El murmullo de asombro no se hizo esperar.—¿Abril? ¿Se refiere a la princesa consentida de la familia La Torre, aquella que fue tan famosa hace veinte años?Como si adivinara la duda colectiva, Daisy en la transmisión agregó:—La única sobreviviente de la masacre que acabó con la familia La Torre hace dos décadas.Fernando observaba la emisión desde su celular, sin apartar la mirada del rostro de Daisy, de su belleza cautivadora. Intentaba reconocer en esos rasgos a la pequeña de entonces, y sí… había algo en la curva de los ojos, un atisbo de la niña que recordaba.—Así que en verdad es ella… —musitó con un leve temblor en la voz, procesando el descubrimiento de que Daisy era la heredera de la poderosa familia La Torre.A Fernando lo invadió el recuerdo de su primer encuentro con Daisy, hacía ya tres años. Aún recordaba esa extraña sensación de familiaridad, esa impresión de que, de algún modo, la había visto antes, aunque fuera la primera vez que cruzaban miradas. Buscó en su memori
Ella apenas asintió con la cabeza, avanzó hasta la cabecera de la mesa y tomó asiento. Cuando Daisy se acomodó, los demás intercambiaron una mirada y regresaron a sus asientos. Con un vistazo rápido, Daisy percibió el nerviosismo en sus expresiones. Entonces habló con un tono tranquilo:—Sé que no están conformes con mi decisión. Y no es por el hecho de no haberles consultado primero; están preocupados por mi seguridad.Después de tanto tiempo trabajando a su lado, Daisy sabía perfectamente cómo reaccionaba cada uno de sus compañeros. Tenía la certeza de que su disgusto nacía de la preocupación, no de la deslealtad.Enzo tomó la palabra con cautela:—Jefa, las cosas están muy tensas últimamente. ¿Por qué revelar tu identidad justo ahora?Daisy mantuvo la mirada seria.—¿Y ocultarla serviría de algo? Ustedes mismos han visto todo lo que ha pasado. Quien está detrás de esto ya conoce mi verdadera identidad; seguirla escondiendo no solo es inútil, sino que les daría la idea de que sigo as
Antes de partir hacia allá, Daisy se pasó por el hospital donde seguía internada Blanca, para comprobar si Y había cumplido con su palabra. Vestida con ropa estéril, apenas entró a la UCI, Daisy ignoró por completo la presencia de Fernando en la puerta y se acercó directamente a la cama. Pero Blanca continuaba en el mismo estado, los ojos cerrados y sin reacción alguna.De inmediato, los ojos de Daisy se oscurecieron con frialdad: Y no había hecho nada por revertir la hipnosis. Y eso solo significaba algo muy claro para ella. «Está determinado a seguir este juego», pensó. Entonces, ya sin quedarse más tiempo, abandonó la habitación.Daisy se detuvo frente a Fernando en el pasillo, sin rodeos:—¿Cuál es la relación entre tú y la familia Ortega?Fernando mantuvo su expresión impenetrable:—No tenemos un vínculo especial.—Ah, ¿no? ¿Entonces Celestino, el primo de Thiago, entró a trabajar en el Grupo L por casualidad? —replicó Daisy—. Venga ya, si decidí hablar con franqueza, mejor no and
Y ahora Eliot también insinuaba que él sentía algo especial…¿Qué había hecho Fernando para que todos sacaran esa conclusión?Daisy se echó a reír, pero sin alegría.—No quiero volver a recoger un paraguas roto, gracias.—… —Eliot se quedó sin palabras.***En la mansión de la familia Ortega…Apenas puso un pie en la residencia, Daisy percibió los murmullos de la gente. Rumores sobre cómo «se acercó intencionalmente a los Ortega» u otras suposiciones. Pero no dejó que eso la afectara y avanzó con paso firme. Antes de reunirse con Fausto, fue a ver a don Erik.Lo primero que hizo al entrar a su habitación fue liberarlo de la hipnosis que le había impuesto. Luego le contó la verdad de lo sucedido. Independientemente de que Fausto estuviera o no involucrado en lo ocurrido hace años, don Erik era inocente, y Daisy sintió que le debía una disculpa.—Don Erik, lo siento mucho… lo utilicé para mis propósitos.Para su sorpresa, él no se enojó. Al contrario, la miró con una ternura que a Daisy
Ante las duras palabras de Daisy, Fausto conservó la misma compostura. Reiteró con firmeza:—La familia Ortega jamás participó en eso.La miró directo a los ojos y añadió:—Dices que en el atentado te nombraron a la familia Ortega. ¿Has pensado en la posibilidad de que te hayan tendido una trampa? Saben de tu potencial y temen que resurjas, así que tal vez quisieron echarnos la culpa para que la paguemos nosotros.Erik, que no había intervenido más que para observar con atención cada reacción de Fausto, se animó al fin a hablar con Daisy:—Hija, tu tío tiene un punto. Lleva muchos años metido en la política y algo se le ha pegado de lo turbio del medio, pero conozco bien su conciencia y te aseguro que no es un hombre sin escrúpulos.Daisy dirigió la mirada de Fausto a Erik. Entendía que, siendo el único hijo de Erik, Fausto gozaba de toda su confianza. Tal vez no era conveniente seguir hablando de ciertos asuntos delante de él. Tras un breve silencio, Daisy se volvió hacia su abuelo co
—¿Quieres que libere a Blanca de la hipnosis? Bueno, no es imposible… pero primero debes aceptar una condición —dijo Y, haciendo una pausa dramática.—¿Una condición? —repitió Daisy con una sonrisa irónica—. ¿Por qué no se lo propones mejor a Fernando?—Él no está a mi altura —soltó Y con un matiz de burla en la voz—. No temas, mi exigencia no es tan descabellada. En cuanto me des tu palabra, anularé la hipnosis de inmediato.Sus siguientes palabras se hicieron más inquietantes:—Si calculamos el tiempo que Blanca lleva inconsciente, puede que, de tratarse de un simple desmayo, no le pasara nada grave. Pero, bajo hipnosis, cuanto más dure la inconsciencia, peor será para su cuerpo y su mente.Justo por esa razón Daisy había acudido a la guarida de Y, consciente del peligro que implicaba. Aunque él no aclaraba cuál era su «condición», ella sospechaba que no sería algo inofensivo. Después de todo, ¿quién monta toda una trampa solo para pedir un favor trivial?Recordó la imagen de Blanca,
El hombre estaba de espaldas, recortado contra la luz que entraba por la ventana. Al oír el estrépito tras de sí, no se inmutó, sino que soltó un ligero comentario, casi burlón:—Vaya, pequeña, incluso en estas condiciones logras ubicar a alguien solo con el sonido. No dejas de sorprenderme.Daisy clavó la mirada en la figura alta y erguida del desconocido, con el ceño más fruncido que la penumbra de la habitación:—¿Quién rayos eres?—¿Y ese tono? —respondió él con fingida inocencia—. ¿Acaso no sabes que soy tu compañero? Dudo qué…No terminó la frase porque Daisy, con un movimiento fulminante, ya estaba detrás de él, dispuesta a agarrarlo del hombro y voltearlo para verle el rostro. Sin embargo, él le sujetó la muñeca con destreza, atrapándola entre sus dedos.—Pequeña hermana, si querías ver mi cara, bien podías pedirlo. No somos extraños, al fin y al cabo. Te la muestro con gusto.Dicho esto, giró lentamente hasta quedar frente a Daisy. Fue entonces cuando ella, al descubrir un ros
—Bien. Yendo al grano… —Y sostuvo la mirada de Daisy, pronunciando cada palabra con total claridad—. Mi condición es sencilla: quiero que seas mi novia.—¿Disculpa…? —Daisy frunció el ceño, convencida de que había oído mal. Creía que él iba tras su vida, pero… ¿esto?—Si aceptas, desharé inmediatamente la hipnosis de Blanca y prometo no volver a tocarla. Ni un solo cabello suyo.—¿Tú…? —comenzó a replicar Daisy, pero Y la interrumpió:—No te apresures. Tienes tres días para pensarlo.No parecía estar bromeando. Sin embargo, para Daisy resultaba un planteamiento absurdo. ¿Cómo se le ocurría?—¿Un truco más? —soltó con una mueca irónica—. ¿Cuál es el plan? ¿Que me enamore de ti y luego patearme para rematar mi cuerpo y mi corazón? ¿A quién se le ocurrió semejante basura, a ti o a tu misterioso «patrón»?La sonrisa de Daisy se volvió aún más sarcástica.—Lamento desilusionarte, pero con esa cara… Javier y yo no seríamos hermanos de sangre, pero siempre lo consideré como a mi propio herman