Nada podría detenerlo.

Theo.

Apoyada mi barbilla en la mano en tanto esta estaba siendo sostenida por la rodilla que temblaba en una espera llena de tensión, donde la incertidumbre cubría cada una de mis fibras. En medio de aquel pasillo estuve por no sé cuánto tiempo. Solo supe que algunos médicos, enfermeras y demás personas caminaban de un extremo al otro, unos con noticias positivas por las personas que se encontraban ahí, otras con dolor por haberlas perdido o estar en la misma situación que yo. Comprendía totalmente ese sentimiento de impotencia que no acabó ni sabiendo que no era el único esperando por noticias de Blanca.

La ansiedad me estaba carcomiendo el alma, el resquemor en la garganta se estaba convirtiendo en todo lo que mi mente captaba, no tenía una sola idea de qué debería hacer, cómo buscarla en aquella clínica, porque aún el médico no había salido a decir absolutamente nada más desde que me dejó solo.

De seguro daba pena un hombre como yo con la mirada de caída, viéndome con la derrota,
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