Capítulo treinta y ocho: Enamorada de mi marido“Narra Sofia Galanis”De todas las razones que había imaginado para que quisiera seguir unido a mí, la de que estuviera obligado a estar conmigo por el dichoso contrato era la peor.—Te has puesto pálida.—Me duele la cabeza.Quise retirar la bandeja. Apolo se inclinó para ayudarme.—¡Puedo sola! —dije desencajada, pero él ignoró mis palabras y me agarró de la cintura para subir las escaleras de vuelta a la habitación juntos.Una vez que me acomodé de nuevo en la cama, me tapé con la sábana y me puse boca abajo, incapaz de mirarlo siquiera.Me sentía sin una pizca de orgullo, sin un ápice de vanidad. En unos minutos, Apolo había dado vuelta a todo.—Estarás más cómoda sin esa bata.Me puse tensa. Por un momento me había olvidado de que él estaba aún en la habitación.—Da igual.—Necesitas descansar, dormir una noche de un tirón.De pronto sentí unas manos que me bajaban la bata, levantaban la sábana y hacían caer la prenda. Luego volví
Capítulo treinta y nueve: De caballero ni un pelo“Narra Sofia Galanis”—Tenemos que parar, Apolo —dije de pronto, poniéndole voz a mis más profundos pensamientos. No sabía cómo, pero si sentía que si seguía acostándoke cpn él me perdería a mí misma.—¿Eso no era lo que pensabas mientras hacíamos el amor? —cuestionó con furia, retándome con sus ojos abrasadores, unos que normalmente eran tan fríos como el hielo, al mismo tiempo que acortaba la distancia entre los dos. Me había entendido perfectamente—, ¿o acaso cuando te morías de placer en mis brazos? Dime, querida esposa, ¿quieres que me detenga? ¿Tantas ganas tienes de librarte de mí?—Por favor... —murmuré, en un quejido que podría haberse confundido con un gemido lastimero con facilidad. Me sentí indefensa ante la acusación.Apolo se acercó y me rodeó los hombros con las manos.—Cuando estás en la cama conmigo eres ardiente como el mismo fuego. Te gusta todo lo que te hago —enumeró con determinación, aprisionándome entre sus garr
Capítulo cuarenta: Un marido protector“Narra Sofia Galanis”La fiesta se encontraba en pleno apogeo. El ritmo de las olas tenía un efecto tranquilizante y me dejaba en un estado de pereza y calma que casi me adormilaba. ¿Cuántos días habían pasado? ¿Diez, once? Había perdido la noción del tiempo. Lo importante era que Apolo estaba conmigo.El barco, que era una clase de crucero pequeño, navegaba por Brighton Beach mientras los tripulantes se ataviaban de comida y bebida mientras que te sonreían cuando los veías a la cara, pero que en cuanto les dabas la espalda te comían con los ojos sin disimulo alguno.Era tan desagradable… Solo esperaba que la familia de Apolo decidiera regresarse a Grecia pronto, porque yo no estaba segura de cuánto tiempo me duraría mi resistencia.Lo peor era que la odiosa de Creta estaba ahí. Esa no disimulaba su desprecio hacia mí ni siquiera en presencia de los demás. Agradecía que Apolo estuviera a mi lado, al menos la mayor parte del tiempo.—Apolo —la go
Capítulo cuarenta y uno: Celosa “Narra Apolo Galanis”Ni siquiera supe por qué le hice la pregunta. Tampoco sabía qué haría si me respondiera que efectivamente sí, quería separarse, quería dejarme. ¿Qué me estaba pasando? Tal vez era simplemente el efecto de tener a mi familia. Cada vez que me reunía con ellos y veía tanta codicia disfrazada de hipocresía, me congestionaba por dentro. No lo sabía, lo que sí sabia era que le agradecía a mi esposa por haberse quedado dormida y no responder.Me quedé sentado junto a la ventana, tomándome una copa de whisky y mirando cómo la luz de la luna se reflejaba en su cabello emnarañado. Y solo me acosté a su lado cuando había bajado media botella y mi cuerpo ya no daba más.La llamada de mi padre apenas me había levantado ya fue suficiente para amargarme el día.Aunque decidí despertar a mi mujer acariciándole las mejillas ronrosada. —Buenos días, querida esposa —le dije cuando la vi mover los ojos.—¿Apolo? —me observó con el ceño fruncido, t
Capítulo cuarenta y dos: Felicidad temporal“Narra Sofia Galanis”—Sofia, querida —la muy hipócrita me sonrió como si nada. Se veía como una niña dulce e inocente, completamente diferente a lo que era en realidad—. Buenos días. Voy a estar unos días con ustedes en la casa. Espero que mi presencia no sea una molestia para ti.—Para nada —le devolví el gesto—. Mi casa es tu casa, querida —al parecer no le gustó que me hubiera proclamado dueña de la mansión que ella de seguro ansiaba. Y a mí me complació, tanto que me acerqué a mi marido y me apoyé en su hombro—. ¿Ya te vas a la empresa, mi amor?—Sí —agradecí internamente que el desgraciado al menos me siguiera la corriente—. Nos veremos en la noche.Simplemente se fue, dejándonos a las dos una frente a la otra.—Le diré a alguien del servicio que te muestre tu habitación —le dije sin perder la sonrisa—. Si me disculpas, tengo un largo día por delante. Disfruta tu estancia.Me fui con gracia y paciencia. Tomaría mi desayuno en el estudi
Capítulo cuarenta y tres: El regalo de Apolo “Narra Sofia Galanis” —Es exquisito —atiné a decir con cierta timidez y luego por fin, me atreví a mirarlo. —Es un anillo único en el mundo. Una joya de la corona británica —explicó con regocijo—. Lo adquirí en una subasta... —Sí, lo sé —hice esfuerzos por no llorar de la repentina emoción. La subasta de la joya de la corona había sido titular en las noticias. —¿Por qué estás tan impresionada? Es un simple regalo. Bebe tu jugo antes de que se caliente —me incitó mi marido, de repente inquieto. Apolo jamás me había comprado un regalo. Nunca me había dado más que dinero y en tarjetas de créditos para rematar. —No lo quieres —afirmó él con una actitud hostil, algo que me sorprendió. —¡Por supuesto que sí! —me apresuré ella a replicar, poniéndomelo junto al anillo de boda, en la sospecha de que si no lo hacía en cualquier instante me lo quitaría y lo arrojaría al mar. Apolo aflojó la tensión del rostro. Entonces me di cuenta de que a él
Capítulo cuarenta y cuatro: La zorra eres tú“Narra Sofia Galanis”Obviamente, la resbalosa no esperaba que la abofeteara y me miró con los ojos bien abiertos, como si se le fueran a salir de la cara.—¡Tú! —me señaló con más odio que nunca—. ¿Cómo te atreves? ¡¿Cómo te atreves siquiera a tocarme?!—Mi paciencia es limitada, Creta y tú la estás poniendo a prueba —declaré con desprecio al mismo tiempo que le arrebataba el papel de las manos. Pude ver que no era el contrato original, sino una foto. Probablemente lo había encontrado y lo había fotografiado con su teleéfono—. Te metes donde no te llaman, me faltas el respeto a mí, a mi casa, a mi marido y a mi familia.—¿Tu casa? —bufó con desprecio—. ¿Desde cuándo? ¡No seas ilusa!—No, no seas ilusa tú —la interrumpí—. ¿Qué crees, Creta? ¿Que Apolo está enamorado de ti o que lo hará? ¿Crees que me dejará y luego se casará contigo? No lo ha hecho hasta ahora y no lo hará nunca. No eres más que otra de sus amantes, él mismo me lo dijo. En
Capítulo cuarenta y cinco: Quiero todo lo que me puedas dar“Narra Sofia Galanis”¿Apolo había enviado a la serpiente lejos de aquí? Me quedé de piedra y con la boca abierta de par en par.—¿Qué? —Apolo me abordó con las cejas arqueadas, al ver que yo no respondía nada—. He hecho lo que querías. ¿No estás satisfecha?Sacudí la cabeza casi al instante. Desde el primer momento en que había conocido a Creta Paladios la había querido bien lejor, o mejor dicho, fuera de mi vida para siempre. Sin embargo, la víbora seguía siendo amiga, practicamente parte, de la familia Galanis. El mismo Ezio Galanis le había pedido a mi marido que la acogiéramos en esta casa. Podía apostar que mucha gente se quedaría decsontenta al saber que Apolo la había echado de aquí. Y si ella estaba muy ardida, podía incluso inventar cualquier patraña para hacerse ver como la perjudicada de la situación.—No —contesté por fin—. Pero, ¿no te preocupa que Creta diga o haga algo en contra tuya?—¿Qué podría hacer? —mi e