Por la tarde, César regresó a Playa Escondida en su avión privado. Mientras iba de camino, María lo llamó por celular. —Hola, mamá. —¿Tienes tiempo esta noche después del trabajo? Ven a casa a cenar conmigo, ya hace mucho que no te veo. —Sin esperar respuesta de César, María continuó hablando—. —No me vayas a salir con que tienes trabajo, ya llamé a tu equipo de secretarios, esta noche no tienes compromisos, ni reuniones, ni trabajo extra. César hizo una mueca mientras miraba la espalda de Clara, sentada en el asiento del copiloto. Clara vio la mirada de advertencia de César a través del espejo retrovisor: —Controla a tus empleados. Clara se tocó la nariz con incomodidad. María había llamado a su equipo de secretarios, y ella no había sido la culpable. —¿Quién fue el que habló demasiado y me hizo recibir una advertencia? —pensó para sí misma. —Mamá, yo te quiero mucho, y siempre volveré a verte, pero no puedes seguir saliendo con excusas para agendarme citas. —César hab
En Valle MotosoCésar y Ricardo acababan de terminar una mañana de trabajo en un hospital en el centro de la ciudad. Cuando salieron por la puerta principal, un niño corrió desde el otro lado de la calle hacia ellos. —Hola, ¿me pueden ayudar? Estoy perdido, ¿puedo usar su celular para llamarla? Era Ander. Desde lejos ya había visto a esos dos hombres, y uno de ellos le pareció muy guapo. ¡Perfecto para mamá! —Uy, ¿y de dónde saliste? —dijo Ricardo, acercándose y tocando la cabeza de Ander. Luego miró a César y preguntó: —¿Lo conoces? César respondió con indiferencia: —No. La voz cortante y directa le parecía extrañamente familiar. Ander se quedó pensativo, intentando recordar. Aunque, tampoco le dio muchas vueltas. Ricardo miró alrededor y preguntó: —¿Cómo te llamas? ¿Dónde están tus padres? ¿Qué tipo de adulto deja que un niño se pierda? —No es necesario que me lleven a la policía —respondió Ander. —Me llamo Ander. Recuerdo el número de celular de mi tía, ¿me pu
—¡Hola, tía! La voz de Ander salió del celular. Marina detuvo la mano que iba a abrir la puerta, y su corazón se apretó como si estuviera en caída libre. Al escuchar la voz de Ander, por fin se calmó. —Ander, ¿dónde te fuiste? ¿Sabes cuánto me preocupé por ti? —Marina sentía miedo; si algo le pasaba a Ander, ¿cómo iba a darle la cara a su hermana y a la familia? —Ok. Ander movió sus ojos grandes, nervioso y preguntándose qué hacer. Parecía que su tía estaba molesta. César y Ricardo estaban de pie en la acera observando mientras Ander estaba en una llamada.Estaban preocupados de que no pudiera explicar bien la dirección del hospital, así que César pensó en tomar el celular y decirle a la familia de Ander dónde estaban. Pero, antes de que pudiera hacerlo, escuchó a Ander decir claramente la ubicación en la que se encontraban. César levantó las cejas, sorprendido; el niño era más inteligente de lo que parecía, su mente estaba clara, lo que indicaba que sus padres lo había
—¡Vale, tía! —dijo Ander, bastante disciplinado, mientras le devolvía el celular a César. Aunque no entendía por qué su tía no venía a darle las gracias, pensó que era bastante insolente de su parte. Él no podía ser un niño maleducado, así que agradeció con mucha sinceridad otra vez: —Gracias, señor César y señor Ricardo, mi tía me está esperando allá, me voy. César hizo una mueca, ¿tan irresponsables eran los padres de este niño? ¡Dejaron que se perdiera y ni siquiera vinieron a buscarlo, dejándolo regresar solo! —Te acompañamos. No podía permitir que el niño caminara solo, no confiaba en que fuera seguro. Ander agitó su manita. —No hace falta, tío César, está cerca. Cuando llegue a casa, te llamo. Con una mirada traviesa. Ya había conseguido el número de César, así que no tendría problema para contactarlo. ¡Jijiji! —Ten cuidado, vamos a estar pendientes. —Vale. Ander se dio la vuelta y les hizo un pequeño gesto con la mano antes de desaparecer en la esquina.
En ese momento, Adrián estaba emocionado, pero cuando supo que Perla había tenido a su hijo, sintió una profunda desolación. Aunque sabía que ella estaba embarazada, no pudo evitar llorar en secreto apenas llegó a casa. Después de haber pasado por un terremoto, era increíble que ella y su bebé estuvieran a salvo. ¡César era un maldito desalmado! Al día siguiente, cuando lo vieron de nuevo, sus ojos estaban inflamados de llorar. Después de graduarse, Adrián no regresó a su país, sino que abrió una compañía de tecnología en Valle Motoso. Su negocio creció rápidamente. Por otro lado, Marina y Perla, después de graduarse, abrieron juntas una galería de arte. Perla retomó su carrera como pintora, enfocándose en la parte creativa, mientras que Marina se encargaba de la gestión y la administración. Mientras tanto, en la galería, Perla llevaba un delantal y ayudaba a los empleados a mover y colocar las obras de arte para la próxima exposición. Su cabello largo estaba recogido en
Perla se sentó en el asiento del copiloto, cansada. Marina, que manejaba el carro, le dijo: —Hermanita, te compré un café. Tómalo para despertarte un poco. —Ander, pásale el café a tu mamá. —Sí —respondió Ander, quien, con cuidado, le dio el café a Perla desde el asiento de atrás mientras el carro arrancaba. Perla se giró para recibirlo. —Dale, Andi. Últimamente, Perla había estado tan ocupada con la organización de la exposición que no había tenido tiempo para estar con sus hijos. La familia se había turnado para cuidarlos: Ander estaba con Marina, y Orión con William. Ahora iban a recoger a Orión donde William. Esa noche, Celeste había reservado una mesa en un restaurante para celebrar por adelantado el éxito de la exposición de Perla. Los últimos cinco años habían sido tranquilos y prósperos para Perla, sin muchos disgustos en su vida. Mientras tanto, en la oficina de William, él estaba terminando su trabajo del día. Orión, sentado en una mesita baja al lado del esc
En la amplia cama de un hotel en el extranjero de Valle Motoso.Dos almas estaban estrechamente abrazadas haciendo el amor. En el clímax de la pasión, la voz ronca llena de un magnetismo casi sensual de César Balan, le susurraba al oído:—Lorena, quiero que tengamos un hijo producto de todo este amor.Ella, perdida en el deseo del momento, respondió un sí.Al terminar y aún abrazados, Lorena recordó lo que él había dicho.—¿Dijiste que quieres que tengamos un hijo?Sus ojos todavía brillaban con el deseo que no había desaparecido por completo, y esa mirada encendió de nuevo los pensamientos de César. Por alguna razón, su cuerpo siempre ejercía una lujuria irresistible sobre él. Intentó contenerse y sacó un anillo de compromiso que deslizó en el dedo anular de Lorena.—¿Estás en verdad pidiéndome en matrimonio?—Sí, quiero que seas mi esposa, y ¿así me podrás dar ese niño que tanto anhelo tener? —preguntó César con una sonrisa. En sus ojos había indulgencia, pero no amor.Pero esa mirad
No supo cómo, pero las lágrimas comenzaron a caer, y el maquillaje de ojos recién hecho ya estaba vuelto nada. Sus ojos se posaron entonces en el anillo de diamantes. Lorena tenía una corazonada, una especie de presentimiento. Esa aparecida, ¿destruiría acaso la felicidad que ella había tanto esperado?Pero algo si era cierto, no podía quedarse ahí parada de brazos cruzados; tenía que saber quién era esa mujer.Después de quedarse un momento en su lugar, se levantó sin más y regresó al hotel.El avión había alcanzado su destino, Puerto Mar.En el hospital del Sagrado Corazón.Lorena estaba parada frente a la puerta de la habitación del hospital, abrazándose a sí misma. A través de la ventana de la puerta, intentaba mirar hacia dentro. Allí estaba el intimo amiguito de César; Ricardo Meyer, director del hospital, y otros doctores quienes chequeaban a la mujer que se movía inquieta en la cama.Dos enfermeras sostenían a la mujer para que no se alborotara tanto. En el avión, ya le había