Daisy no podía creerlo. Frente a ella estaba Fernando.Al ver al hombre que tenía delante, Daisy frunció aún más el ceño.—¿Cuándo llegaste? ¿O acaso has estado aquí todo este tiempo?¿Era posible que el hombre al que había perseguido toda la noche fuera Fernando?Tan pronto como esa idea cruzó su mente, su mirada hacia Fernando se volvió más fría y un tanto confusa. Si en verdad hubiera sido él…Fernando tampoco esperaba encontrarse con Daisy en aquel lugar.—Eso mismo iba a preguntarte yo.Durante los últimos tres años había estado siguiendo pistas para dar con la persona que lo había traicionado.Aquella vez, lo atacaron con un veneno que lo dejó fuera de combate, sin llegar a hacerle nada más.Aun así, no pensaba dejar el asunto por la paz, sobre todo porque sospechaba que el responsable podía estar relacionado con el asesinato de sus padres.Oficialmente murieron en un accidente aéreo, pero Fernando jamás lo creyó tan simple.Por eso llevaba años investigando, en secreto, lo que e
Fernando se dispuso a responderle, pero Daisy continuó:—Sea cual sea tu motivo, ¿no crees que estás siendo algo autoritario? —lo miró con frialdad—. Hasta donde sé, este lugar no es parte de la Unión Suárez. No necesito reportarme contigo antes de venir.Con un movimiento brusco, Daisy retiró su brazo de la mano de Fernando y se alejó, sin voltear a verlo. Fernando se quedó ahí, mirando su figura desaparecer en la oscuridad, con la mirada cargada de una mezcla de sorpresa y reflexión.—Daisy… ¿cuántos secretos más escondes?Mientras tanto, Daisy regresaba a pie por el mismo camino. Había pensado en mandar un mensaje a Enzo para que la pasara a buscar, pero su teléfono se había quedado sin batería. Así que, con resignación, continuó andando… hasta que se detuvo de golpe, se giró sobre sus pasos y volvió frente a Fernando, extendiendo la mano con determinación:—Dámelo.—… —Fernando la contempló en silencio.—La llave del auto.—… ¿Para qué?—¿No es evidente? Quiero manejarlo. —Daisy su
Si el teléfono de Daisy tuviera batería, si el dolor de su pie no fuera tan molesto… probablemente ella le habría espetado: "¡¿Y quién te pidió nada?!". Pero las circunstancias eran otras: el celular estaba apagado y cada paso le dolía. Así que lo único que hizo fue retirar su mano y dedicarle una mirada de fastidio.Como en ocasiones anteriores, Fernando la acomodó en el asiento del copiloto. Daisy, harta de la situación y sin intención de hablar con él, cerró los ojos para fingir que dormía… y, sin darse cuenta, terminó quedándose profundamente dormida.Un sobresalto la despertó cuando sintió que su cuerpo se elevaba en el aire. Se encontró de frente con la mirada de Fernando, quien la sostenía entre sus brazos. Sus ojos reflejaban cierto alivio al verla despierta, pero la dureza y la desconfianza habituales de Daisy reaparecieron al instante.—¿Qué rayos crees que haces?—Veo que despertaste —dijo él, evadiendo por completo su pregunta.Daisy prefirió ahorrarse las palabras y forcej
—Es cierto, cuñada —secundó Blanca—, en cuanto la abuela supo que habías regresado, se puso tan nerviosa que casi tropieza bajando las escaleras. Le daba pánico que te fueras sin verla.Esa era precisamente la razón por la que Daisy había evitado visitar a la abuela María: temía provocarle preocupaciones o que ocurriera algún incidente. Pero al final, no podía esquivar la situación para siempre.—Abuela, créame que yo también la extraño muchísimo —respondió Daisy con un tono cargado de ternura—. Pero en este momento estoy muy ocupada… cuando termine lo que tengo que hacer, volveré y me quedaré el tiempo que usted quiera, ¿de acuerdo?Más que no querer quedarse, Daisy no se atrevía a hacerlo. Después del asesinato y el envenenamiento de Javier, la idea de que el enemigo pudiera atacar a la abuela María la aterraba. Y lo de esta noche no hacía sino reforzar sus preocupaciones: quienquiera que estuviera detrás de esos planes conocía sus pasos y buscaba enfrentarla con Fernando. ¿Qué les i
Aquella noche Daisy rompía por completo la imagen que Fernando tenía de ella. Era experta en combate y, por lo visto, también dominaba la conducción de motocicletas. En los tres años previos, Daisy había sido una mujer tan silenciosa que ni siquiera alzaba la voz.«¿Estuvo fingiendo durante tres años… y con qué objetivo?»Además, ¿qué hacía ella en ese lugar a esas horas? Con un gesto sombrío, Fernando tomó el teléfono y llamó a Thiago.—Pon a alguien a vigilar a Daisy las veinticuatro horas.***En la casa de la familia De JesúsAl volver a su cuarto, Daisy empujó la puerta y se encontró con Javier, que la miró fijamente. Ella parpadeó, sorprendida.—¿Todavía despierto a esta hora?—Intenté llamarte, pero tu teléfono seguía apagado y me preocupé —respondió él, recorriéndola con la mirada—. ¿Te pasó algo? ¿Estás bien?Daisy cerró la puerta tras de sí y avanzó hasta servir un vaso de agua. Solo después de beberlo de un trago se animó a contestarle:—No te preocupes, estoy bien. Es tarde
Daisy le lanzó la lista directamente a la cara.—Si no tienes nada mejor que hacer, ¿por qué no vas a buscar a Lira?—… ¿Y a qué viene sacarla a relucir ahora?—¿Por qué no habría de mencionarla? —Daisy se puso seria en defensa de Lira—. Ella te ha esperado por años… Nadie puede quedarse estacionado en el mismo lugar para siempre. No vayas a lamentarlo cuando ya sea demasiado tarde.Enzo no quiso seguir discutiendo el tema y se puso de pie para marcharse.—Con respecto a la familia Mero, si Fernando no se mueve pronto para contactar a la doctora Jade y curar a Frigg, tomaré la iniciativa.Habían pasado varios días sin que Fernando diera señales de querer salvar a Frigg de ese veneno. Enzo se impacientaba, estaba decidido a vengarse de la familia Mero cuanto antes.Daisy comprendía muy bien la sed de venganza de Enzo, pero…—Espera un poco más —le dijo cuando él ya estaba en la puerta.Tras tantos años trabajando juntos, a Enzo le bastaba una sola mirada para captar lo que Daisy pretend
Durante varios días, Fernando mantuvo gente siguiendo a Daisy. Sin embargo, ella seguía la misma rutina: de la casa de la familia De Jesús al Grupo De Jesús y viceversa.Lo único "diferente" era que, de vez en cuando, pasaba por la mansión Ortega.Claro que, ahora que don Erik la había convertido en su nieta adoptiva, era de lo más normal verla entrar y salir de ahí.Fernando hojeaba el informe en silencio, con un gesto inescrutable. Thiago, mirando de reojo, se aventuró a preguntar:—Señor, ¿quiere que continuemos con la vigilancia?Fernando levantó la mirada y clavó los ojos en él:—¿Tú qué crees?—… —Thiago soltó un suspiro mental.«Otra de esas respuestas que es mejor no haber preguntado».Sin insistir, dio media vuelta para marcharse. Justo al llegar a la puerta, casi choca con la secretaria que venía entrando.—Señor Thiago, la familia Ortega acaba de enviar esta invitación.Thiago tomó el sobre y regresó al escritorio de Fernando.—Es una invitación de los Ortega.Fernando lo ab
Mientras que a su propio hermano, Fernando, apenas lo aguantaba o lo miraba con desdén.Esta constatación hizo que Blanca se pusiera todavía de peor humor. Sacó el teléfono y sacó varias fotos de Daisy y Javier juntos, luego se las mandó a Fernando.«Si yo estoy molesta, él tampoco debería estar tranquilo. ¡A ver si no se arrepiente!»Mientras tanto, Fernando, que iba camino a la mansión Ortega, escuchó su celular sonar varias veces seguidas, pero ni se molestó en revisarlo. Generalmente, cuando sonaba así en cadena, era Blanca enviándole tonterías, así que continuó hasta llegar a la entrada de la mansión sin mirar los mensajes.Recién en la puerta sacó el teléfono, confirmó que era ella y vio la notificación de varias fotos. Sin siquiera abrirlas, las deslizó para borrarlas y guardó el celular de nuevo en el bolsillo. Bajó del auto y empezó a caminar hacia la recepción.—¡Fer…! —Una voz sonó a sus espaldas, y acto seguido, Frigg apareció, enganchándose de su brazo derecho—. ¡Fer, qué