A la velocidad de un tortuga el resto del día pasó. Todos a mi casa, excepto Diego que había ido a cuidar a su madre sustituta en el departamento donde seguramente vivirían ahora que ya no estaban en la gran casa. Sus problemas con el tío Joel habían sido mucho peores de lo que imaginaban pero por suerte para mi hermano mayor esta vez estaba mi padre para defenderlo, el mismo padre que lo había entregado. Papá había previsto para las personas que irían a la casa comida y bebida, no repuso en gastos para mantenerlos con la boca llena.
Gary y yo viajamos con Nilvia en su auto, papá condujo el del doctor Caster, permanecimos en silencio la mayoría del trayecto, Antonio conducía y cuando intentó hablar ella lo silenció pues el tema era el deporte.
Cuando el auto aparcó en la acera junto a nuestra casa la sorpresa no pudo ser mejor al ver a Mira esperando afuera, salí corriendo hasta ella y al abracé, oh si, solamente ella era todo lo que necesitaba, me estrechó con fuerza por la espalda haciendo un esfuerzo por cubrirme toda, ella era mucho más bajita, pero así y todo se las arregló para acomodar las hebras de mi cabello.
-Victoria, mi amor.-Me dijo acercándome mientras yo lloraba. Claro que el abuelo no estaba en el limbo, en el limbo estaba yo, perdida totalmente, ante los sucesos de Emanuel, la abuela, el tío Joel, la muerte del abuelo, el acercamiento y luego distanciamiento del señor Aníbal.-Estoy aquí para ayudarte.-Completó ella y me alejé para sonreírle feliz.
-Gracias Mira.-Sequé mis lágrimas, junto a nosotros todos entraban a la casa y repetían.-hola Mira, ¿cómo estas Mira? Hola tía.-Entraron ayudando a Emanuel que aún se cansaba mucho y yo quedé con ella en la entrada.-¿Te quedarás hoy en casa?
-Me quedaré hoy y mañana y pasado.-Señaló con la cabeza una pequeña maleta a su derecha, mis ojos no lo podían creer.
-¿Qué? ¡No Mira!-Grité bajito.
-Si.-Miró a los lados y se acercó a mi oído.-Ha sido el señor Aníbal.-Dijo más bajito.-Me ha pedido que te acompañe pro algún tiempo, bueno yo feliz.
-El se…ñor Aní…bal-Bla-bla-bla una boba yo.
-Si mi niña. Nadie sabe, ni Gary, él es un gruñón y bueno si tú me aceptas…
-Sí, sí, si te acepto claro que si.-Salté en las puntas de los zapatos altos, reíamos las dos y los de adentro de la casa nos miraron extrañados, parecíamos un par de enamorados.
-Bien, porque el señor me enviará una cama pequeña para acá.
-No hace falta Mira, yo tengo una extra en mi habitación, es pequeña pero cómoda.
-¡Perfecto! Voy a protegerte, acompañarte y consentirte, el señor Aníbal te tiene mucho cariño y no desea que estés sola, me pidió encarecidamente que fuera tu amiga.
-Ya lo eres Mira, siempre lo has sido.-Volví abrazarla, él pensaba en mí, después de todo no era tanto un espejismo.
-Oigan todos.-Así lo hicieron, todos se volvieron a vernos con sus caras tristes y yo con una sonrisa de oreja a oreja.-Mira se muda con nosotros …-Señalé a Emanuel y a mí misma.- Por tiempo indefinido.
Cantidad de miradas extrañas, pero Nilvia sonrió complacida.
Luego de almorzar un suculento sándwich de queso, jamón y pollo con chocolate caliente, por lo menos yo, el doctor Caster y Gary prefirieron chocolate frio y la señora Leticia café, entré a la habitación de Emanuel con el doctor para su revisión. Había que ayudarlo en todo, hasta para ir al baño, a él no le quedaba nunca la idea pero no quedaba de otra, se cansaba de nada y el más mínimo esfuerzo le causaba dolor. El doctor se colocó sus lentes, sus guantes y comenzó a revisarlo.
-La herida está bastante bien.-Dijo y miró a mi hermano por sobre los lentes.
-¿De verdad Doctor? –Emanuel estaba totalmente ansioso.
-Si ¿te duele aquí?-Le hundió los dedos por el costado derecho.
-¡Sí!-Gritó Emanuel.-Cuando me toca.
-¿Y aquí? –Se fue a la ingle y hundió.
-Poquito.
-¿Y aquí? –Esta vez el abdomen.
-¡Siii! –Gritó más chillón.
-Estas jodido Emanuel.-Fue la respuesta del doctor, yo me asombré y retrocedí.
-Dijo que veía bien la herida.-Intervine inquieta, mirando los ojos negros de mi hermano empañarse.
-Y así está, bien.-Se quitó los lentes y me miró, bueno pin-pon a Emanuel y a mi.-La herida sigue sanando, la operación resultó muy bien, pero la recuperación va a ser muy lenta.-Emanuel gruñó y cerró los ojos.-Debes estar preparado para recibir ayuda por lo menos un mes, el impacto de la bala, el golpe de la caída, los pulmones, la sangre perdida, estas jodido hijo.
-¡Por favor ya no diga esas palabras doctor, suenan a lo peor! –Le exigí.
-He de decirlo así para que tomen conciencia ambos que no puede saltarse un medicamento y que hoy me voy a San José y bajo ningún concepto debe estar sin supervisión médica, la verdad es que bajo las circunstancias has salido de alta antes de lo previsto, sin embargo, tu estado es delicado.
Quien no era delicado era él, como siempre.
-Abre la boca.-Ordenó y mi hermano obedeció, de inmediato él tenía nuevamente los lentes y la linterna.-cierra.-Emanuel obedeció.-¿Qué tal duermes?
-Durante el día muy bien pero ya en la noche me cuesta un poco, a eso de la madrugada, por todo lo que he dormido durante el día.
-Cuando Aníbal venga dentro de dos días, háblale de eso para que te rote el medicamento y así tengas menos sueño durante el día.
-¿El señor Aníbal vendrá?
Mi voz chilló y ambos hombre me miraron. Tonta.
-Si.-Fue un sí seco y una mirada fría del doctor.-Por lo demás estas perfecto, pendiente de cuantas veces orinas y listo.
-Está bien.-Emanuel se acomodó en la almohada relajado.-¿Puedo dormir?
-¿Puedo evitarlo?.-Preguntó el doctor pero nadie respondió porque casi de inmediato Emanuel se durmió.-Creo que no.
Ambos reímos.
-A ver tú.
-¿Yo que? –Me llevé las manos al pecho
-Déjame auscultarte.-No tenía como decirle que no, así que me dejé, ya yo llevaba ropa de casa, una franela gris con un pantalón blanco de algodón.-¿Cómo te has sentido?
-¿Se refiere a la salud o por lo del abuelo?
Me miró por sobre los lentes y negó con la cabeza.
-Ambas…esta vez.-Parecía resignado a escucharme.
-Bien, con respecto a ambas.-Le sonreí y él también lo hizo, no le di el gusto de escuchar un rosario de lamentaciones.
-Hablemos de tu salud.
-De acuerdo.-Me relajé y tomé asunto en el borde de la cama de Emanuel que para ese entonces ya casi roncaba, un sueño profundo lo consumía.
-Abre la boca.-Obedecí y vio adentro.-Sube los brazos.-Ordenó luego y tocó bajo mis axilas, luego en el borde de mis senos.-¿Qué tallas estas?
-Treinta y cuatro.
-¿Menstruación?-Me abrió los ojos con sus dedos.
-Normal.
-¿Y ese chico? –Se detuvo, me congelé. Se quitó los lentes .-Ese que está allá afuera.
-¿Gary? –Me hubiese gustado tener lentes oscuros.
-Sí, Gary el abogado.-Carraspeó su garganta.
-Bueno es abogado.-Puso los ojos en blanco el muy infantil.-Es mi amigo desde siempre.
-¿Qué edad tiene?
-Creo que ya veintidós.
-Uhmmm.-Dejó de revisarme y comenzó a guardar sus cosas.-Le gustas a ese amigo ¿lo sabes?
Ordené mi coleta nerviosa.
-Sí, me lo ha dicho.
-Pero eres muy joven.
-Cumpliré dieciocho en un mes.-refuté ocultando muy adentro que no quería parecer mayor para Gary sino para el señor Aníbal.
-¿Te gusta? -Me sacó de mis cavilaciones tomando su maletín.
-¿Qué edad aparento doctor?
Frunció el ceño dudoso y asombrado por mi pregunta.
-¿Qué edad quieres aparentar?
-No, ninguna en particular, pero si usted no me conociera y yo llegara.-Me levanté y caminé hacia él.-¿Qué pensaría?
-Bueno.-Sonrió plenamente y me miró como nunca antes, con admiración.-Diría que eres la chica de veinte años más hermosa que he visto.
-¡No! –Estallé en risa y lo abracé.-¿De verdad? ¿20?
-¡Por Dios María Victoria he dicho que eres la más hermosa y tú sólo piensas en los 20 años?
Reímos sin parar y todo, todo lo creí.
Papá, Nilvia, la señora Leticia y el amable doctor regresaron a San José. Me costó despedirme de papá pero él debía regresar al trabajo.
-¿Estará bien? –Me preguntó acariciando mi cabello, estaba triste.
-Si papá, ahora estamos con Mira.
-Eso me alegra, recuerda llamar al señor Alex y agradecerle la corona para papá.
-Lo haré.
Me besó fuerte en la mejilla ya se había despedido adentro de Emanuel quien me esperaba en el mueble, Gary lo había ayudado a ir al baño y luego a sentarse.
Vimos ambos autos perderse en la recta, Gary y yo y después nos miramos, estábamos los dos solos en la entrada, él me miraba intensamente, era atractivo, elegante ahora que era un joven maduro.
-Lo mejor es que te quedaras con la tía.-Me dijo acercándose lentamente, recordé lo que me dijera el doctor Caster sobre mi hermosura.-No estarás sola.-Continuó dando pasitos hasta que estuvo a menos de un metro de mi, entonces por su ardiente mirada directa a mi rostro tuve curiosidad de su boca.
-Yo siempre la he extrañado, y a Samuel, a Rosita y a ti.
-Y ahora.-Volteó a la puerta que estaba abierta pero no había nadie y la calle estaba vacía, estaba oscureciendo.-Yo también debo volver al Puerto mañana.
-Oh.-Yo tampoco dejaba de mirarlo, de un ojo al otro, me gustaba.
-¿Puedo besarte ahora mismo?
Asentí de inmediato, otro beso, el tercero, y ahí vino, lentamente tomó mi barbilla entre sus manos y unimos nuestras bocas suavemente, pude sentir el calor de su interior y lo que como yo estaba deseando hacerlo, jugó con mis labios dos segundos y luego su lengua buscó la mía tímidamente hasta hacerlo acercarse más y yo me aferré a su boca hasta que se alejó, me gustó, me gustó mucho, podía escuchar mi corazón pleno de placer latir a prisa, abrí los ojos y él me miraba.
-Eres tan hermosa.-Dijo en un suspiro y se acercó de nuevo, sólo estrelló sus labios con los míos y luego sonreímos. Su último beso del día, rato más tarde fue para sella la promesa que volvería el siguiente fin de semana y yo así lo quería, sentir esa inquietud en el estómago y la curiosidad de mis sentimientos era una necesidad agradable. Sus ojos pardos sobre mi rostro, esa calidez y deseo de ser perdonado me gustaban aún más.
Al final de la noche me sentía muy feliz. Al día siguiente debía ponerme al tanto de las clases, iba a ser muy duro pero debía hacerlo.
Mira y yo nos acomodamos en nuestras camas y nos dispusimos a dormir, por supuesto no sin antes charlar, Emanuel ya estaba cómodo en su cama y dormido como bebé. No tenía que preocuparme por preparar comida para dejarle ni porque estaría solo.
-¿Qué crees que te diría tu mamá sobre como ha sucedido todo Victoria?-Me preguntó Mira en la oscuridad de la habitación, su tono de voz era increíblemente gratificante.
-Ahh.-suspiré.-No se Mira, no creo que haya estado consciente de todo esto.
-Estaba al corriente del tipo de familia que se gasta tu padre.
-Eso si.-Solté una risita.-Pero creo que es hora de olvidarlos y despegar Mira, ya no quiero tener nada que ver con ellos.
-Y haces bien, aunque por lo que he logrado sacarle a Gary, ese viaje tuyo no ha terminado.-Sentí como se volvió en su cama y me buscó en la oscuridad.-Temo que lo que terminó con tu mamá acaba de comenzar con tu abuelo y todo su dinero.
-¿Por qué lo crees?-Me apoyé en el codo para tratar de verla, Mira era muy oscura, casi no lo logré. De nada había hablado con Gary, ni con papá al respecto, creo que debí hacerlo.
-Lo creo porque mi niña, tu abuelo dejo mucho dinero.
-Sí, pero la abuela aún vive.
-Si, pero no lo sé, algo raro hay.-Mira se dejó caer en la cama de golpe.-El señor Aníbal me pidió que los cuidara muy bien, me dio a entender que tu abuela y tu tío eran personas muy peligrosas.-me lancé en la cama también, sólo pensar en ellos me daba miedo.
-El señor Aníbal…no deja de sorprenderme.-Mis ojos evocaron su rostro en la penumbra del cuarto.
-Es muy bueno.-Mira habló con devoción.-Pendiente de ti, lo único que siento es que tuvo que regresar a su casa.
-¿Regresar? –La boca se me secó, él y la señora Lucy.
-Eso creo. Tenía algo así como tres meses fuera de casa, Gary lleva su separación. Pero me telefoneó y me pidió que viniera aquí, Raquel se lo contó a la señora Lucy y ella lo prohibió.
¡Oh no! ¡Volvió con ella! Por eso su frialdad y distancia, yo no quería que volviera por mi causa con ella, me gustaba la idea de imaginarlo solo y yo crecer y alcanzarlo, sin pensar que él envejecería con ocho años de diferencia.
-Eso me hace sentir muy mal Mira.
-No más que a mí, llegó a la casa dos horas después y luego de hablar.-Se raspó la garganta.-Bueno discutir con ella me dijo que viniera por favor.
¡No no, no, noo!
-Mira es terrible, debo hablar con él y decirle que no es necesario, es decir, si quiero que estés aquí, pero no a ese precio.
-Me temo que es demasiado tarde para eso.
-No, él…-La lágrimas brotaron de mis ojos, él esa noche estaba con ella, por eso su sonrisa en el cementerio, lo ganó gracias a su sacrificio- Mira¿por qué crees que hizo eso el señor?
Fueron unos segundos largos pero al final Mira soltó orgullosa.
-Creo que él solo está interesado en tu bienestar María Victoria, cuando hablaba de ti y claro de tu hermano, lo hacía con inmenso cariño, después de todo ella es su esposa y quizás se arreglen. Por otro lado él pasa mucho rato trabajando, debemos esperar.
-¡Es una pesadilla!-Exclamé aturdida, gracias a Dios la oscuridad no permitía que Mira viera todas mis expresiones.
-Ten calma y agradécele cuando tengas oportunidad.
¿Agradecerle? Ni siquiera podré mirarlo a los ojos, los celos me venderían. Mi corazón estaba encogido, mis lágrimas corrían libre por mis mejillas y así poco a poco me quedé dormida.
La presencia de Mira era una bendición. Cuando regresé a las clases sin las preocupaciones de la casa, sin temer por Emanuel todo resultó muy fácil. La comida lista, la ropa al día, dormir y practicar cada receta con Mira. Emanuel también se sentía más tranquila con ella con nosotros, él era tan joven y ágil, que ahora daba pena verlo así, tan dependiente de nosotras. Papá llamaba mañana y tarde y Gary por las noches, parecía más tranquilo por teléfono, hablábamos largo rato y a Mira le gustaba que fuésemos tan unidos. Despertaba mi apetito y me hacía dormir tranquila, la promesa que para el fin de semana lo vería. El día miércoles por la noche hizo mucho calor, en mi habitación habían dos ventiladores y en el de Emanuel sólo uno, Mira y yo decidimos darle otro a él de los nuestros, le colocamos s&
Y hasta yo comprendí con el tiempo que había sido realmente así. La frecuencia con que veía a Gary, los sentimientos románticos que alimentaba en mí, me enseñaron que mi mente sólo se había formado una ilusión infantil.Emanuel al poco tiempo ya era el mismo, papá sonreía rodeado de nosotros y ya gozaba de algunas providencias por parte de los negocios del abuelo. Diego iba y venía con melina y todos felices, hasta Mira bailaba en la casa y en ocasiones yo la acompañaba a visitar a su hermano en la gran casa, de los amos, como a veces los llamaba, sólo se sabía que estaban de viaje.Así los meses pasaron, yo corría atender el teléfono cuando Gary llamaba y lo aguardaba todos los fines de semana, si nombraban al señor Aníbal ya no esquivaba la mirada, todo era normal.Mis clases eran exitosas, mis días felices,
¿Tienen cerca de ustedes un lugar donde las aves cantan en las mañanas dándoles el desayuno a sus hijitos? ¿Han sentido la naturaleza misma darle los buenos días con sol brillante y una roma a flores excepcional? ¿Se han sentido confundidas y tan felices al mismo tiempo? Así es mi mañana aquel viernes 7 de enero de 1964, desperté sola en mi habitación, recién amanecía, afuera todo estaba en silencio aunque apostaba que Mira ya preparaba un desayuno de reyes. Me incorporé en la cama, este sería mi último día como una chica soltera, ya tenía conmigo el título de chef y había terminado mis días en el restaurante de Angelo, él no quería que me fuera pero luego de mi boda nos iríamos a nuestra casa, no había viaje de luna de miel hasta febrero, Gary tenía asuntos que no podía abandonar. Veintisiete tarj
El tiempo no se detenía, los días pasaban sin detenerse, no como los seres humanos que solemos quedarnos paralizados, el tiempo no, mientras quedamos paralizados el tiempo continúa.Durante cuatro días Gary y yo fuimos inseparables, hacíamos el amor en la ducha, en la cocina, a la hora de la siesta y antes de dormir. Siempre me miraba con inmenso deseo y yo correspondía a todas sus exigencias, tocaba mi cuerpo con propiedad y me poseía ambicioso, no parecía saciarse de mí y eso de sentirme deseada me fascinaba.Para el día miércoles tuvo que volver al trabajo, tenía asuntos pendientes, habíamos dado algunos paseos por la ciudad y el Puerto, así que decidí ir a comprar algunas cosas antes de que el sol calentara desde lo alto.Lo despedí en la entrada, estaba muy guapo con su ropa formal y su maletín en la mano, lo vi alejarse y cuando volte&oacu
Mentiría si negara que a partir de la aparición de aquel sobre amarillo y su contenido mis ilusiones flotaban en nubes de algodón dulce, ¡podía comérmelas!Guardé muy bien el último recibo y dejé la lámpara del lado de Gary encendida cuando me fui a dormir, también dejé su comida caliente sobre el mesón de la cocina, casi a las once me fui a dormir y para mi sorpresa concilié el sueño.Los primeros rayos del sol entraron por la ventana de la habitación y lejos escuché un ruido en la cocina, me sobresalté, hasta babeaba la almohada, estaba profunda.Froté mis ojos, ¡Gary! A mi lado, la cama intacta, mi cuerpo tranquilo.Cuando llegué a la cocina él estaba sentado en el banco , sus codos en la repisa comiendo la ensalada de acelga y el pollo en salsa que le dejara en la noche.-Ya debe estar pas
El fin de semana pasó sin novedades, yo estuve bajo las cobijas todo el domingo y parte del lunes, Gary calentó comida y trató de sanarme con infusiones, veía la televisión a mi lado o escuchaba la radio, sorprendido de que me doliera tanto el vientre, cosa que nunca me había sucedido.El lunes en la tarde tuvo que ir a trabajar me dejó arropadita y somnolienta, besó mi frente y partió.Apenas escuché que se cerraba la puerta y sus pasos se alejaban por la vereda salté de la cama, fui a la ventana y lo vi alejarse, despreocupado.Tomé mi maleta de mano y busqué mis cosas más importantes, mudas de ropa interior, prendas de mamá, sandalias y zapatos cómodos, faltaba ubicar el corazón, lo había guardado en un lugar seguro al ver que él hurgaba en mis cosas, en sus medias, y ahí estaba, brillante para mi.-¡Vo
Gary me arrastró durante tres calles, yo era casi de su tamaño y aunque delgada no era nada menuda, tenía energía y fuerza, sin embargo, por más que lo intentara no podía zafarme.-¡Gary detente! –Le grité en mitad de un cruce, me dolía la mano, lo agité y agité hasta que me zafé. -¿Qué te ocurre?-¿Qué me ocurre a mí?-Gritó golpeándose el pecho, ahí estaba el nuevo Gary, la gente mucha gente nos miraba, me hice a la acera girando seguidamente mi muñeca y evitando golpearlo.-Si ¿qué te pasa?¿por qué me traes a rastras?-Te sudaban las manos ¿no? Y estabas pálida ¿no?Se puso los brazos en jarras.-N-no lo sé, no lo sé, lo que si se es que eres un patán, un bruto.Comencé a alejarme rumbo a la casa, él
Llegar a casa rodeada de los recuerdos que me proporcionaban protección llenó de un gran alivio a mi corazón. Las cosas de mamá estaban intactas, el pueblo mismo estaba intacto, el mar tan especial de San José me invitaba, la sonrisa de Emanuel me rejuvenecía y mi cama, oh i cama y mi techo filtrado por el tanque eran lo mejor.El doctor Caster se encargó de revisarme y me aseguró que en tres semanas estaría bien, “por lo menos del cuero”, fue específico. Cuando hubo guardado sus asuntos médicos se acercó a mi mesita y tomó de ahí el corazón de oro.-Costoso.-Afirmó levantándolo hacia mí.-Sí, supongo.-Lo miraba pero evadiendo-Un corazón de oro.-Sí, de oro.-Lo dejó en su sitio, yo me acomodé en la cama, me sentía un poco mejor.-No seas tan dura contigo misma Mar