Daisy le devolvió la sonrisa:—No se preocupe, abuelito. Fue un gusto…Sin embargo, de pronto se detuvo y se tapó la boca con aparente turbación.—¿Pasa algo? —preguntó Erik con genuina preocupación—. ¿Se siente mal?—N-no… —Daisy negó con la cabeza—. Es que… con mi condición de "simple ciudadana", quizá no debería llamarlo "abuelito" así como así.—¡Qué tonterías dice! —protestó Erik, enternecido—. Si no fuera por usted, puede que ya no siguiera en este mundo. Que me diga "abuelito" es motivo de alegría, no de reproche.Como si hubiera tenido una revelación, hizo una pausa y prosiguió:—¿Sabe? No tengo nietas. ¿Qué le parecería ser mi nieta adoptiva?—¿Eh? Eso… no sé… No soy más que una persona común —titubeó Daisy.—¡Nada de eso! —cortó Erik con determinación. Se volvió hacia el mayordomo y le indicó—: Llámale enseguida a Fausto. Quiero formalizar esto ahora mismo.Al poco rato, Fausto llegó de prisa y, mirando a su padre, comentó:—Papá, entiendo que quieras agradecerle a la señorit
Avanzó a toda velocidad, casi al máximo de sus capacidades, pero la persona que huía siempre mantenía un pequeño trecho de ventaja.Era extraño: Daisy era la más rápida de su organización, prácticamente nadie podía escapar de ella, así que el hecho de que ese desconocido siguiera adelante la enfureció aún más.¡Por muy rápido que corriera, no iba a escapar!—¡Detente! —gritó Daisy con determinación—. Si te rindes ahora, todavía tienes una oportunidad de salir con vida.—Ja… —respondió él con un tono de voz alterado a propósito, sonando burlón—. ¿No cree la señorita La Torre que está cantando victoria demasiado pronto? Primero tendrás que alcanzarme, si es que piensas matarme.Daisy incrementó aún más la velocidad.—El que se adelanta eres tú. ¡Veamos qué tanto aguantas!Con esas palabras, el sujeto también aceleró el paso y la persecución se extendió por varias calles hasta que se adentró en una fábrica abandonada. Tras detenerse en medio del patio principal, Daisy tomó al azar una bar
De pronto se oyó un aplauso que resonó por todo el vestíbulo.—¡Qué digna de ser la asesina número uno a nivel internacional, señorita La Torre! Sus habilidades son impresionantes. ¡Adelante, señorita La Torre, muéstreme un espectáculo todavía mejor!Daisy frunció el ceño con fastidio. ¿En serio la trataban como si fuera parte de un circo ambulante?¡Ja!Ya vería ese desgraciado… Tan pronto lo encontrara, pensaba arrastrar su cara contra el suelo hasta que se tragara sus palabras.No había escaleras; para subir a los pisos superiores era necesario tomar el ascensor.Pero el panel requería una contraseña, y se notaba que no era de las fáciles de descifrar.Daisy no era experta en eso.Normalmente recurriría a Gaviota, quien tenía la habilidad de extraer huellas dactilares incluso de lugares que habían sido limpiados.Bastarían un par de gotas de sus sustancias químicas para hacer visibles las marcas donde se tecleó la clave.Sin embargo, pedir ayuda a estas alturas era inviable; Gaviota
Daisy no podía creerlo. Frente a ella estaba Fernando.Al ver al hombre que tenía delante, Daisy frunció aún más el ceño.—¿Cuándo llegaste? ¿O acaso has estado aquí todo este tiempo?¿Era posible que el hombre al que había perseguido toda la noche fuera Fernando?Tan pronto como esa idea cruzó su mente, su mirada hacia Fernando se volvió más fría y un tanto confusa. Si en verdad hubiera sido él…Fernando tampoco esperaba encontrarse con Daisy en aquel lugar.—Eso mismo iba a preguntarte yo.Durante los últimos tres años había estado siguiendo pistas para dar con la persona que lo había traicionado.Aquella vez, lo atacaron con un veneno que lo dejó fuera de combate, sin llegar a hacerle nada más.Aun así, no pensaba dejar el asunto por la paz, sobre todo porque sospechaba que el responsable podía estar relacionado con el asesinato de sus padres.Oficialmente murieron en un accidente aéreo, pero Fernando jamás lo creyó tan simple.Por eso llevaba años investigando, en secreto, lo que e
Fernando se dispuso a responderle, pero Daisy continuó:—Sea cual sea tu motivo, ¿no crees que estás siendo algo autoritario? —lo miró con frialdad—. Hasta donde sé, este lugar no es parte de la Unión Suárez. No necesito reportarme contigo antes de venir.Con un movimiento brusco, Daisy retiró su brazo de la mano de Fernando y se alejó, sin voltear a verlo. Fernando se quedó ahí, mirando su figura desaparecer en la oscuridad, con la mirada cargada de una mezcla de sorpresa y reflexión.—Daisy… ¿cuántos secretos más escondes?Mientras tanto, Daisy regresaba a pie por el mismo camino. Había pensado en mandar un mensaje a Enzo para que la pasara a buscar, pero su teléfono se había quedado sin batería. Así que, con resignación, continuó andando… hasta que se detuvo de golpe, se giró sobre sus pasos y volvió frente a Fernando, extendiendo la mano con determinación:—Dámelo.—… —Fernando la contempló en silencio.—La llave del auto.—… ¿Para qué?—¿No es evidente? Quiero manejarlo. —Daisy su
Si el teléfono de Daisy tuviera batería, si el dolor de su pie no fuera tan molesto… probablemente ella le habría espetado: "¡¿Y quién te pidió nada?!". Pero las circunstancias eran otras: el celular estaba apagado y cada paso le dolía. Así que lo único que hizo fue retirar su mano y dedicarle una mirada de fastidio.Como en ocasiones anteriores, Fernando la acomodó en el asiento del copiloto. Daisy, harta de la situación y sin intención de hablar con él, cerró los ojos para fingir que dormía… y, sin darse cuenta, terminó quedándose profundamente dormida.Un sobresalto la despertó cuando sintió que su cuerpo se elevaba en el aire. Se encontró de frente con la mirada de Fernando, quien la sostenía entre sus brazos. Sus ojos reflejaban cierto alivio al verla despierta, pero la dureza y la desconfianza habituales de Daisy reaparecieron al instante.—¿Qué rayos crees que haces?—Veo que despertaste —dijo él, evadiendo por completo su pregunta.Daisy prefirió ahorrarse las palabras y forcej
—Es cierto, cuñada —secundó Blanca—, en cuanto la abuela supo que habías regresado, se puso tan nerviosa que casi tropieza bajando las escaleras. Le daba pánico que te fueras sin verla.Esa era precisamente la razón por la que Daisy había evitado visitar a la abuela María: temía provocarle preocupaciones o que ocurriera algún incidente. Pero al final, no podía esquivar la situación para siempre.—Abuela, créame que yo también la extraño muchísimo —respondió Daisy con un tono cargado de ternura—. Pero en este momento estoy muy ocupada… cuando termine lo que tengo que hacer, volveré y me quedaré el tiempo que usted quiera, ¿de acuerdo?Más que no querer quedarse, Daisy no se atrevía a hacerlo. Después del asesinato y el envenenamiento de Javier, la idea de que el enemigo pudiera atacar a la abuela María la aterraba. Y lo de esta noche no hacía sino reforzar sus preocupaciones: quienquiera que estuviera detrás de esos planes conocía sus pasos y buscaba enfrentarla con Fernando. ¿Qué les i
Aquella noche Daisy rompía por completo la imagen que Fernando tenía de ella. Era experta en combate y, por lo visto, también dominaba la conducción de motocicletas. En los tres años previos, Daisy había sido una mujer tan silenciosa que ni siquiera alzaba la voz.«¿Estuvo fingiendo durante tres años… y con qué objetivo?»Además, ¿qué hacía ella en ese lugar a esas horas? Con un gesto sombrío, Fernando tomó el teléfono y llamó a Thiago.—Pon a alguien a vigilar a Daisy las veinticuatro horas.***En la casa de la familia De JesúsAl volver a su cuarto, Daisy empujó la puerta y se encontró con Javier, que la miró fijamente. Ella parpadeó, sorprendida.—¿Todavía despierto a esta hora?—Intenté llamarte, pero tu teléfono seguía apagado y me preocupé —respondió él, recorriéndola con la mirada—. ¿Te pasó algo? ¿Estás bien?Daisy cerró la puerta tras de sí y avanzó hasta servir un vaso de agua. Solo después de beberlo de un trago se animó a contestarle:—No te preocupes, estoy bien. Es tarde