada, sin embargo, fui capaz de distinguir a mí secuestrador que venía con otro frasco a por una segunda ronda. Y
Capítulo noventa y nueve: Veinticuatro horas, una eternidad"Narra Apolo Galanis"No sólo la vida de mi hija estaba en peligro, sino también la de mi esposa. Sofía estaba en su quinto mes de gestación y un aborto espontáneo en un embarazo tan avanzado ponía en riesgo su vida.Yo estaba que arañaba las paredes, ya no me quedaban nudillos sanos y dentro de poco se me romperían los dientes de apretarlos tanto.Ver a mis padres aparecer en la sala de espera me produjo una extraña sensación en el pech0. En otras circunstancias los habría sometido a un interrogatorio de por qué venían juntos y tomados de la mano, pero mi cabeza ya estaba saturada con el estado de Sofía y mi hija. —¿Cómo pasó esto, Apolo? —preguntó mi padre después de informarse los dos del estado de mi mujer—. ¿Quién en el mundo es tan estúpido como para meterse con alguien de la familia Galanis?—No lo sé, todavía lo estoy investigando —respondí tratando de contener toda mi rabia. Puede que hubiera recuperado mi calma hab
Capítulo cien: El autor del secuestro "Narra Sofía Galanis"Abrí los ojos con extrema lentitud, intuyendo que la luz me haría daño si los abría de golpe. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? 'Mi bebé'Miré la habitación decorada de blanco y adiviné que me encontraba en una cama de hospital. Mi primer instinto fue llevarme las manos al vientre.Suspiré aliviada al acariciarme el bulto. Mi niña todavía estaba ahí, creciendo dentro de mí.Miré en derredor y me encontré sola. ¿Por cuánto tiempo había estado inconsciente? ¿Y dónde estaba Apolo?Tenía el leve recuerdo de que él me había salvado y había llegado hasta mí, pero ahora mismo no sabía si había pasado de verdad o de si lo había soñado.'Eres tan afortunada, Sofia', me aplaudió una voz en mi interior mientras yo dejaba ver una burlona sonrisa al mismo tiempo que cerraba los ojos.Entonces sentí aquella noche infernal tan lejana, tan irreal… como un sueño. Un sueño en el que el único protagonista era mi marido, el hombre que ahora en
Capítulo ciento uno: Yo no confío en ti "Narra Sofía Galanis"—Sé lo que estás pensando —me abordó mi marido en el momento en que solté aquella conjetura—. Y puede que tengas razón, al menos en una parte.—¿Y en qué me equivoco según tú? —pregunté con los dientes apretados. Ya veía venir mi enfado por la cañería.—Crees que esto ha sido obra de Natalia, lo del reportaje y tal vez lo del secuestro. —Y tú evidentemente crees otra cosa —bufé sin terminar de creérmelo, pero tampoco podía decir que me sorprendía.—Natalia no es de ese tipo de mujeres, Sofía, no sé rebajaría a ese nivel.—Porque tú lo dices —no quise mirarlo. De repente no lo quería ni cerca de mí—. No lo puedo creer. No puedo creer que a estas alturas estés defendiendo a tus fulanas delante de mí.—Sofia…—¡Sofía un infierno! —me alteré en el acto, furiosa con él, con su forma de ser—. A los secuestradores le mandaron hacerme abortar. ¡Trataron de matar a nuestra hija! A tu séquito de mujeres son las primeras que les ben
Capítulo ciento dos: Una visita esclarecedora "Narra Sofía Galanis"Un poco más tarde, casi entrada en la noche, vino a hacerme la visita Sabrina Caruso, la esposa del amigo de mi marido.—No tienes buen aspecto —me dijo después de saludarme—. Parece como si no hubieras parado de llorar. Apolo no llora, pero está de un humor de perros y todo aquel que puede se mantiene apartado de él.—¿Dónde está?—Con mi marido, trabajando. A la señora Cassia se le ocurrió decir que elustedes fue un error y Apolo le gritó por primera vez en su vida. Ezio trató de defenderla y él estuvo a punto de pegarle a su propio padre. Así que, si tú no eres feliz, Sofía, trata de recordar que no eres la única. ¡Normalmente no tenemos combates de boxeo cuando nos reunimos!—No es mi culpa que esto no haya funcionado.—¿Puedo sentarme, o ahora soy del enemigo?Me ruboricé.—Por supuesto que te puedes sentar. ¿Quieres tomar algo?—No, gracias. Solo dame cinco minutos de tu tiempo. Apolo no sabe que estoy aquí y,
Capítulo ciento tres: Zorra Asesina"Narra Sofía Galanis"La limusina me llevó hasta el restaurante.Alguien del personal me condujo a un salón tan elegante y fríamente decorado como el resto del lugar. —Sofia...Me volví y vi que mi marido estaba en la puerta con un enorme ramo de flores, observándome. El corazón se me aceleró.—Solo tengo que decirte unas cuantas cosas —añadió él al tiempo que me entregaba las flores.—Entonces es mejor que me espere la limusina.Él me condujo entonces a una habitación más reservada, a pesar de que en el restaurante no había más ningún cliente. Tal parecía que Apolo lo había reservado completo.—Lo primero que quiero que sepas es que he renunciado a los hoteles de los Gyros. No voy a hacer trato alguno con ellos, sea cuál sea el costo.Su declaración me dejó pasmada y sin nada coherente en la mente que decir.—Pero… —tartamudeé completamente confundida—. ¡Tú querías esos hoteles! ¡Viniste a Grecia solo por ellos!—Te equivocas, querida esposa —repli