La propuesta

Y hasta yo comprendí con el tiempo que había sido realmente así. La frecuencia con que veía a Gary, los sentimientos románticos que alimentaba en mí, me enseñaron que mi mente sólo se había formado una ilusión infantil.

Emanuel al poco tiempo ya era el mismo, papá sonreía rodeado de nosotros y ya gozaba de algunas providencias por parte de los negocios del abuelo. Diego iba y venía con melina y todos felices, hasta Mira bailaba en la casa y en ocasiones yo la acompañaba a visitar a su hermano en la gran casa, de los amos, como a veces los llamaba, sólo se sabía que estaban de viaje.

Así los meses pasaron, yo corría atender el teléfono cuando Gary llamaba y lo aguardaba todos los fines de semana, si nombraban al señor Aníbal ya no esquivaba la mirada, todo era normal.

Mis clases eran exitosas, mis días felices, y si Diego y Emanuel eran felices pues ¿Qué más?

Me tomaba tiempo cuidar las flores, que ya eran un jardín, colocaba música y dejaba que mi espacio se aligerara, crecía, me sentía enamorada y me sentía protegida. Por las noches, ya dormida, a veces me sobresaltaba pensando que estaba en la gran casa de la señora Lucy, que Raquel me acechaba, pero para nada era sí, mi compañera de habitación era Mira, mis paredes no tenían aquella ventanita y el señor Aníbal distaba de estar cerca de mi o a punto de lanzarse en la piscina, yo estaba a salvo en mi vida.

Mamá me respondió cuando le pregunté ¿cómo sabría cuando estuviera enamorada? Que mi corazón respondería, que golpearía mi pecho y creo haberlo descubierto en mis paseos con Gary. Él era todo un caballero, un amigo perfecto para charlar, sus carcajadas me entusiasmaban y sus caricias en mi rostro, en mi cabello y alrededor de mi cintura me encantaban, sus besos me parecían divinos, su mirada me hacía imaginar  lo que vendría después, así que frecuentemente, por las noches, despierta o  soñando repetía la imagen de su espalda, lo que su piel morena brillaba, una imagen morbosa, sobre todo porque tenía sexo con Raquel, pero ella no estaba en mis pensamientos, sólo él y lo que pudiera crear.

-¿Qué te gustaría hacer al culminar los estudios?

Me preguntó aquel sábado de noviembre en una feria de Barcelona, la tarde era fresca y los helados deliciosos.

-Aún me faltará mucho para especializarme pero me gustaría trabajar en un restaurante y continuar estudiando pastelería mientras.

El se movía mucho en su asiento, vestía ropa clara y ligera, sus ojos oscuros chispeaban.

¿Y ya sabes a cual ir?

-He pensado el restaurante Di Angelo, me gusta su estilo, el señor Angelo se ha hecho mi amigo y en ocasiones me deja entrar a su cocina y probar sus salsas, desearía comenzar ahí.

-¿Te falta tanto como…

-Seis meses.

Alargó su mano y tomó la mía.

-Yo me preguntaba,  o más bien quería preguntarte,.-Hizo  aun lado el vaso de helado y ahora nada se interponía en nuestras miradas.-¿Si te gustaría, si querrías aceptarme, si serias feliz siendo mi esposa?

Era lo menos que imaginé me preguntaría, sé que abrí tanto mis ojos porque él rió nervioso, mi mente decía claro que si, pero no podía responder.

-Sé que sonará apresurado y que apenas llevamos unos meses juntos, pero deseo que aceptes ser mi esposa María Victoria, yo te apoyaré en tus proyectos y veremos cómo resolver tu estancia lejos de tu hermano o si quisieras llevarlo con nosotros…-Tomó aire, yo aún lo observaba atónita.-te deseo cada noche, es la verdadera razón de mi prisa, además de que te amo, eso ya lo sabes.

-Acepto.-Le dije de golpe, obviando las señales de advertencia en mi mente. Él no podía creerlo, ¿acaso pensó que yo diría que o?.-acepto Gary, si quiero ser tu esposa.

Esquivó la barrera de la mesita y atrapó mi rostro entre sus manos para luego besarme profundamente, yo le correspondí entusiasmada, nunca le diría que en mis noches tenía visiones de él.

Llegamos tomados de la mano a  la casa donde Emanuel, ayudado por una muletas iba de un lado a otro con Rosita que era más que evidente era algo así como su novia. Mira nos miró como siempre cariñosa y soñadora, me detuve en la sala y apenas a dos semanas de mis diecinueve años:

-Gary y yo nos vamos a casar.

No quería pensarlo, no quería evaluar nada, mi padre expuso el tema de mi corta edad, el doctor Caster me dijo que Gary era un hombre celoso y algo silencioso para su gusto, Nilvia me pidió pensarlo y esperar el final de mi especialización, mira sólo se preguntaba si tenía que volver a la gran casa, pero Emanuel y diego me acorralaban con sus miradas. Mi hermano mayor  me abrazó cariñoso.

-Dime la verdad María ¿te sientes realmente enamorada de él?

-Mucho Diego, la verdad me entusiasma mucho la idea de casarme con é.

Era sincera.

-Te entusiasma, vaya pues yo siempre pensé que tu corazón le pertenecía a otro.

-Pues no.

-¿Le pertenece a él?

-¿Qué cosa?

-Tu corazón.

Callé ¿qué tanto tenía que pensar?

Mira estaba tan feliz como yo, habíamos fijado fecha para el 7 de enero y a pesar de que no todos estaban muy conformes cada uno colaboraba en lo necesario para organizar una boda.

Gary me llevó al Puerto para que visitara unas casas, fue un viaje de ida y vuelta, me decidí por una modesta de dos habitaciones, dos baños, vista a la playa, un porche discreto pero donde se podía sembrar y lo mejor, una cocina amplia e iluminada. Al principio pensé que la rentaríamos pero él me aclaró que iba a comprarla, entonces quise colaborar desde hacía meses papá depositaba en una cuenta para mí y Emanuel y por si fuera poco tenía una cuenta que no tocaba, donde no sabía de donde salía el dinero, y con la que podía vivir tranquilamente muchos años. Papá me aseguró que podía hasta comprar una casa.

-No quiero que gastes tu dinero.-Me dijo en mitad de la sala  de la casa que yo había escogido.

_pero Gary no es justo que tu pagues todo si va a ser nuestra casa, yo tengo suficiente.

-Lo se y es tuyo.-Aclaró y me abrazó por la cintura.-Tenlo para ti, puedes comprar cualquier detalle para que te sientas a gusto pero esto lo pago yo.

Yo lo miraba y me encantaba, se había convertido en todo un hombre, a sus 24 años se manejaba con firmeza y administraba muy bien su dinero, siempre llevaba regalos para sus tíos y detalles para Rosita y Emanuel, la seguridad y tranquilidad que me proporcionaba no lo cambiaría por nada nunca.

Los siguientes días me pidió que buscara compañía para escoger los muebles de la casa y él luego los pagaría, le pedí a Nilvia que viniera y junto con Mira escogimos juego de cuarto, sábanas, toallas, muebles, utensilios de cocina y alguno que otro detalle para la casa. Una vez pagado por Gary todo fue a dar a la nueva casa. Decidí arreglarla muy parecida a la de mi infancia con sólo unos toques más modernos, pero que el color verde olivo estuviera presente en las paredes, los cojines de los muebles color crema e inclusive en las telas de las cortinas.

Próximo el mes de diciembre decidí caminar para echar un vistazo a los vestidos, era algo que quería hacer sola y si acaso una compañía que fuese la señora Leticia. La boda se realizaría en horas de la mañana en Barcelona, en un club que Diego junto a su madre sustituta había concertado, era amplio y abierto piso de granito en su mayoría y grandes espacios de césped, ella se había ofrecido a colaborar con la decoración respetando mis peticiones y yo había aceptado.

El vuelco que había dado mi vida, casi no podía creerlo.

El padrino de la boda sería Diego y la madrina Nilvia. Mis testigos del civil Emanuel y Melina, ambos estaban conmocionados, pero no más que el señor Alex, que no pensaba que me casara yo tan joven según afirmó. Los invitados superaban las cincuenta personas, ya que Gary se relacionaba con personas que no podía dejar de invitar, para dentro de unos días tocaría repartir las invitaciones color champaña que habíamos escogido los dos juntos.

Por ser la las fechas de navidad, el sol en el centro de la ciudad no era tan hostigante, habían dos o tres tiendas de novias y ajuares para visitar, yo sólo entraba y echaba ojeadas, me hubiese gustado estar con mamá haciendo estas cosas, eran vestidos muy bonitos, quizás mamá me lo hubiese hecho, habían lencerías finísimas también. Durante tres horas caminé toda una cuadra y me perdí entre los vestidos, cubiertos de plata, losas finas, telas maravillosas y ahora las joyerías, para dentro de unos días Gary yo compraríamos nuestras alianzas, sería bueno echar un vistazo así que empujé la puerta de la joyería y entré.

A pesar de que llevaba el cabello muy corto, no cabía duda que algunas de esas hebras se convertían en rizos dorados al crecer, estaba parado de espaldas a ni sosteniendo una caja con terciopelo rojo, dentro pude ver la joya, un corazón aparentemente de oro con diamantes incrustados alrededor, el vendedor fijó sus ojos café en mi y sonrió por lo que él tuvo que voltear y cuando sus hermosos ojos se encontraron con los míos, mi corazón golpeó mi pecho casi a reventar, cerró la caja con premura y la entregó al vendedor.

-Me lo llevo.-Le dijo muy bajito, luego se volvió a mi, que ya llevaba segundos con muerte cerebral.-Que hermosas estas María Victoria, que gusto me da verte.

Plantó un beso en mi mejilla al cual no pude corresponder.

-Señor Aníbal, creí que se iba de viaje.

Estaba sonriéndome con sus ojos y su boca, él quería ser mi amigo y yo debía comportarme como una amiga.

-Ahh no, tengo ya dos semanas en el país.

-¿Cómo le ha ido por…

-España, estábamos en Europa y hemos comprado un departamento en España, bien, yo estudié y trabajé en exceso así que la pasé muy bien.

A claro y llegando aquí le obsequia un corazón a su bella esposa para recompensar la llegada y tal vez la poca atención que pudo prestarle allá.

-Se sentirá extraño aquí de vuelta.

-No, la verdad deseaba regresar.-Me miraba de arriba abajo y yo a él, con su cambio de cabello parecía menos muchacho.-;e he encontrado con la agradable noticia de que tu y Gary se casan.

-Sí, así es.-quería moverme pero resulta que mis pies estaban pegados al piso.

-Los felicito.-Volvió a sonreírme y yo entonces si le correspondí.-Has hecho bien en aceptarlo.

-Pensábamos invitarlo a usted y a su esposa.-le dije con la misma simpatía con que él me hablaba.

-Encantado.

-Señor, aquí tiene.-Le habló el vendedor.

-Oh si, disculpa María voy a pagar.

-Yo tengo que irme.-Si en algún momento lograba despegar mis pies.

-Oh no, me gustaría invitarte un café o un refresco ¿quieres?

Lo pensé unos segundos, ya era hora de verlo de otra manera.

-Sí, claro.-Le sonreí y él me sonrió.

-Bien, ya pago y vamos.

¡Dios, es tan atractivo!

Al salir de la joyería me propuse tratarlo con la normalidad que él me trataba ¿por qué no podía hacerlo? Mis alucinaciones no podían  trascender sin contar que estaba a punto de contraer matrimonio con Gary, quien era maravilloso ye me atraía mucho.

Me guió con un gesto a un café a unos doscientos metros de la joyería, se guardó en el bolsillo del pantalón de kaki el envoltorio de la joyería y caminaba a buen ritmo, yo lo seguía, respirando como parturienta, rogando que una vez establecidos en los asientos me tranquilizaría.

-Ven, tomemos asiento aquí.

Me guió por el codo y nos sentamos frente a la entrada, una puerta de vidrio dejaba entrar mucha luz, me acomode lo mejor que pude en el asiento, yo vestía una falda floreada ajustada a la cintura y volada después de las caderas, zapatillas y una camisa blanca de volados.

-¿Estas cómoda ahí?

-Sí, ya, gracias.

-¿Quieres torta, panecillos, algo para merendar?

La verdad tenía mucha hambre.

-Panecillos y chocolate por favor.

-Excelente.-se levantó y fue hasta el mostrador, ordenó y regresó con una bandeja, todo rápido, desenvuelto, la chica le gradeció que el llevara todo con un gesto y una sonrisa.-Aquí está, luce todo muy rico allá en la vitrina.

-Si, eso noté.-Tomé mi taza y mis panes y él un café con leche con mini golfeados, arriba de ellos pedacitos de queso de mano.

-Puedes tomar uno de los míos y yo probaré tus panecillos.

-Está bien.-Definitivamente  me relajé y reí con él. Comencé a probar los panes y estaban deliciosos, él también merendó con gusto.

-Está muy bueno ¿verdad?.-Afirmé con un sonido.-Yo…yo  siempre extraño tus postres en la casa, la sazón en la comida, imagino que has mejorado aún más.

-Si, la técnica que utilizo ahora es la correcta, y he aprendido combinaciones.

-Eso es maravilloso, toma, prueba uno de los mios:- Me lo entregó de un golpe.-¿Me das uno tuyo? –Reí fuerte y se lo entregué.-En Europa probé platos maravillosos, creí que reventaría de tanto comer.

-Es maravilloso tener esa oportunidad.

-Deberías darte ese gusto.-Si, quizás alguna vez, quise decirle pero no lo hice.-¿Dónde vivirán tu y Gary?-Tomó un sorbo de su café, se limpió con la servilleta y apoyó los codos en la mesa, me veía.

-En Puerto La Cruz.

-Emanuel se quedará solo aquí.

-Sí, ya va a la universidad, quiere estudiar ingeniería, algo que me perturba porque no quise irse conmigo y hasta ahora Mira nos ha ayudado mucho, pero no se si usted la dejaría igual en mi casa.

-Es decisión de ella.

-Pero hasta ahora usted le ha pagado y…

-No habrá diferencia María Victoria, por otro lado Gary lleva muchos de mis asuntos personales y Mira es de la familia, como tu y aunque la extraño en la casa con mucha frecuencia, estoy tranquilo porque ella está ayudándolos.

-Y se lo agradezco, se que debió ser difícil convencer a su esposa de dejar ir a Mira.

Masticó un pedazo de queso y me miró intensamente.

-La verdad María, no sabes lo sacrificante que fue.

Quedé sin palabras, era mi culpa por ser tan osada.

-No tengo ni la más próxima idea.-Dije seria sin dejar de mirarlo.

-Mi consuelo es que no olvides quien eres, cuáles son tus habilidades, lo que te gusta hacer, con quien te agrada estar, que amas las flores, que ahora tienes el dinero que no tuvieron para ser una mujer emprendedora, apuesto a que podrías tener tu propio restaurante, quiero saber si haber dejado ir a Mira contigo me dará a la larga esa recompensa.

Guardé silencio pues de todas las personas que me habían objetado acerca de mi matrimonio, ninguna me había dicho como él que no dejara de ser  la María Victoria soñadora de siempre.

-Yo no lo sé.-Le respondí y bajé la mirada. Miré mis manos, no fingí ser valiente, ya no podía.

-Bueno yo creo que si, Gary es un gran hombre, y no creo que desee perder el espíritu que conoció en ti.

De nuevo no supe que decir. Yo sabía lo que quería pero era hora de madurar, casarme, tener mi casa, hijos quizás.

-No quiero enredar tu mente María.-Estalló por fin y rió, yo lo miré tímida, quería gritarle lo que quería, ahora lo sabía.-No malinterpretes lo que quiero decir, es sólo que eres una chica maravilla  y siempre imaginé grandes cosas para ti y a veces el matrimonio nos…nos…

-Entiendo.-Dije por fin, respiré profundo.

-Me alegro que me entiendas, vamos relájate, quizás sea que yo…-Encogió los hombros y arrugó la boca.-envidio a Gary.

Quedé boquiabierta, mi corazón latía tan a prisa que podía escucharlo y él no lo sabía.

-Sí, porque es joven y te puede tener como su chica.

-Creo que su esposa es la chica más bella que he visto.

-Lucy es una belleza, vacía como estatua, pero ya ese es mi error y no vale la pena hablarlo. Termina tus bocados y no me hagas mucho caso.

Bajó sus codos y se dispuso a terminar su merienda. Yolo imité en silencio aunque ya no me sabía nada igual, al terminar recogió los trastes y los llevó a la papelera, era una locura ver su agilidad.

No traje auto ¿caminamos a tu casa? –Me propuso.

-Buena propuesta, la tarde está fresca.

Y así lo hicimos, salimos y caminamos, yo notaba la cajita en su bolsillo, un corazón de oro con diamantes para la estatua.

-¿Ya tienes el vestido?-Preguntó de pronto, yo subí los ojos para verlo, seguía relajado y amistoso, en verdad sólo quería ser mi amigo.

-La verdad hoy estaba echándole un vistazo a eso.

-Cualquiera te vendría bien, no te pongas tan exigente.

-No es eso, me ha costado un poco, extraño a mamá.

-Oh cierto, es una presencia importante.

Del resto solo caminamos tres o cuatro cuadras luego pasamos el puente y llegamos a la Y donde se dividían nuestros caminos.

-¿Podrás seguir adelante desde aquí?

-Por supuesto.-Nos detuvimos uno frente al otro.- Me agradó mucho verlo, gracias por la merienda y por su conversación.

-De nada María.-tomó mi mano de pronto y se la llevó a los labios.

-Señor…-Quería abrazarlo con fuerza, el impulso me empujaba a él.

-No digamos más, será lo mejor, adiós y suerte.

Sonrió y partió, quería golpearlo por romper mi corazón una vez mas y no entender que yo no quería que este sentimiento madurara.

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