El beso se convirtió en un baile de labios, una sinfonía de sensaciones que resonaba en el alma de Evelyn. La boca de Asher era un refugio, un lugar donde ella podía perderse y encontrar su verdadero yo.

La lengua de Asher exploraba la de Evelyn con suavidad, como una brisa de verano que acaricia las flores. Su aliento cálido era un susurro de amor, un murmullo que solo ella podía escuchar.

Evelyn se sintió envuelta en un velo de pasión, como si el mundo se hubiera detenido para dejar que ellos dos se perdieran en el infinito de su amor. El tiempo no existía, solo el presente, solo el beso.

La mano de Asher se deslizó hacia su cuello, acariciando su piel con dedos suaves como la seda. Evelyn se estremeció, su corazón latiendo con deseo.

—Tu boca es un jardín de rosas—susurró Asher, su voz llena de emoción—Tus besos son un río de placer que me lleva al paraíso

Evelyn se sintió conmovida por sus palabras, como si él hubiera visto el secreto más profundo de su alma.

El beso se profundizó