Justo vio a César empujar la puerta y entrar a la habitación del hospital.Lorena no comprendía la situación, lo miró y dijo fríamente:—¿Qué haces aquí?César la miró de reojo, como si estuviera viendo a alguien que le cae mal:—De la universidad llamaron, dijeron que te habías lastimado.Al terminar, lanzó la bolsa que llevaba en la mano sobre la cama.Lorena recordó entonces que, como había perdido la memoria y no tenía familia, al ingresar, había puesto entonces a César como su contacto de emergencia.Se acercó a la cama, tomó la bolsa de medicamentos, e incómodamente dijo:—Muchas gracias.César se sorprendió. ¿Ella dándole las gracias?¿Mientras hace unos días parecía querer golpearlo?—¿Dónde está Adrián? ¿Por qué no vino al hospital? —preguntó César, tratando de actuar casual y despreocupado, como si estuviera charlando con un amigo.—No es asunto tuyo, ¿no crees? —respondió Lorena, molesta, mientras miraba su cara en un pequeño espejo del hospital.Por suerte, su cara no estab
Lorena, tranquilamente, siguió mirándola y sonriendo mientras decía:—Entonces, gracias pues por tomarse la molestia de venir a verme.Teresa quiso decir algo más, pero César la interrumpió antes que ella pudiera hablar:—¿No dijiste que ibas a buscar los medicamentos con Blanco? ¿Ya pues las conseguiste?—¡Sí, ya los conseguí! —respondió Teresa, viéndolo con una mirada de felicidad.—Entonces vámonos. Tenemos mucho que hacer en la empresa. —César tomó la bolsa de Teresa, de paso, le agarró la mano antes de salir de la habitación juntos.Lorena los vio con las manos entrelazadas y parpadeó con melancolía.—Querida, nos vamos ya. ¡Adiós! —dijo Teresa, despidiéndose con una adorable sonrisa y moviendo la mano. Luego, apuró el paso para seguir a César.La puerta de la habitación se cerró.Lorena arrojó la ropa que tenía en las manos sobre la cama, sintiendo ya casi sin energía, dejándola desplomada en el borde de la cama.Parecían tan compatibles, tan felices, como si nunca se hubieran se
Cuando Lorena llegó a casa, el dolor se hizo más y más fuerte, e incluso sintió un pequeño dolor en el pecho.Entró en su habitación, se quitó la ropa y se aplicó el medicamento. La herida estaba en el costado derecho, lo que hacía que aplicar el ungüento con la mano izquierda fuera un poco complicado.Después de terminar, le dio hambre. Sin ganas de cocinar, decidió pedir comida a domicilio.Mientras comía, recibió un mensaje de su profesor. Primero le preguntó cómo estaba y luego le ofreció cubrir los gastos médicos.Lorena rechazó la oferta; después de todo, ya había tramitado su baja de su universidad, y haberse caído de la silla era un accidente solo por culpa suya de perder el equilibrio, algo que no tenía relación con la institución.Además, fueron su profesor y sus compañeros los que llamaron a la ambulancia y la llevaron al hospital.Después enviar mensajes de agradecimiento al profesor y a los compañeros, continuó viendo la televisión mientras comía.Cuando acabó la cena, Lor
—Es posible que me mude a otra ciudad, o incluso que me vaya al extranjero. Todavía no lo he decidido —dijo Lorena, relajada y recostada en el sofá.—¡Me alegra! —respondió Marina con un entusiasmo inesperado.—Podrías ir a Estados Unidos. Mi familia vive allá. Te llevaré a conocer mi casa alli. —dijo Marina, contenta.Lorena quedó pensativa. Estados Unidos…El lugar donde Teresa y César se reencontraron.—La Academia Fleur está en Estados Unidos. Podrías continuar tus estudios allí —sugirió Marina, observando a su mejor amiga, que permanecía en silencio con una mirada preocupada. Al instante supo lo que pasaba por su mente.—¡Estados Unidos es enorme! ¿Qué probabilidades hay de encontrarte con el idiota de César? Además, ellos también viven en el planeta Tierra. ¿Qué vas a hacer, mudarte a Júpiter?Marina tenía razón, Lorena cambió de opinión.La Academia Fleur es una de las mejores escuelas de arte. Dejar pasar esa oportunidad sería terrible.¡No podía dejar que un desamor y un hombr
Adrián llegó cargando dos bolsas de comida.—Doña Lorena, dijiste que te habías caído y no podías salir, así que pensé que era mejor traerte la cena.—Supuse que no iban a cocinar, seguro que iban a pedir algo entonces quise ahorrarles la molestia —dijo mientras entraba y colocaba los platos en la mesa.—Es tu comida favorita —añadió, con una sonrisa.—Ay, no esperaba esto, Adrianito, ¡qué atento eres! —Marina lo molestó con confianza mientras se iba a la cocina a buscar cubiertos.Él, al escuchar que lo llamaban “Adrianito”, no pudo evitar algo de molestia. Disimuladamente, observó la reacción de Lorena, con miedo de que a ella le disgustara su edad y, por ende, no tuviera ninguna oportunidad con ella.Al ver que Lorena no mostraba ninguna reacción al respecto, se sintió aliviado.—No tenías que molestarte en venir. Tú me salvaste en la piscina, debería ser yo quien te invitara a comer —dijo Lorena, con tono tranquilo.—Eso no importa. Cuando te recuperes, puedes invitarme a comer —re
—Solo necesitas una semana. Recuerda estar en Chatelet el día 21 para cuadrar todo con el representante.A continuación, le enviaron el contacto de un representante del gobierno de Chatelet.—Ok.Una semana después, ya con los bocetos listos, Lorena abordó un avión rumbo a Chatelet.En primera clase, justo cuando se acomodaba en su asiento, una voz familiar resonó a su lado.—¡Doña Lorena!Adrián apareció nuevamente, con su tono enérgico.—¿Adrián? ¿Qué haces en este avión? —preguntó Lorena, sorprendida y desconcertada.—¡Pues viajando! —respondió Adrián, sentándose en el lugar junto a ella.—¿Y en el mismo vuelo?—¡Exacto!La incredulidad se reflejaba en la cara de Lorena.Adrián, riendo, explicó:—Fue Marina quien me contó. Dijo que ibas a Chatelet por trabajo. También me dio el número de vuelo y tu asiento.—Es perfecto, ¡podemos ir entonces juntos!Mientras hablaba, Adrián sacó su celular y se tomó una foto con Lorena, quien estaba distraída buscando su celular.Rápidamente añadió
Teresa siempre actuaba con prepotencia, como si fuera alguien especial y tuviera una relación única con el presidente, pero ¿entonces por qué ni sabía que él viajaba en un jet privado?En comparación, Lorena era mucho más humilde y amable.El triángulo amoroso entre César, Lorena y Teresa ya era un tema conocido entre todas las secretarias.Ellas trabajaban en el mismo piso en el que está la oficina del presidente, y no había chisme que no supieran.—Está bien entonces, le llamaré para preguntarle —dijo Teresa, fingiendo estar tranquila.La secretaria se fue de la sala de recepción.Teresa acababa de enterarse ese día que César viajaría a Chatelet por negocios. Había ido a la empresa al mediodía con la intención de acompañarlo.Pero llegó demasiado tarde.Teresa llamó a César. Él contestó después de que el celular timbrara un par de veces.—¿Bueno? ¿César? ¿Por qué no me llevaste contigo al viaje? —Teresa preguntó con tono medio enojado y medio coqueto—. Siempre quiero acompañarte. Cua
—Suegrita, usted es la madre de César. Yo soy su novia, ¡por supuesto que debo decirle suegra!—No soy una maleducada. Por ahora soy solo su nuera, pero cuando César y yo nos casemos, voy a ser Teresa de Balan—Teresa se rio.María ardía de ira, ni se molestaba en ocultarlo, y le advirtió:—Teresa, aléjate de mi hijo. ¿Casarte con él? ¡Sigue soñando! Mientras yo siga viva, ¡olvídate de ser su esposa!—¿Suegrita, no lo sabe aún? —Teresa se cubrió la boca, fingiendo sorpresa—. Ayer, César me llevó al centro de rehabilitación a visitar al abuelo. Delante de don Julián Balan, ¡me pidió en matrimonio!Al terminar, sonrió de oreja a oreja, mirando a María con un aire provocador.María, a la que ya le faltaba el aire, le respondió con enojo:—¡Imposible! ¡Mi hijo nunca te propondría matrimonio!—Si no me cree, suegrita, pues llame a César y pregúntele. Así sabrá la verdad —dijo Teresa, con indiferencia.Luego añadió, pretendiendo ser amable:—Pero apúrese, porque César no está en la empresa. E