Una vida normal

La presencia de Mira era una bendición. Cuando regresé a las clases sin las preocupaciones de la casa, sin temer por Emanuel todo resultó muy fácil. La comida lista, la ropa al día, dormir y practicar cada receta con Mira. Emanuel también se sentía más tranquila con ella con nosotros, él era tan joven y ágil, que ahora daba pena verlo así, tan dependiente de nosotras. Papá llamaba mañana y tarde y Gary por las noches, parecía más tranquilo por teléfono, hablábamos largo rato y a Mira le gustaba que fuésemos tan unidos. Despertaba mi apetito y me hacía dormir tranquila, la promesa que para el fin de semana lo vería. El día miércoles por la noche hizo mucho calor, en mi habitación habían dos ventiladores y en el de Emanuel sólo uno, Mira  y yo decidimos darle otro a él de los nuestros, le colocamos sólo un pantalón corto y sin franela y cobija, con la fuerza de los dos ventiladores logró quedarse dormido después de cenar, antes de las ocho. Ahí, dormido, trajo a mi mente el recuerdo de cuando éramos niños y mamá lo llevaba a la cama sin que él quisiera, eran momentos felices que no sabíamos que eran tan felices.

-Victoria, niña.-Me llamó desde la sala Mira.

-Voy para allá Mira.-Besé el rostro de mi hermano y apagué la luz de su habitación para salir, entonces percibí su perfume y quedé pegada al piso frente a la entrada del cuarto de mi hermano. Su aroma hizo que mi corazón saltara con brusquedad dentro de mi pecho, un golpe seco y se detuvo.

-¿Vienes Victoria? –Repitió Mira.-El señor Aníbal está aquí.

No hacía falta que lo dijera, ya mi corazón lo sabía. Él estaba ahí, en la sala, a quince pasos de mis ojos.

-Si Mira, voy.-Dije con perfecto control, ella escuchaba mis conversaciones con su sobrino ¿Qué iba a pensar de mí si me delataba? Hasta yo misma me sentiría confundida.

Comencé a caminar y a luchar con mi respiración, así que bajo la luz de la cocina, con una taza de chocolate en la mano y una sonrisa esplendida, que iluminaba sus redonditos ojos verdes, estaba Aníbal, siendo galán con Mira.

-¡Oh, aquí está ya! –Afirmó Mira.

-Sí. Buenas noches señor, doctor…Aníbal.

-Buenas noches María Victoria.-Siguió portando su espléndida sonrisa de galán.-Disculpa la hora, ya ibas a dormir.

Con sus palabras sus ojos recorrieron mi cuerpo, había olvidado que gracias al calor yo había colocado sólo un fondo sobre mi cuerpo, así que no estaba muy presentable.

-Oh, sí, no.-Hablé como tonta.

-Es que hace mucho calor señor, y la niña se puso cómoda.-Explicó Mira con naturalidad, él dio un sorbo a su chocolate y le sonrió a la mujer.-Yo voy a darme un baño y ya regreso, Victoria siéntate con el doctor.

-Sí, claro, vamos.-Le hice un gesto para que tomara asiento en la sala.-Iré a ponerme una bata, discúlpeme un momento.

Fui y vine sin detenerme a pensar, ¿Qué tal y quedara en shock? Era una estúpida.

-Ya.-Dije cuando regresé cubierta, él estaba sentado, calmado, la taza en la cocina.

-Ahora si estas  presentable.-Dijo y dejó claro en su sonrisa que le gustaba más la indumentaria de antes.

-No es muy tarde, lo sé, pero ya mi hermano se ha dormido.-Dije disculpándome, tomé asiento en el sofá del frente.- No sabía que venía, o si, pero no tan tarde, él se durmió temprano, está cansado y los medicamentos, usted sabe.

-Sí, y yo tampoco sabía que era el día de mi visita, el doctor Caster me había dejado indicaciones tomando en cuenta el cuadro médico de Emanuel desde la infancia, se presentaron casos en la clínica que no me permitieron llegar antes.

Yo bebía sus palabras, solo miraba su boca, sus bonitos labios y luego el manejo de sus manos, sus manos.

-Yo…podemos intentar despertarlo y así usted no perdería su viaje acá.

-No lo he perdido…aún.

Sonrió, si él sonrió y empujó su cuerpo atrás apoyándose en el sofá, luego cruzó sus piernas, todo mirándome, sin mucha malicia, pero sus ojos ahí y yo ahí ¿desde cuándo podía mirarlo así?

Mi cuerpo se mantenía rígido, la garganta seca, sabía que Mira estaba cerca pero en la ducha, mi hermano cerca pero dormido, ¿qué haríamos los siguientes segundos?¿dónde se escondía esta ansiedad cuando él no estaba?

-¿Retomaste tus clases?

-Oh si, ya estoy al día.-Respondí al instante.

-Qué bueno, así que pronto estarás lista para sorprendernos con otros platos.

-Por supuesto señor.

-¿Te ha llamado Alex?

El tono de su voz cambió, inclusive carraspeó.

-No en los últimos días.

-¿Siempre te llamaba?

Podía notar sus verdes ojos oscurecerse.

-Sí, bueno no muy seguido, él quería ayudarme a establecerme pero en realidad estoy bien.

-¿No necesitas dinero?

-No, papá se ocupa de nosotros y recién Gary me ha explicado que hay una parte de dinero que nos pertenece por parte del abuelo.

Un cortico silencio, el soltó sus piernas y se inclinó adelante.

-Debes confiar en Gary para todos esos asuntos.

-Sí, lo se señor.

-Aníbal, llámame Aníbal María Victoria, mi nombre es ese ¿podrías?

-Trataré.-Sonreí con mis mejillas hirviendo.

-¿Estas feliz con Mira aquí?

-Sí, muchas gracias.-Él estaba interrogándome, así, con sus ojos fijos para que yo no mintiera.-¿Y usted…tu?

-¿Yo? –Frunció el ceño.-¿Yo qué?

-¿Está feliz de vuelta con su esposa?

No esperaba que le gustara mi pregunta pero quería saber, yo necesitaba saber, saciar mi curiosidad, hasta tranquilizar mis noches desde que supe que él había regresado con ella y que la reconciliación había sido tan apasionada como el beso que yo recordara me diera.

-Estamos bien.-Respondió incómodo.

-Disculpe mi curiosidad, yo ya había sabido que no estaba en su casa y luego de vuelta, estas de vuelta.-Ahora era yo la que movía mucho las manos.-Inclusive antes de morir el abuelo, habíamos hablado…

-María Victoria, lo cierto aquí…-Me interrumpió y se levantó, yo lo hice también, mi corazón reventaba mi pecho, él desde su altura me observó.-lo cierto aquí es que si estoy de nuevo en casa, con Lucy, lo cual es más de lo mismo.

-Ahhh

-Yo he de venir aquí casi a diario por tu hermano y…

-No me dice nada eso.

-Yo no puedo decir algo más, disculpa si no sacio tu curiosidad.

Creo que paré de respirar, sentí ganas de llorar pero soporté.

-No, discúlpeme usted, y si no le molesta es señor como prefiero llamarlo, evitaríamos que mi curiosidad se despierte nuevamente.

-Como desees.-Trató de sonreír.

-Gracias señor.-Di un paso atrás y Mira apareció en la sala.

-No recuerdo haber sentido tanto calor en mi vida.

-Tengo que irme ya.-Anunció él y se acercó a la puerta.-Mañana vendré temprano Mira y veré a Emanuel.

-Aquí estaremos.

Ella sonrió, él sonrió, a mí me hizo un gesto con la cabeza, yo otro y se marchó.

-¿Helado de limón mi niña?

Saltó Mira.

-Sí, mucho Mira.

Así continuaba mi vida normal.

Obviamente cuando regresé al siguiente día pregunté si él había ido a ver a Emanuel.

_Si, vino muy temprano.-respondió el mismo Emanuel desde el sofá.

-Sí, y desayunó.-Secundó Mira.

-¿Desayunó?

-¿Acaso no notaste lo poca carne que está?

-S-si.-Dejé mi bolso y los cuchillos sobre la mesita de la cocina.-¿Y qué te dijo?

-Me aconsejó que pasara más tiempo despierto, me trajo un libro y curó mi herida, me revisó y dijo que vendría en dos días..a…la…misma…hora.

Tiempo en blanco, mi hermano sonreía, Mira apareció con un vaso de limonada.

-Creo que no come bien, le preparé un bol con ensalada de frutas y se lo envié, él no quería pero…

-Insistimos.-terminó Emanuel la frase.

-Que bien.-Yo permanecía de pié con la limonada en la mano.

-Hoy estas muy bonita María.-Comentó pícaro de nuevo mi hermano, yo le hice una mueca.

-Y también telefoneó tu papá, Nilvia y Gary, viene el sábado, te llamará más tarde.

Se rompió la burbuja.

Así pues mi hermano fue atendido por el señor Aníbal casi a diario y el cambio se notaba, Emanuel estaba fuerte y lúcido, leía el Conde de Montecristo con avidez, Mira le daba desayuno, siempre y le mandaba merienda. Poco a poco mi ansiedad se detuvo, ya no corría por llegar y escuchaba tranquila los comentarios de Mira y Emanuel. Hablaba por teléfono con Gary todos los días y a veces escuchar su voz era lo más apropiado, esperaba feliz el fin de semana.

El día viernes sólo tuve dos clases y regresé a las once, el día anterior había encontrado a Emanuel con nuevo corte de cabello.

-Mañana vendrá Rosita a visitarme, el doctor a dado permiso ya.

-Oh, que bien.

Antes de abrir la puerta, pude como siempre sentir en el aire su fragancia, ese aroma a limpio que lo caracterizaba. Me arrimé a la ventana y lo vi reír a carcajadas, ¿por qué con otras personas era tan jovial? Así a veces lo recordaba, con  su cabello dorado al aire y las arrugas atractivas en su rostro. En la sala estaba Rosita, diego y Emanuel también y todos reían.

-Victoria ¿qué haces ahí parada?

Pegué un grito al escuchar la voz de Mira desde la puerta.

-Shh, nada Mira, es que escuché risas y me sorprendí.

-Ah sí.-Continuó ella con suma naturalidad. —Es Rosita ya sabes  con sus historias ven pasa el señor Aníbal te está esperando.

La seguí, ya las risas habían cesado, no supe si por mi aparición, aunque no creo porque todos se alegraron de verme.

-Hola..-Saludé a todos, Rosita se acercó pronto y me abrazó, lo mismo Diego, al cual tenía varios días sin ver.

-Hola María Victoria.-Saludó el señor Aníbal aun sonriente.-Llegaste pasado el chiste

-Sí, ya veo.-Oh por Dios era amigable conmigo-¿cómo ha encontrado a mi hermano hoy?

-Vamos a planearte una  fiesta de cumpleaños Victoria.-Saltó Rosita.

-No creo que sea buena idea una fiesta en estos momentos Rosita, el abuelo tiene muy poco tiempo de muerto.-Comencé a dejar mis cosas en la mesita de la sala.

-Es verdad.-La chica hizo pucheros.-Pero ya Emanuel está bien, es tu mayoría de edad, por lo menos una torta.-Puso unos ojitos lindos.

-Me parece bien que haya por lo menos una torta.-secundó Diego.-Yo me encargaré.

-Debo hablarlo con papá.-Sonreí estática en la sala.-Dígame como vio a mi hermano.

-Voy a preparar algo de comer para todos.-Esta vez fue Mira.

-No para mi Mira, tengo que irme, sólo esperaba a María Victoria.

-Se lo envolveré para llevar entonces.

-Bien.-Yo sólo apretaba la boca y mirando alrededor choqué con los ojos de mi hermanito, quien me hizo un gesto con la cabeza como afuera.

-Podemos hablar en la parte de atrás de la casa señor.-Sugerí.

-Sí, dejemos aquí a este grupo continuar su charla.

Me adelanté y él me siguió, me temblaba el cuerpo como gelatina en cada paso, me detuve en mitad del patio donde perfumaban las flores que había traído de casa y que eran de mamá.

-Tu y tus flores.-Las  rozó apenas con sus dedos y sonrió.

-Eran de mamá, papá me las ha traído.

-Hermosas.-Dejó de verlas y fijó su atención en mi.-Bien María, he retirado el tratamiento a tu hermano y le he dejado algo más leve, ha mejorado muy rápido, igual tiene que ayudarlo a ir al baño pero estará mucho mejor en dos semanas, el martes puedes llevarlo a la clínica para hacerle unas pruebas y quizás una de mis últimas revisiones, espero que el resto de su organismo esté igual de bien y se mantenga más despierto ahora.

-¡Que felicidad! Gracias señor.

-Si sucede algo inesperado en el transcurso de estos cinco días pueden llamarme, aunque no lo creo.

-Ya no tendrá que venir más aquí, quiere decir.

-Exacto.

Seguía simpático, como el joven que se lanzaba a la piscina.

-¿y vendrá también a mi cumpleaños?

Pude ver como la pregunta lo tomaba por sorpresa.

-Me temo que no.

-¿Por qué? Es usted nuestro amigo ahora, tenemos mucho que agradecerle.

-No estaré aquí para  esa fecha.

-¿A no?-Sentí mareo en mi cabeza.

-Voy a viajar unos meses con…no voy a estar.

-¿Con su esposa?-Casi creí que lloraría.

-Si.-Y él lo notó y se entristeció.-Lamento mucho si hubo un malentendido en el pasado María, tu eres una muchacha con grandes cualidades, mereces la mejor de las suertes, y no sólo lo he notado yo, tienes muchos que admiran tus dones, Alex, Gary, el cual me parece siente una atracción sana hacia ti y en quien como te dije antes debes confiar.

-No he dicho que no lo haga.-Mordía mis labios, me sentía como una estúpida, todo fue producto de mi mente caprichosa, bueno ¿y que esperabas niña?

-Bien, entonces nos vemos el martes.

-Le pediré a Diego que lo lleve.

-Bien, igual…feliz cumpleaños.

Hizo un gesto de adiós con la cabeza y se marchó.

Ahí iba mi príncipe azul, para el cual yo sólo era un malentendido.

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