Μαύρος: Ιστορία μου (Mávros: mi historia)
¿Quién dijo que los gatos no entendemos el lenguaje humano? Es mas, ¿quién dijo que los animales no entendemos el lenguaje humano?Quién fuese que lo hubiese dicho, pues, si estás leyendo esto, déjame decirte que estás completamente errado.
Todos los animales, sobre todo los domésticos, entendemos cada idioma que hablan los humanos. Y en mi caso, bueno, más que entender… comprendo.
Muchos de los humanos nos temen. A nosotros, los gatos negros. A lo largo de la historia han surgido centenares de mitos y dichos, unos más descabe
Sus pasos lentamente, sincronizados con la melodía que llegaba a sus oídos por medio de los auriculares. No prestaba atención al panorama. Por más que las vistas fuesen magníficas, no le daba relevancia a nada que no fuesen sus propios pensamientos. Desinteresado, taciturno, un bohemio por naturaleza. Mucho tiempo ha pasado desde la última vez que mantuvo una conversación con alguien. Años y realmente no le importaba. Las únicas veces que dejaba salir su voz era simplemente para preguntar cuánto le saldría un boleto de tren y eso ocurría cada fin de mes. ¿Familia? Alguna vez la tuvo, por supuesto. Sin embargo, aquel lugar al cual llamó hogar hasta sus 15 años de edad ya no estaba. Sus padres yacían inertes bajo dos lápidas de mármol en algún sitio del Campo Santo de la ciudad. Dejó de pisar aquel lugar desolado y álgido hace bastante tiempo, ¿por qué desperdiciar momentos y tiempo cuando, en realidad, sus relatos y preguntas nunca tendrían replicas? Al princi
Las olas arremetían contras las rocas como si ellas fuesen capaces de quebrarlas. La frisa gélida envolviendo su cuerpo y haciéndolo tiritar. Elevó el rostro al cielo nocturno y una sutil sonrisa dibujó en los labios. Él amaba la luna. Nunca supo el motivo, pero era como si esta tuviese un poder sobre él, un tipo de imán, algo que no lograba descifrar.Se perdió en sus pensamientos y pronto estuvo caminando, descalzo, por la arena.A medida que avanzaba por la playa, el sonido del oleaje quedaba atrás.Trepó la escalinata, las manos temblaban deseosas, la mente atiborrándose de inspiración.Se sentía… libre.Atravesó las grandes puertas de cristal del hotel (donde se hospedaba). Sus pasos siendo largas zancadas, directas, hacia el ascensor. Presionó el botón del piso correspondiente y la necesidad de llegar a su habitaci&oac
Los siguientes meses transcurrieron sin nada usual, yendo de viaje cada fin de mes. Sin embargo, había pasado tan de prisa que no fue del todo consciente, sino hasta que su editora le dijese, en una ocasión, que solo faltaban ocho semanas y todo volvería a ser como siempre. Por supuesto, Odette seguía insistiendo en que la dejase leer su nueva novela. Solo necesitaba un simple borrador. Luego de tanta tozudez, terminó accediendo a brindarle un dechado.En todo ese tiempo, Mávros creció considerablemente. Dejó de ser aquel gatito asustadizo y escuálido, ahora era todo lo opuesto. De alguna manera lo fascinaba y en más de una oportunidad, se encontraba observándolo. Era como estar viendo y conviviendo con una pequeña pantera. El porte y la elegancia del gato lo hipnotizaban de cierta forma y, más de una vez, se encontró escribiendo todo gracias a la inspiración que le causab
El tiempo de gloria acabó, dejándole un sabor agridulce. Sus predicciones fueron acertadas cuando entregó la novela a su editora y esta eligió el final alternativo.Aceptó que su novela fuese publicada con aquel desenlace un tanto bastante contradictorio a sus ideales. Aun así, Odette le aseguró que sería un existo. Y sucedió, Love again —título que le dio a su nueva obra— pronto se convirtió en el libro más vendido de las librerías de la ciudad. Otro éxito y más fama, aunque esto último se lo ganó William, él solo era un mero espectador de aquel seudónimo.Volvió a la misma rutina de hace un año atrás y descartó volver a escribir algo similar a su novela recién publicada.Seguiría sus propias reglas. Su propia esencia.(...)Dos meses después.
Capítulo especial. Un pequeño cuerpo yacía en un rincón de la sala. Las líneas rojas se dibujaban a través de la fina tela que cubría parte de sus extremidades. Un espasmo sacudió la diminuta anatomía. La respiración dificultosa y el dolor esparciéndose por cada músculo de aquel pequeño ser.Dos pares de ojos lo observaban como si se tratase de un saco de boxeo que, a diferencia de uno ordinario, chillaba y emitía sonidos desgarradores con cada golpe. La diversión finalizó cuando la diminuta figura cayó inerte, producto de un certero y severo impacto. El niño se desplomó inconsciente en el mismo lugar, en el mismo rincón en el cual, minutos antes, se sostenía apenas en sus delgadas piernas. Golpe tras golpe por cada recoveco de su cuerpo y el líquido carmesí manchando sus ropas sucias y de
Continuación inmediata del capítulo anterior.—¿Por qué un niño como él no tiene un nombre? —indagó la mujer desconcertada, analizando al infante—. Él merece ser reconocido con un nombre propio de su ser.—Nihil, ¿por qué no vas a la biblioteca y traes tus libros favoritos? —preguntó y sugirió la directora del orfanato—. Creo que los señores Ricci estarían encantados de saber lo que tanto te gusta.El niño asintió feliz. Salió del despacho y se dirigió rumbo a la biblioteca, sin ser consciente de que la charla que se llevaría a cabo sería decisiva y, por lo tanto, su futuro podría tomar un nuevo rumbo.—Ana, ese niño… —comenzó el hombre, observando a su esposa—. Ha pasado por mucho en su corta vida.—No son el
Observó el halo de electricidad proyectarse en el firmamento oscuro, acompañado por la emisión de luz causada por el paso de la corriente y, luego, el sonido etéreo desarrollado por las ondas de choque. Aquello, a sus ojos, era magnífico. Rara vez podía presenciar tan nítidamente las líneas rectas y otras indefinidas que dibujaban figuras inexistentes y carentes de sentido en el infinito gris-negro. Hubo espigado cierta obsesión por las tormentas, sobre todo si eran eléctricas. Sin embargo, todo aquel encanto daba el hincapié preciso para dejarse llevar a un lugar sin nombre, sin nada en realidad. Solo su mente proyectando paisajes semejantes al que observaba de manera casi hipnótica.Se perdió viendo aquellos nimbos y escuchando el férreo sonido que estos producían. Su propio reflejo se alzó imponente en el cristal, odiando al instante la intensidad de la luminosid
Rechazó —como siempre— la asistencia a la convocatoria de los Premios Literarios Nacionales. Su último libro de poesías fue nominado y, por supuesto, Odette estuvo detrás de él insistiendo, una vez más, de que el evento era perfecto para dejarse conocer por el público y por sus lectores-seguidores. Lejos —posiblemente nunca— estaba el día en que dejase las sombras y el anonimato. No era una opción, era una decisión. Hubo discusiones, palabras hirientes y, como era tan malditamente habitúe, su editora cedió a sus caprichos.Él se encontraba feliz con la vida que llevaba. Tranquilidad, paz y libertad, ¿por qué modificar su rutina, su vida? No. Así estaba bien. Vivir tras bambalinas funcionaba de maravilla y no había disputa que válgase para pensar lo contrario. A pesar de que todo se encontraba en equilibrio, hubo algo qu