Capítulo cuarenta y uno: Celosa “Narra Apolo Galanis”Ni siquiera supe por qué le hice la pregunta. Tampoco sabía qué haría si me respondiera que efectivamente sí, quería separarse, quería dejarme. ¿Qué me estaba pasando? Tal vez era simplemente el efecto de tener a mi familia. Cada vez que me reunía con ellos y veía tanta codicia disfrazada de hipocresía, me congestionaba por dentro. No lo sabía, lo que sí sabia era que le agradecía a mi esposa por haberse quedado dormida y no responder.Me quedé sentado junto a la ventana, tomándome una copa de whisky y mirando cómo la luz de la luna se reflejaba en su cabello emnarañado. Y solo me acosté a su lado cuando había bajado media botella y mi cuerpo ya no daba más.La llamada de mi padre apenas me había levantado ya fue suficiente para amargarme el día.Aunque decidí despertar a mi mujer acariciándole las mejillas ronrosada. —Buenos días, querida esposa —le dije cuando la vi mover los ojos.—¿Apolo? —me observó con el ceño fruncido, t
Capítulo cuarenta y dos: Felicidad temporal“Narra Sofia Galanis”—Sofia, querida —la muy hipócrita me sonrió como si nada. Se veía como una niña dulce e inocente, completamente diferente a lo que era en realidad—. Buenos días. Voy a estar unos días con ustedes en la casa. Espero que mi presencia no sea una molestia para ti.—Para nada —le devolví el gesto—. Mi casa es tu casa, querida —al parecer no le gustó que me hubiera proclamado dueña de la mansión que ella de seguro ansiaba. Y a mí me complació, tanto que me acerqué a mi marido y me apoyé en su hombro—. ¿Ya te vas a la empresa, mi amor?—Sí —agradecí internamente que el desgraciado al menos me siguiera la corriente—. Nos veremos en la noche.Simplemente se fue, dejándonos a las dos una frente a la otra.—Le diré a alguien del servicio que te muestre tu habitación —le dije sin perder la sonrisa—. Si me disculpas, tengo un largo día por delante. Disfruta tu estancia.Me fui con gracia y paciencia. Tomaría mi desayuno en el estudi
Capítulo cuarenta y tres: El regalo de Apolo “Narra Sofia Galanis” —Es exquisito —atiné a decir con cierta timidez y luego por fin, me atreví a mirarlo. —Es un anillo único en el mundo. Una joya de la corona británica —explicó con regocijo—. Lo adquirí en una subasta... —Sí, lo sé —hice esfuerzos por no llorar de la repentina emoción. La subasta de la joya de la corona había sido titular en las noticias. —¿Por qué estás tan impresionada? Es un simple regalo. Bebe tu jugo antes de que se caliente —me incitó mi marido, de repente inquieto. Apolo jamás me había comprado un regalo. Nunca me había dado más que dinero y en tarjetas de créditos para rematar. —No lo quieres —afirmó él con una actitud hostil, algo que me sorprendió. —¡Por supuesto que sí! —me apresuré ella a replicar, poniéndomelo junto al anillo de boda, en la sospecha de que si no lo hacía en cualquier instante me lo quitaría y lo arrojaría al mar. Apolo aflojó la tensión del rostro. Entonces me di cuenta de que a él
Capítulo cuarenta y cuatro: La zorra eres tú“Narra Sofia Galanis”Obviamente, la resbalosa no esperaba que la abofeteara y me miró con los ojos bien abiertos, como si se le fueran a salir de la cara.—¡Tú! —me señaló con más odio que nunca—. ¿Cómo te atreves? ¡¿Cómo te atreves siquiera a tocarme?!—Mi paciencia es limitada, Creta y tú la estás poniendo a prueba —declaré con desprecio al mismo tiempo que le arrebataba el papel de las manos. Pude ver que no era el contrato original, sino una foto. Probablemente lo había encontrado y lo había fotografiado con su teleéfono—. Te metes donde no te llaman, me faltas el respeto a mí, a mi casa, a mi marido y a mi familia.—¿Tu casa? —bufó con desprecio—. ¿Desde cuándo? ¡No seas ilusa!—No, no seas ilusa tú —la interrumpí—. ¿Qué crees, Creta? ¿Que Apolo está enamorado de ti o que lo hará? ¿Crees que me dejará y luego se casará contigo? No lo ha hecho hasta ahora y no lo hará nunca. No eres más que otra de sus amantes, él mismo me lo dijo. En
Capítulo cuarenta y cinco: Quiero todo lo que me puedas dar“Narra Sofia Galanis”¿Apolo había enviado a la serpiente lejos de aquí? Me quedé de piedra y con la boca abierta de par en par.—¿Qué? —Apolo me abordó con las cejas arqueadas, al ver que yo no respondía nada—. He hecho lo que querías. ¿No estás satisfecha?Sacudí la cabeza casi al instante. Desde el primer momento en que había conocido a Creta Paladios la había querido bien lejor, o mejor dicho, fuera de mi vida para siempre. Sin embargo, la víbora seguía siendo amiga, practicamente parte, de la familia Galanis. El mismo Ezio Galanis le había pedido a mi marido que la acogiéramos en esta casa. Podía apostar que mucha gente se quedaría decsontenta al saber que Apolo la había echado de aquí. Y si ella estaba muy ardida, podía incluso inventar cualquier patraña para hacerse ver como la perjudicada de la situación.—No —contesté por fin—. Pero, ¿no te preocupa que Creta diga o haga algo en contra tuya?—¿Qué podría hacer? —mi e
Capítulo cuarenta y seis: La inesperada visita de la suegra“Narra Sofia Galanis”Los días pasaban y mi marido actuaba como si nada hubiera pasado, como si CReta nunca hubiera estado en esta casa. De hecho, nadie la mencionaba, como si no existiera.—Señora —la chica del servicio entró en el comedor mientras yo tomaba mi desayuno favorito—, el señor Galanis ha mandado a traer ropa de maternidad para usted. ¡Todo un armario, señora!La muchacha tenía los ojos muy abiertos de la sorpresa, o tal vez la exageración. Sin embargo, yo hice todo lo contrario y puse los ojos en blanco. Viniendo de mi imprevisible marido ya nada me sorprendía.Había un indicio de una sonrisa en las comisuras de mis labios, aunque no quería dejarla salir. Apolo estaba siendo demasiado bueno conmigo y yo no podía pedir nada más de él, al menos por ahora. Solo quería ver a mi bebé en la ecografía ya y que estuviera sano y salvo.—¡Señora Cassia! —escuché que gritaban de pronto y cuando alcé la vista, una mujer muy
Capítulo cuarenta y siete: Secretos bien tapados "Nara Sofia Galanis" —Tú, que te fuiste del país cuando yo apenas era un niño para atender tu empresa, ¿me hablas de responsabilidad y sacrificio? —continuó mi marido—. Sofia está embarazada de mi hijo y me casé con ella porque quise, porque, al contrario de ti, yo sí sé cuáles son mis prioridades y mis deberes. Cerré los ojos, porque aquella palabras hirientes dichas a propósito me hirieron incluso a mí. Cuando la señora Cassia abrió la boca, de seguro para defenderse a sí misma, el mayordomo volvió a aparecer en escena con un ligero carraspeo para dar paso al señor Ezio. Mi suegro, pasó olímpicamente por alto de la señora ex esposa (supuse) y se dirigió directamente hacia mi posición. —¿Estás bien, Sofia querida? —el hombre parecía de verdad preocupado y eso me enterneció casi tanto como me perturbo. Yo no pude hacer otra cosa excepto asentir hacia él y cuando alcé la vista hacia mi marido y mi suegra, esta última me comía con l
Capítulo cuarenta y ocho: Pasar el día juntos“Narra Sofia Galanis”—¿Qué haces hoy?—Estudiar —dije decidida, ignorando la fría mirada que me dirigió mi suegra al entrar en el comedor con mi bata corta y el pelo suelto enmarañado. Apolo se apresuró a terminarse el café mientras llenaba su maletín—. Ya voy bastante atrasada. ¿A qué hora crees que volverás?—Tarde —dijo él, una vez su madre nos ahorró de su presencia y se marcho solo Dios sabía a hacer qué—. No debería pedirte que me esperaras levantada, pero si supieras lo adorable que parecías esta mañana entenderías por qué estoy siendo tan egoísta.—Apolo —lo reprendi mientras le dirigía una mirada a la muchacha del servicio. A Apolo, acostumbrado al personal, no le importaba en absoluto quien estuviera en la habitación. No bajó el tono de voz ni censuró sus comentarios, mientras que yo me sentía como si estuviera constantemente en un restaurante, bajando la voz cada vez que aparecía un camarero.—¿Por qué no vienes? —sugirió—. Ven