Contemplar la pantalla desbloqueada le dejó un sabor agridulce.«¿De verdad usaba mi cumpleaños como su contraseña?», pensó, sintiendo una mezcla de ternura y angustia.A pesar de los rumores que suelen circular entre cuñadas, Blanca siempre había sido un sol con ella.Ahogando ese nudo en la garganta, Daisy se puso a revisar con detenimiento. Se fijó primero en los documentos del teléfono, donde solo encontró materiales de estudio de Blanca, nada más. «Entonces, ¿por qué tanto empeño en recuperar este celular?», se preguntó. Algo debía de haber. Dudó un momento y luego abrió la galería de fotos…En cuanto Daisy encendió el teléfono y apenas empezó a revisar la galería, la pantalla se puso negra de improviso. Antes de eso, la batería marcaba un 43% de carga y no habían pasado ni cinco minutos, así que estaba claro que no se trataba de un simple agotamiento de energía. Solo podía significar una cosa: la habían hackeado.—Parece que quien sea que me vigila sabe perfectamente mis movimien
Daisy contestó sin titubear:—Lo que pase entre Fernando y yo no es asunto tuyo. Pero pon mucha atención, Y: como muy tarde, mañana en la mañana quiero a Blanca despierta. Si eso no sucede, no me culpes por olvidarme de nuestra conexión.Nada más decirlo, colgó. Con un gesto brusco, arrojó el teléfono sobre el escritorio y se dejó caer contra el respaldo de la silla, tratando de regular su respiración. Poco a poco, la furia que palpitaba en su pecho se fue calmando… pero no la culpa.Al final de cuentas, todo lo que le había sucedido a Blanca se remontaba a ella. Si Daisy nunca hubiese aparecido y hubiera seguido huyendo, quizás ni Blanca ni Javier habrían terminado así: uno muerto y la otra gravemente herida. Cuanto más reflexionaba, más se inflamaba el remordimiento, y ese sentimiento reforzaba la decisión que venía madurando:Tenía que salir de las sombras y declararle la guerra a esa bestia agazapada en la oscuridad.Sin perder un segundo, Daisy abrió X, recuperó la vieja cuenta de
El murmullo de asombro no se hizo esperar.—¿Abril? ¿Se refiere a la princesa consentida de la familia La Torre, aquella que fue tan famosa hace veinte años?Como si adivinara la duda colectiva, Daisy en la transmisión agregó:—La única sobreviviente de la masacre que acabó con la familia La Torre hace dos décadas.Fernando observaba la emisión desde su celular, sin apartar la mirada del rostro de Daisy, de su belleza cautivadora. Intentaba reconocer en esos rasgos a la pequeña de entonces, y sí… había algo en la curva de los ojos, un atisbo de la niña que recordaba.—Así que en verdad es ella… —musitó con un leve temblor en la voz, procesando el descubrimiento de que Daisy era la heredera de la poderosa familia La Torre.A Fernando lo invadió el recuerdo de su primer encuentro con Daisy, hacía ya tres años. Aún recordaba esa extraña sensación de familiaridad, esa impresión de que, de algún modo, la había visto antes, aunque fuera la primera vez que cruzaban miradas. Buscó en su memori
Ella apenas asintió con la cabeza, avanzó hasta la cabecera de la mesa y tomó asiento. Cuando Daisy se acomodó, los demás intercambiaron una mirada y regresaron a sus asientos. Con un vistazo rápido, Daisy percibió el nerviosismo en sus expresiones. Entonces habló con un tono tranquilo:—Sé que no están conformes con mi decisión. Y no es por el hecho de no haberles consultado primero; están preocupados por mi seguridad.Después de tanto tiempo trabajando a su lado, Daisy sabía perfectamente cómo reaccionaba cada uno de sus compañeros. Tenía la certeza de que su disgusto nacía de la preocupación, no de la deslealtad.Enzo tomó la palabra con cautela:—Jefa, las cosas están muy tensas últimamente. ¿Por qué revelar tu identidad justo ahora?Daisy mantuvo la mirada seria.—¿Y ocultarla serviría de algo? Ustedes mismos han visto todo lo que ha pasado. Quien está detrás de esto ya conoce mi verdadera identidad; seguirla escondiendo no solo es inútil, sino que les daría la idea de que sigo as
Antes de partir hacia allá, Daisy se pasó por el hospital donde seguía internada Blanca, para comprobar si Y había cumplido con su palabra. Vestida con ropa estéril, apenas entró a la UCI, Daisy ignoró por completo la presencia de Fernando en la puerta y se acercó directamente a la cama. Pero Blanca continuaba en el mismo estado, los ojos cerrados y sin reacción alguna.De inmediato, los ojos de Daisy se oscurecieron con frialdad: Y no había hecho nada por revertir la hipnosis. Y eso solo significaba algo muy claro para ella. «Está determinado a seguir este juego», pensó. Entonces, ya sin quedarse más tiempo, abandonó la habitación.Daisy se detuvo frente a Fernando en el pasillo, sin rodeos:—¿Cuál es la relación entre tú y la familia Ortega?Fernando mantuvo su expresión impenetrable:—No tenemos un vínculo especial.—Ah, ¿no? ¿Entonces Celestino, el primo de Thiago, entró a trabajar en el Grupo L por casualidad? —replicó Daisy—. Venga ya, si decidí hablar con franqueza, mejor no and
Y ahora Eliot también insinuaba que él sentía algo especial…¿Qué había hecho Fernando para que todos sacaran esa conclusión?Daisy se echó a reír, pero sin alegría.—No quiero volver a recoger un paraguas roto, gracias.—… —Eliot se quedó sin palabras.***En la mansión de la familia Ortega…Apenas puso un pie en la residencia, Daisy percibió los murmullos de la gente. Rumores sobre cómo «se acercó intencionalmente a los Ortega» u otras suposiciones. Pero no dejó que eso la afectara y avanzó con paso firme. Antes de reunirse con Fausto, fue a ver a don Erik.Lo primero que hizo al entrar a su habitación fue liberarlo de la hipnosis que le había impuesto. Luego le contó la verdad de lo sucedido. Independientemente de que Fausto estuviera o no involucrado en lo ocurrido hace años, don Erik era inocente, y Daisy sintió que le debía una disculpa.—Don Erik, lo siento mucho… lo utilicé para mis propósitos.Para su sorpresa, él no se enojó. Al contrario, la miró con una ternura que a Daisy
Ante las duras palabras de Daisy, Fausto conservó la misma compostura. Reiteró con firmeza:—La familia Ortega jamás participó en eso.La miró directo a los ojos y añadió:—Dices que en el atentado te nombraron a la familia Ortega. ¿Has pensado en la posibilidad de que te hayan tendido una trampa? Saben de tu potencial y temen que resurjas, así que tal vez quisieron echarnos la culpa para que la paguemos nosotros.Erik, que no había intervenido más que para observar con atención cada reacción de Fausto, se animó al fin a hablar con Daisy:—Hija, tu tío tiene un punto. Lleva muchos años metido en la política y algo se le ha pegado de lo turbio del medio, pero conozco bien su conciencia y te aseguro que no es un hombre sin escrúpulos.Daisy dirigió la mirada de Fausto a Erik. Entendía que, siendo el único hijo de Erik, Fausto gozaba de toda su confianza. Tal vez no era conveniente seguir hablando de ciertos asuntos delante de él. Tras un breve silencio, Daisy se volvió hacia su abuelo co
—¿Quieres que libere a Blanca de la hipnosis? Bueno, no es imposible… pero primero debes aceptar una condición —dijo Y, haciendo una pausa dramática.—¿Una condición? —repitió Daisy con una sonrisa irónica—. ¿Por qué no se lo propones mejor a Fernando?—Él no está a mi altura —soltó Y con un matiz de burla en la voz—. No temas, mi exigencia no es tan descabellada. En cuanto me des tu palabra, anularé la hipnosis de inmediato.Sus siguientes palabras se hicieron más inquietantes:—Si calculamos el tiempo que Blanca lleva inconsciente, puede que, de tratarse de un simple desmayo, no le pasara nada grave. Pero, bajo hipnosis, cuanto más dure la inconsciencia, peor será para su cuerpo y su mente.Justo por esa razón Daisy había acudido a la guarida de Y, consciente del peligro que implicaba. Aunque él no aclaraba cuál era su «condición», ella sospechaba que no sería algo inofensivo. Después de todo, ¿quién monta toda una trampa solo para pedir un favor trivial?Recordó la imagen de Blanca,