CAPÍTULO 3.
Cuando el primer rayo de sol entró por la ventana. Stella abrió los ojos, era temprano y para lo que iba a hacer hoy necesitaba empezar lo antes posible.
Como todas las mañanas, preparó la ropa de su marido, la planchó, la puso en su vestidor y bajó las escaleras para preparar el desayuno. Pero hoy seria la ultima vez.
Le hizo su plato favorito, un desayuno estilo americano. Huevos, beicon, tortillas y por supuesto su café, sin azúcar como lo bebía todas las mañanas.
Después de terminar todo esto, subió las escaleras. Cristian ya se había levantado y se estaba poniendo los pantalones, el cinturón colgaba de su cadera y dejaba a la vista su definido abdomen. Recordando las escenas de anoche, Stella no pudo evitar preguntarse, si también su esposo se comportaba de la misma manera con Kendra. ¿Era igual de insaciable?
Nego con la cabeza se dijo a si misma que no pensara mas en eso, no tenia sentido seguir lastimandose. Ella ahora debe pensar en cambiar su vida, si Cristian esta con Kendra u otra mujer no es su asunto.
―¿Por qué despertaste tan temprano? Si quieres puedes seguir descansando cuando me vaya. ―Cristian le dio la espalda y dijo estas palabras como de costumbre, con voz suave, pero sin calidez.
Stella sostuvo el cordón de su pantalón y lo frotó repetidamente entre sus dedos. Sus palmas estaban completamente mojadas de sudor.
Tomando una respiración profunda, Stella finalmente se atrevió.
―Cristian… divorciémonos ―las cortas palabras parecieron agotar todas sus fuerzas.
Las manos de Cristian, que se estaba abotonando la camisa, se detuvieron un segundo y luego continuaron abrochando meticulosamente, después de se ajustó los puños y finalmente se puso el reloj.
―Cristian, ¿escuchaste lo que acabo de decir? Quiero divorciarme. ―Stella no entendía su actitud, pensó que en cuanto se lo dijera estaría de acuerdo y mostraría una expresión de felicidad.
Sin embargo, este hombre actuaba como si no la escuchara.
―Cristian, ¿no dirás nada? La única razón por la que nos casamos fue para complacer a tu abuelo, pero… yo… ya no quiero seguir casada contigo.
Hasta ese momento, Stella no se rindió, estaba decidida y cuando propuso divorciarse lo decía en serio. Ella quería vivir una vida diferente y también ser amada y respetada.
De espaldas a ella. Cristian escuchaba sus palabras y no podía evitar apretar las manos con fuerza.
―¿Estás segura? ―dijo y se dio la vuelta para mirarla con las cejas fruncidas.
Pero se sorprendió cuando la vio asintiendo y mostrando una actitud decidida.
La Stella de su memoria siempre ha sido dócil y halagadora, pero hoy parece una persona diferente.
Ella bajó los ojos y dijo. ―Estoy segura, Cristian. Sé que nunca te he gustado, me odias, cada minuto y cada segundo a mi lado es una tortura.
El sol iluminaba su delicado rostro.
Cristian vio claramente la indiferencia y la firmeza en sus ojos.
―Es por lo que hoy mismo me iré de esta casa y cuanto antes nos divorciaremos. Además, no tienes que darme nada, no quiero nada que venga de la familia Montgomery.
«Voy a solicitar el divorcio»
«Hoy mismo me iré de casa»
Las palabras golpearon la conciencia de Cristian, no sabía por qué escucharlas, le parecían dolorosas.
―Estoy cansada de mendigar tu amor, y ahora que descubrí que soy la tercera en una relación, no estoy dispuesta a ser un payaso que trata de complacerte y esperar que algún día voltees a mirarme.
Cristian solo la miró en silencio, sus palabras lo habían tomado por sorpresa. Pero por lo que podía ver, ella creía que la estaba traicionando con Kendra.
―Sé que la amas, o mejor dicho que la has amado durante tanto tiempo, sin embargo, sigo sin entender por qué te acuestas conmigo.
Stella se rió con ironía.
―No sé para qué pregunto, sé lo que dirás. Que mi deber es proporcionar un heredero. Bueno, en tres años no he podido hacerlo y supongo que, al separarnos, encontraras a alguien más que lo haga.
Tres duros años, ahora parecían un sueño y ahora que había despertado, no estaba dispuesta a engañarse más.
Cristian, quien se sorprendió al principio, ahora la miraba con desdén.
Después de casarse, Stella siempre quiso ganarse su favor, con la esperanza de que se enamorara de ella, pero él siempre le recordó que eso no sucedería. Se lo había dejado claro desde el principio.
Ahora parece que decidió cambiar su táctica.
Entrecerró los ojos para mirarla y sintió que esta mujer estaba cruzando la línea.
―¿Divorcio? ―resoplo con frialdad ―¿Estás totalmente segura?
―Ya te dije que sí.
Ella asintió, fue a una de las gavetas y sacó un acuerdo de divorcio firmado y lo colocó sobre la cama.
―Lo he firmado, cuando termines de revisarlo, por favor envíalo al bufete de abogados que aparece ahí, ellos se encargaran de notificarme.
Después de terminar de hablar, ella tomó una pequeña maleta que había preparado y se dio la vuelta para salir de la habitación.
Cristian solo se quedó inmóvil viéndola irse, nunca pensó que Stella estuviera hablando de verdad.
Molesto y sin atreverse a reconocer que estaba herido, le dijo con severidad.
―Si pones un pie fuera de esta casa, nunca vuelvas.
Stella detuvo sus pasos.
―¿Volver?
Experimentar ser humillado y que rompan tu corazón una vez es suficiente. En lo que a ella respecta, no desea volver aquí jamás.
―No te preocupes, no tengo intenciones de hacerlo.
Dicho esto, continuó su camino y bajó las escaleras con tranquilidad.
A medida que bajaba las escaleras, Stella se decía a sí misma que debía ser fuerte, que aún, si su corazón estaba destrozado, tenía que valorarse a sí misma. Aunque sea una vez.
«No volverás, nunca volverás. Incluso si es el único lugar en el mundo, no estoy dispuesta a poner un pie en esta casa»
Ella salió sin mirar atrás.
Cristian se quedó dónde estaba mirando la puerta cerrada y sus ojos se llenaron de frialdad.
En los últimos años, la familia Stelle ha dependido de la familia Montgomery para sobrevivir.
«¡Maldit@ sea! ¿Te atreves a dejarme sabiendo que tu familia perecerá?»
Respiro profundo y de repente se echó a reír, ahora creía que Stella solo estaba haciendo una pataleta. Ella no se atrevería a abandonarlo, no era capaz.
Kendra llamó en ese momento y lo sacó de sus pensamientos.
―Cris, ¿has salido? ―ella preguntó dulcemente.
―Sí. ―el tarareo en voz baja.
―Y… ¿Podemos almorzar? Es que me siento sola, sabes cómo me pongo cuando se aproxima el aniversario de Rhys. ―la voz del otro lado cambió de dulzura a agraviada.
Cristian originalmente quería negarse, pero escuchar la mención de su hermano, movió las fibras de su corazón y aceptó.
―Bien, te enviaré más tarde la dirección del restaurante.
En sus labios había una sonrisa. Siempre que Cristian estaba de acuerdo con sus deseos era un paso más a su objetivo. Inicialmente, se casó con Rhys, el primer heredero de la fortuna Montgomery, pero quien imaginaria que tendría un accidente y moriría. Ella era una mujer que merecía un hombre poderoso, con estatus y mucho dinero, y más ahora que su padre había casi dilapidado toda la fortuna, apenas y tenían para vivir y su madre seguía ocultando sus carencias. Pero ella no aceptaría vivir en la miseria. Y Cristian Montgomery era su billete a una vida sin complicaciones, solo tenía que terminar de sacar del camino a Stella.
Él es el único heredero, sin mencionar que siempre le ha gustado. Por lo tanto, es un ganar, ganar.
―Por cierto, ¿le explicaste a Stella lo que sucedió? Aunque ese día se marchó de prisa, se veía muy mal. Debe habernos malinterpretado. ―Kendra fingió ser más lamentable ―Se lo explicaré hoy, le diré que solo somos cuñados y que solo lo haces por la memoria de Rhys.
Ella consoló a Cristian con voz suave.
Kendra es una mujer hermosa y nunca le han faltado pretendientes, por supuesto ella sabe cómo manejar a un hombre. Generalmente, les gusta perseguir aquello que no pueden tener, y también les gusta salvar a la damisela en apuros, por lo tanto, ella sabe cómo actuar de acuerdo con la ocasión.
―No quiero que tu matrimonio se vea comprometido por mi culpa, ya es mucho lo que haces por mí. ―sollozo a través del teléfono. ―¡Hay Cris, no sabes cuánto extraño a Rhys! ¡Él estaría aquí conmigo, protegiéndome, y yo… yo no tendría que ocasionar tales problemas!
Por alguna razón Cristian no se conmovió con sus palabras, en cambio, no podía sacarse de la cabeza la imagen de Stella abandonándolo. Se sintió irritado y dijo ―No te preocupes, nuestro matrimonio está bien.
Kendra nunca pensó que Cristian diría esto, apretó el teléfono en su mano ―Cris, lo digo de verdad. Me preocupa, si paso algo puedes decirme…
―Tengo que colgar, mi auto ya está aquí. ―la interrumpió y luego colgó el teléfono sin ceremonias.
Kendra miro el teléfono colgado con ojos sombríos, ella estuvo con Cristian antes y nunca la había tratado de esa manera.
Después de regresar del extranjero, ella percibió un cambio en él, para ese entonces ya estaba casado con Stella. No se lo decía, pero ella sentía que ahora se habían vuelto extraños y que cada sonrisa y preocupación, no era para ella, sino por el recuerdo de su hermano.
«¡Maldita Stella, debes desaparecer cuanto antes!»
El corazón de Kendra estaba herido, no dispuesto, ¿Quién podría compararse con Cristian?
No, a ella le gusta él y por supuesto que lo tendrá. ¡Cristian solo puede ser de ella!
Las hojas caían de los árboles y Stella arrastraba su maleta fuera de la villa y solo se le ocurrió un lugar donde podría ir.
Iría donde su mejor amiga, Marina.
Como cualquier hija podría ir a casa de su padre. La mansión Stelle, pero ese ya no era su hogar.
De repente, pensó que estos últimos tres años habían sido totalmente patéticos, no tenía nada, no había conseguido nada, al contrario, había perdido mucho. Pero aún le quedaba su dignidad.
Se calmó y llamó a su mejor amiga.
Media hora después, Stella estaba en la puerta de la casa de Mariana, ella abrió la puerta apresuradamente y la ayudó a entrar.
Su amiga la miró y preguntó sorprendida. ―¿Por qué estás aquí con una maleta? ¿Ese infeliz de Cristian te echó?
Habiéndose conocido durante tantos años, Mariana sabe todos los pormenores de su vida, incluido su matrimonio.
Stella camino hacia el sofá y se dejó caer, suspiro sintiéndose cansada.
―Decidí divorciarme.
Su amiga, parpadeo confundida sin poder creerlo.