Cuando terminó, los hombres se pusieron todavía más blancos. El temor en sus pupilas era cada vez más evidente, pero aun así nadie quiso confesar.—Bien —dijo Daisy con una frialdad digna de una mensajera del infierno—. Si esa es su decisión, la respeto. Enzo, llévatelos. Hazles lo mismo que le hicieron a Blanca, pero el doble.—¡A la orden! —respondió él con firmeza.Llamó a unos cuantos de sus hombres, que sujetaron a los implicados por los brazos para llevarlos hacia afuera. El tipo al que Daisy había pateado no pudo resistirlo más y al final explotó:—¡Está bien, hablaré! ¡Hablaré!Daisy lo miró de reojo, y los guardias lo soltaron. Tambaleándose, él corrió hasta ponerse frente a ella:—Es cierto que alguien nos…Antes de terminar la frase, uno de sus compañeros le gruñó:—¡Cállate! ¿Acaso quieres que te maten?—¿Y quedarnos callados nos va a salvar? —le gritó de vuelta—. A lo mejor si confieso, me muero, pero si no lo hago, seguro me muero más rápido.Enzo, que se mantenía a un co
En cuanto ocurrió el percance, Blanca no contactó a Fernando, sino que, primero, trató de comunicarse con ella. Un nudo de culpa se le formó en la garganta.—¿Tan importante soy para ti…? —susurró.Si en ese momento hubiera contestado, ¿habría podido evitarse todo esto?***Daisy estaba convencida de que el celular de Blanca seguía dentro del auto. Sin embargo, la cámara del tablero solo captaba lo que ocurría afuera; si necesitaba información sobre lo que pasó dentro, tendría que buscar evidencia directamente en el vehículo.Aprovechando la tenue luz de la luna, Daisy se encaminó a la central de la policía de tránsito. Allí, en un depósito, encontró el auto de Blanca. Al contemplar el estado de destrucción en que estaba, sintió un nudo en la garganta. Aquellos hombres habían mencionado que ella había preferido llevarlos a todos a la tumba antes que rendirse. ¿Qué guardaba ese teléfono que para Blanca valía más que su propia vida?Con cuidado, Daisy abrió el auto y revisó cada rincón,
Quien hablaba no era otro que Fernando, quien había regresado sin previo aviso. Inicialmente, después de la llamada de Eliot, él se dispuso a marcharse. Sin embargo, justo cuando las puertas del ascensor se cerraban, creyó reconocer la silueta de Daisy en el pasillo, igual que aquella vez, fugazmente, frente a la sala de urgencias. Intrigado, volvió sobre sus pasos para confirmar sus sospechas… y no podía creer lo que veía.Más temprano, había pedido a Thiago que revisara las cámaras de seguridad en el hospital. Descubrió que Daisy sí había estado allí durante el día, así que no era producto de su imaginación. Pero jamás se le cruzó por la cabeza que ella pudiera ser la enigmática «doctora Jade». Pensó, simplemente, que había venido a visitar a Blanca, ya que eran casi como hermanas y sería lógico que Daisy se preocupara por su estado.Daisy, por su parte, no esperaba que Fernando regresara tan pronto. Se detuvo un segundo al verlo, pero enseguida continuó con las agujas como si no hub
—Blanca… —susurró, con la delicadeza de quien intenta calmar a una niña asustada—. ¿Puedes oírme?Fernando también se acercó, sin despegar la mirada de su hermana, cuyos párpados seguían firmemente cerrados. Tras casi 48 horas desde la cirugía, ella aún no daba muestras claras de recuperación. El ligero sonido que ambos escucharon hacía un momento parecía haberse desvanecido. ¿Había sido solo una ilusión?Daisy revisó a Blanca meticulosamente y notó un detalle extraño en sus pupilas. Se guardó esa inquietud para sí. Cuando dejó el hospital, llamó a Enzo, Lira y Gaviota. Aquellos tres, que llevaban años a su lado, se sorprendieron al verla tan seria.Fue Lira quien se atrevió a hablar primero:—Daisy, ¿qué está pasando?Daisy miró a su equipo con el ceño fruncido.—A Blanca la han hipnotizado.—¿Hipnotizado? —repitió Enzo, incrédulo—. Eso no puede ser. Hemos tenido gente vigilándola todo el tiempo y no notamos nada fuera de lo común. Incluso el personal médico que la ha atendido fue cui
Contemplar la pantalla desbloqueada le dejó un sabor agridulce.«¿De verdad usaba mi cumpleaños como su contraseña?», pensó, sintiendo una mezcla de ternura y angustia.A pesar de los rumores que suelen circular entre cuñadas, Blanca siempre había sido un sol con ella.Ahogando ese nudo en la garganta, Daisy se puso a revisar con detenimiento. Se fijó primero en los documentos del teléfono, donde solo encontró materiales de estudio de Blanca, nada más. «Entonces, ¿por qué tanto empeño en recuperar este celular?», se preguntó. Algo debía de haber. Dudó un momento y luego abrió la galería de fotos…En cuanto Daisy encendió el teléfono y apenas empezó a revisar la galería, la pantalla se puso negra de improviso. Antes de eso, la batería marcaba un 43% de carga y no habían pasado ni cinco minutos, así que estaba claro que no se trataba de un simple agotamiento de energía. Solo podía significar una cosa: la habían hackeado.—Parece que quien sea que me vigila sabe perfectamente mis movimien
Daisy contestó sin titubear:—Lo que pase entre Fernando y yo no es asunto tuyo. Pero pon mucha atención, Y: como muy tarde, mañana en la mañana quiero a Blanca despierta. Si eso no sucede, no me culpes por olvidarme de nuestra conexión.Nada más decirlo, colgó. Con un gesto brusco, arrojó el teléfono sobre el escritorio y se dejó caer contra el respaldo de la silla, tratando de regular su respiración. Poco a poco, la furia que palpitaba en su pecho se fue calmando… pero no la culpa.Al final de cuentas, todo lo que le había sucedido a Blanca se remontaba a ella. Si Daisy nunca hubiese aparecido y hubiera seguido huyendo, quizás ni Blanca ni Javier habrían terminado así: uno muerto y la otra gravemente herida. Cuanto más reflexionaba, más se inflamaba el remordimiento, y ese sentimiento reforzaba la decisión que venía madurando:Tenía que salir de las sombras y declararle la guerra a esa bestia agazapada en la oscuridad.Sin perder un segundo, Daisy abrió X, recuperó la vieja cuenta de
El murmullo de asombro no se hizo esperar.—¿Abril? ¿Se refiere a la princesa consentida de la familia La Torre, aquella que fue tan famosa hace veinte años?Como si adivinara la duda colectiva, Daisy en la transmisión agregó:—La única sobreviviente de la masacre que acabó con la familia La Torre hace dos décadas.Fernando observaba la emisión desde su celular, sin apartar la mirada del rostro de Daisy, de su belleza cautivadora. Intentaba reconocer en esos rasgos a la pequeña de entonces, y sí… había algo en la curva de los ojos, un atisbo de la niña que recordaba.—Así que en verdad es ella… —musitó con un leve temblor en la voz, procesando el descubrimiento de que Daisy era la heredera de la poderosa familia La Torre.A Fernando lo invadió el recuerdo de su primer encuentro con Daisy, hacía ya tres años. Aún recordaba esa extraña sensación de familiaridad, esa impresión de que, de algún modo, la había visto antes, aunque fuera la primera vez que cruzaban miradas. Buscó en su memori
Ella apenas asintió con la cabeza, avanzó hasta la cabecera de la mesa y tomó asiento. Cuando Daisy se acomodó, los demás intercambiaron una mirada y regresaron a sus asientos. Con un vistazo rápido, Daisy percibió el nerviosismo en sus expresiones. Entonces habló con un tono tranquilo:—Sé que no están conformes con mi decisión. Y no es por el hecho de no haberles consultado primero; están preocupados por mi seguridad.Después de tanto tiempo trabajando a su lado, Daisy sabía perfectamente cómo reaccionaba cada uno de sus compañeros. Tenía la certeza de que su disgusto nacía de la preocupación, no de la deslealtad.Enzo tomó la palabra con cautela:—Jefa, las cosas están muy tensas últimamente. ¿Por qué revelar tu identidad justo ahora?Daisy mantuvo la mirada seria.—¿Y ocultarla serviría de algo? Ustedes mismos han visto todo lo que ha pasado. Quien está detrás de esto ya conoce mi verdadera identidad; seguirla escondiendo no solo es inútil, sino que les daría la idea de que sigo as