—Es posible que me mude a otra ciudad, o incluso que me vaya al extranjero. Todavía no lo he decidido —dijo Lorena, relajada y recostada en el sofá.—¡Me alegra! —respondió Marina con un entusiasmo inesperado.—Podrías ir a Estados Unidos. Mi familia vive allá. Te llevaré a conocer mi casa alli. —dijo Marina, contenta.Lorena quedó pensativa. Estados Unidos…El lugar donde Teresa y César se reencontraron.—La Academia Fleur está en Estados Unidos. Podrías continuar tus estudios allí —sugirió Marina, observando a su mejor amiga, que permanecía en silencio con una mirada preocupada. Al instante supo lo que pasaba por su mente.—¡Estados Unidos es enorme! ¿Qué probabilidades hay de encontrarte con el idiota de César? Además, ellos también viven en el planeta Tierra. ¿Qué vas a hacer, mudarte a Júpiter?Marina tenía razón, Lorena cambió de opinión.La Academia Fleur es una de las mejores escuelas de arte. Dejar pasar esa oportunidad sería terrible.¡No podía dejar que un desamor y un hombr
Adrián llegó cargando dos bolsas de comida.—Doña Lorena, dijiste que te habías caído y no podías salir, así que pensé que era mejor traerte la cena.—Supuse que no iban a cocinar, seguro que iban a pedir algo entonces quise ahorrarles la molestia —dijo mientras entraba y colocaba los platos en la mesa.—Es tu comida favorita —añadió, con una sonrisa.—Ay, no esperaba esto, Adrianito, ¡qué atento eres! —Marina lo molestó con confianza mientras se iba a la cocina a buscar cubiertos.Él, al escuchar que lo llamaban “Adrianito”, no pudo evitar algo de molestia. Disimuladamente, observó la reacción de Lorena, con miedo de que a ella le disgustara su edad y, por ende, no tuviera ninguna oportunidad con ella.Al ver que Lorena no mostraba ninguna reacción al respecto, se sintió aliviado.—No tenías que molestarte en venir. Tú me salvaste en la piscina, debería ser yo quien te invitara a comer —dijo Lorena, con tono tranquilo.—Eso no importa. Cuando te recuperes, puedes invitarme a comer —re
—Solo necesitas una semana. Recuerda estar en Chatelet el día 21 para cuadrar todo con el representante.A continuación, le enviaron el contacto de un representante del gobierno de Chatelet.—Ok.Una semana después, ya con los bocetos listos, Lorena abordó un avión rumbo a Chatelet.En primera clase, justo cuando se acomodaba en su asiento, una voz familiar resonó a su lado.—¡Doña Lorena!Adrián apareció nuevamente, con su tono enérgico.—¿Adrián? ¿Qué haces en este avión? —preguntó Lorena, sorprendida y desconcertada.—¡Pues viajando! —respondió Adrián, sentándose en el lugar junto a ella.—¿Y en el mismo vuelo?—¡Exacto!La incredulidad se reflejaba en la cara de Lorena.Adrián, riendo, explicó:—Fue Marina quien me contó. Dijo que ibas a Chatelet por trabajo. También me dio el número de vuelo y tu asiento.—Es perfecto, ¡podemos ir entonces juntos!Mientras hablaba, Adrián sacó su celular y se tomó una foto con Lorena, quien estaba distraída buscando su celular.Rápidamente añadió
Teresa siempre actuaba con prepotencia, como si fuera alguien especial y tuviera una relación única con el presidente, pero ¿entonces por qué ni sabía que él viajaba en un jet privado?En comparación, Lorena era mucho más humilde y amable.El triángulo amoroso entre César, Lorena y Teresa ya era un tema conocido entre todas las secretarias.Ellas trabajaban en el mismo piso en el que está la oficina del presidente, y no había chisme que no supieran.—Está bien entonces, le llamaré para preguntarle —dijo Teresa, fingiendo estar tranquila.La secretaria se fue de la sala de recepción.Teresa acababa de enterarse ese día que César viajaría a Chatelet por negocios. Había ido a la empresa al mediodía con la intención de acompañarlo.Pero llegó demasiado tarde.Teresa llamó a César. Él contestó después de que el celular timbrara un par de veces.—¿Bueno? ¿César? ¿Por qué no me llevaste contigo al viaje? —Teresa preguntó con tono medio enojado y medio coqueto—. Siempre quiero acompañarte. Cua
—Suegrita, usted es la madre de César. Yo soy su novia, ¡por supuesto que debo decirle suegra!—No soy una maleducada. Por ahora soy solo su nuera, pero cuando César y yo nos casemos, voy a ser Teresa de Balan—Teresa se rio.María ardía de ira, ni se molestaba en ocultarlo, y le advirtió:—Teresa, aléjate de mi hijo. ¿Casarte con él? ¡Sigue soñando! Mientras yo siga viva, ¡olvídate de ser su esposa!—¿Suegrita, no lo sabe aún? —Teresa se cubrió la boca, fingiendo sorpresa—. Ayer, César me llevó al centro de rehabilitación a visitar al abuelo. Delante de don Julián Balan, ¡me pidió en matrimonio!Al terminar, sonrió de oreja a oreja, mirando a María con un aire provocador.María, a la que ya le faltaba el aire, le respondió con enojo:—¡Imposible! ¡Mi hijo nunca te propondría matrimonio!—Si no me cree, suegrita, pues llame a César y pregúntele. Así sabrá la verdad —dijo Teresa, con indiferencia.Luego añadió, pretendiendo ser amable:—Pero apúrese, porque César no está en la empresa. E
Lorena no podía evitar sentirse extraña. ¿Dónde aprendió ese niño esas palabras y esa actitud?Al ver que él no le iba a dar su maleta, decidió dejar que le hiciera el favor.Al salir del aeropuerto.—¿Dónde te quedas?—En el Hotel Aurora.Lorena quedó atónita. ¿No era ese el hotel que el contacto de la alcaldía de Chatelet había reservado para ella?Había pensado aprovechar esa oportunidad para evadir a Adrián, pero parecía que tendrían que ir por el mismo camino.Ambos fueron en el mismo taxi hasta el hotel.Ya en su habitación, Lorena comenzó a ordenar sus cosas y a preparar lo que había llevado.En ese momento, el timbre de la puerta sonó una y otra, y otra vez.Lorena corrió a abrir.—¿Quién es?—Doña Lorena, ¿tu celular está sin batería? —Adrián estaba apoyado contra la pared, viéndose algo frustrado.—¿Mi celular? —Lorena revisó su bolso y encontró el teléfono. —Se me olvidó quitar el modo avión. ¿Qué ocurrió?Adrián señaló la hora en su reloj.—Doña Lore, ya es hora de cenar.
En la parrilla, mientras esperaban que llegara la comida, doña Marta llamó por celular.Lorena se sorprendió un poco, pero respondió de inmediato.—¿Hola, doña Marta?—Señorita Lorena, ¿tiene usted un momento? Tengo algunas preguntas que me gustaría hacerle —dijo Doña Marta con un tono amable y respetuoso.—Dígame usted doña Marta —respondió Lorena. Durante estos tres años, Doña Marta siempre había sido muy buena con ella, y Lorena la respetaba mucho.—Es que, señorita, ¿recuerda que antes usted ayudaba al señor a organizar su ropa para los viajes? Ahora que usted se ha ido tan de repente, no sé bien cómo ayudarlo.Ella habló con mucho respeto. Esa misma tarde, al preparar el equipaje de César, había tardado demasiado, y temía causarle algún retraso en el futuro.—Pensé que quizás podría ayudarme haciendo una lista de las combinaciones. Así se me haría más sencillo.Lorena se sintió perdida por un momento. ¿Era posible que César estuviera de viaje otra vez y que preparar su ropa result
Lorena no dijo nada, pero asintió ligeramente, algo a regañadientes.Apenas Adrián notó su gesto, le puso la mano en el cabello y la despeinó por completo.—¡Adrián! —dijo Lorena, enojada.—¡Buenas noches, doña Lore!Tras despedirse, Adrián salió corriendo, dejando a Lorena parada en la puerta.A la tarde siguienteAdrián llevó a Lorena hasta el edificio del gobierno de Ciudad del Norte.—Espera en el carro. No tardaré mucho —le indicó Lorena antes de bajarse.Adrián asintió obedientemente.Afortunadamente, la reunión con el representante gubernamental fue muy fluida, y los bocetos fueron aprobados.Al salir del edificio donde tuvo la reunión, Lorena vio a César.Él caminaba en el centro de un grupo, rodeado por funcionarios del gobierno que lo recibían con entusiasmo.Lorena rápidamente fue por un pasillo para evitarlo. Solo cuando lo vio pasar, salió del edificio.—¿Qué hace César aquí en Chatelet? —se preguntaba.—¿Vendría por algo relacionado con la construcción de la nueva zona?E