—¡Señor, Tina aceptó reunirse con usted! —Thiago irrumpió en la oficina tan apresurado que olvidó incluso tocar la puerta.Fernando levantó la mirada, genuinamente sorprendido.—¿De verdad aceptó?Thiago asintió con entusiasmo.—Acabo de recibir la confirmación por parte de su asistente. Dice que está dispuesta a encontrarse con usted hoy a las tres de la tarde, en la habitación 1007 del Hotel Lila Azul.Misteriosa como era, Thiago pensó que concretar una cita con ella sería casi imposible. Tan solo conseguir sus datos de contacto le había llevado dos días. Ni siquiera albergaron esperanzas de que aceptara; asumían que los rechazaría. Pero, para su sorpresa, accedió con suma facilidad.Fernando frunció ligeramente el ceño.—Prepara algunos obsequios de acuerdo con sus gustos.—Claro —contestó Thiago, saliendo de inmediato para cumplir la orden.A las tres de la tarde en punto, Fernando llegó al Hotel Lila Azul, con unos minutos de adelanto. Frente a la puerta de la habitación 1007, Thi
Se encogió de hombros con cierto desdén.—Acabas de mencionar a mi "exesposa". Hoy en día, para mí, ella no es más que una desconocida."Solo una desconocida…"Por alguna razón, a Daisy le pesó escuchar esas palabras. Irónicamente, eso era justo lo que ella había querido: estar lejos de Fernando, que se vieran como dos extraños. ¿Por qué, entonces, sentía ese nudo en el pecho?Se obligó a ignorarlo y contestó en voz baja:—Gracias por su honestidad, señor Suárez. De todas formas, necesito un poco más de tiempo antes de confirmar nuestra colaboración. Sé que está muy ocupado, así que no le robaré más. Cuando lo haya pensado bien, mi asistente se pondrá en contacto.Fernando vaciló un momento y luego se puso de pie:—Entonces, esperaré su respuesta.En cuanto Fernando salió, Thiago, que se había quedado en el pasillo, se acercó enseguida.—Señor, ¿logró convencerla?Sin responder, Fernando caminó con paso firme hacia el ascensor, ubicado en la parte opuesta del pasillo. Solo al entrar, o
Daisy se quedó atónita.Había calculado muy bien el tiempo para no toparse con ellos… y aun así se encontró de frente con Fernando y Thiago.«¿Acaso Fernando no se cansa de usar la misma maniobra de volver sobre sus pasos?», se dijo con un leve ceño fruncido.Fernando, por su parte, fijó la mirada en Daisy; en sus ojos se reflejaba una emoción tan sutil como indescifrable. Parecía haber un pequeño destello de… ¿nerviosismo?—¿Tú… también estabas adentro?—Sí —respondió Daisy con rapidez—. ¿Y qué? Si tú puedes hablar con Tina, yo también. Como dijiste hace un rato, Grupo De Jesús no tiene ninguna patente. ¿O es que el señor Suárez se cree con derechos de exclusividad?Fernando clavó la vista en Thiago con un gesto imperceptible. El asistente captó la seña enseguida:—Señorita Daisy, ya que nos encontramos, podríamos ir a comer juntos… ¿qué le parece?—¿Comida o cena? —preguntó Daisy con una sonrisilla burlona—. A estas horas, no sé si encaja ninguna de las dos. Además… —fijó la mirada e
—Lo curioso es que hasta hace poco no parecía que Grupo De Jesús fuera a meterse en esto. El proyecto ya está por arrancar oficialmente y jamás se supo de un convenio con alguien de renombre en esta área. Su equipo está formado por jóvenes recién graduados… Puede que, al igual que nosotros, llevaran todo con discreción mientras localizaban a Tina. Sería absurdo imaginar que, planeando un proyecto tan importante, se conformaran solo con novatos.Fernando miró en dirección a la salida, donde Daisy había desaparecido, y en sus ojos relampagueó un dejo de burla.—No sobreestimes a Javier.***Al salir del Hotel Lila Azul, Daisy no regresó al Grupo De Jesús ni volvió a la mansión. Se dirigió a otro lugar llamado Jardín Lira Dorada. En cuanto Lira la vio aparecer, se sorprendió:—¡Vaya sorpresa! ¿Qué viento te trajo por aquí, jefa?—El viento helado. ¡Me muero de hambre, prepárame algo antes de que me desplome! —rezongó Daisy.Había pasado toda la mañana ocupada en la oficina, sin tiempo siq
Daisy había decidido no contarle a Javier el tema de la patente.Tampoco pensaba mencionar la intención de Fernando de meterse en el proyecto.Su prioridad era que Javier no se preocupara por nada.Él solo necesitaba enfocarse en recuperarse de la pierna.Después de dos ciclos de baños medicinales y acupuntura, ya empezaba a sentirla con más claridad.Daisy movería cielo y tierra para lograr que él volviera a pararse por su cuenta.Antes de marcharse, Daisy recordó otro pendiente y sacó su celular para llamar a Enzo:—Frigg debió sufrir la recaída hace un tiempo, pero no hay noticias. Fíjate si hay algo raro.—Justo te iba a avisar —respondió Enzo al otro lado—. A Frigg se le manifestó el veneno y está en el hospital. Jasmine llamó a Fernando de inmediato, aunque no sé si vaya a aparecerse.Tras un breve silencio, Enzo chasqueó la lengua con fastidio:—Esa "vieja bruja" de Jasmine… ¿de verdad no capta que Fernando ya no trata a Frigg como antes? Desde hace rato se comporta diferente.D
Fue solo entonces que Fernando se dignó a volver la vista hacia Frigg.—Me voy.Frigg, al verlo decidido a marcharse tan pronto, se obligó a ignorar el dolor que la consumía, se levantó de la cama y se aferró a su brazo.—¿Es por lo que pasó en la subasta? ¿Piensas que te engañé y por eso…?Fernando bajó ligeramente la mirada hacia el brazo atrapado por Frigg. Sus ojos se oscurecieron un instante de manera imperceptible.—Tengo asuntos pendientes en la empresa —dijo sin rodeos.—Fer, por favor… —insistió ella con un gesto suplicante—. Fui a buscarte a la oficina hace unos días y me evitaste todo el tiempo. Ahora que por fin vienes, te vas enseguida. Sé que estás muy ocupado, pero de verdad estoy sufriendo. ¿No podrías quedarte conmigo un momento?A Jasmine le bastó ver la escena para intervenir:—Frigg, no seas egoísta. El señor Suárez hizo un espacio en su agenda para venir a verte; deberías agradecerle en vez de presionarlo —añadió, lanzándole una mirada cómplice a Alberto.Alberto c
—¡Achú! —Daisy había estornudado varias veces durante la comida. Javier la miró con inquietud.—¿Te sientes mal?—No, no es nada. —Daisy se frotó la nariz—. Quizá me pasé con el picante. ¿No crees que esta gente echa chiles como si fueran gratis?—¿Segura de que no te duele la garganta?—Segura.Aun así, Javier decidió servirle un vaso de agua.—Toma un poco de agua, te sentará bien.—¿Por qué los hombres creen que el agua lo cura todo? Para el cólico, para la gripe… —refunfuñó Daisy, aunque de igual forma tomó el vaso que Javier le ofrecía—. Conmigo está bien, pero te aconsejo que, cuando te guste alguna chica, no hagas lo mismo. ¡Es un terrible mata-pasiones!Javier desvió la mirada, con un leve oscurecimiento en sus ojos.—¿Sí?Daisy notó un matiz extraño en su expresión y se inclinó hacia él con aire cómplice:—Ese gesto no me convence… Venga, ¿quién es?—No hay nadie —contestó Javier, sonriendo con esa calma suya tan típica.—¡Ja! ¿De veras? —Daisy frunció el ceño—. ¿Ni siquiera a
Eliot se quedó sin respuesta y se giró hacia Fernando, que seguía en la puerta.—Amigo, antes fuiste un desdichado, pero ahora, sin duda, eres afortunado —exclamó, como si quisiera consolarlo.Acto seguido, se dirigió a Javier con malicia:—Señor Javier, aunque su pierna no esté bien, no significa que deba recoger lo que otros desechan.¡Paf!Daisy estaba por contestar, pero Javier se adelantó, soltando el tenedor con fuerza sobre la mesa.—Señor Hendrix, mida sus palabras —lo reprendió con un tono helado que contrastaba con su actitud habitual.—Hmph… —Eliot soltó una risa irónica—. Solo lo decía por tu bien, pero si no lo agradeces, ni modo. Volteándose hacia Fernando, agregó—: Vámonos.Para sorpresa de Eliot, Fernando se adentró en la habitación en vez de marcharse:—Si ya coincidimos aquí, ¿por qué no compartimos mesa?Eliot no supo qué decir.«¡Este tipo está loco!», pensó, rezongando por dentro.Sin más remedio, lo siguió, aunque no entendía por qué Fernando insistía en sentarse