La burbuja estalló, provocando que se separase de golpe de su editor. Centenares de improperios espetó mentalmente.
—Oh, lo siento. Creo que interrumpí algo importante. De verdad lo lamento.
—No importa —inquirió enervado, acomodándose en la butaca—. Supongo que estamos por llegar.
—Sí, señor.
Miró de soslayo a Dominic quién lucía realmente apocado. Escondió una pequeña sonrisa, ¿qué estuvo a punto de hacer? Posiblemente…
—Dentro de una hora llegaremos a Madrid. Disculpe, ¿usted es William Norba?
Ahogó un grito de frustración, deseando que todo fuese producto de una quimera. No lo era. Buscó a ciegas la mano de Dominic… Sin importarle nada, entrelazó los dedos a los del chico.
—Sí, pero nadie tiene que saberlo —demandó neutro&mda
Sus dedos ágiles excoriaban las teclas del portátil y frunció el ceño mientras sentía la tibieza de algo deslizarse por sus mejillas. Restó relevancia al cúmulo de sensaciones que abrigó cada poro de su cuerpo y escribió esa última palabra de tres letras: «fin».Exhaló un sonoro suspiro, echando la cabeza hacia atrás, y se llevó ambas manos al rostro, retirando las finas cascadas que empañaron su rostro. Esbozó una pequeña sonrisa y aquel nudo en su pecho estalló en miles de sensaciones imposibles de describir.Concluir una historia lo ponía en un estado melancólico. Dar por finalizado el protagonismo de sus personajes lo transportaba a esa utopía que creaba y en la cual los visualizaba y quizás estuviese tan compenetrado con cada uno de ellos que dolía. Dolía despedirse de ellos, de saber que ya no
El lanzamiento de su novela fue un rotundo existo, lo cual no fue una novedad para él. La fama, la gloria, el dinero y el reconocimiento nunca tuvieron un gran significado, mucho menos relevancia. Aun así, debía de ser sincero (era que hubo dedicado cada minuto de su tiempo en escribir esa historia) y saber que esta se encontraba en manos de cientos de personas lo alegraba. Quizá por el hecho de ser una obra distinta, quizá porque se hubo encariñado en demasía con sus personajes o por la simple razón que amó escribirla. El sentimiento era completamente diferente a cómo se sentía cada que una de sus obras llegaba a las librerías. De hecho, extrañaba escribir sobre ciertos personajes.Se permitió perderse en los pensamientos, aprovechando la soledad de las cuatro paredes del living. Observó a Mávros dormir y esbozó una sonrisa. Quién le hubiese dicho que
Al momento de haber cruzado las puertas de Creative World Edition, los nervios nacieron, tomando el control de su cuerpo, provocando leves espasmos y originando que las manos le temblasen. Oyó los muchos consejos de sus editores que trataban de transmitirle seguridad y tranquilidad. No fue posible captar ninguna de aquellas palabras, mucho menos llevarlas a la práctica. Por más que Odette y Dominic repitiesen que estarían a su lado, no lograba apaciguar el nerviosismo en su sistema.Llegaron a la sala en la cual se llevaría a cabo la firma. Cruzó varías palabras —muy a su pesar— con Cristhian para luego ser guiado por sus editores hasta el centro de la estancia. Un cartel se extendía detrás de la mesa cuyo anuncio, por supuesto, se debía a la firma en sí y debajo su nombre, bueno, su seudónimo. Que todo el mundo conociese a la persona detrás de los libros no signifi
Retiró las mantas que cubrían su cuerpo. Por poco termina asfixiándose con ellas y se sintió pegajoso a causa del leve sudor y, ¡oh!, la calefacción encendida al máximo.Bufando improperios, se incorporó de la cama con la única intención de apagar el aparato que irradiaba un calor sofocante, lo hizo. Pese a ello, seguía sintiéndose incomodo y, después de meditarlo unos segundos, decidió darse una breve ducha.Su vida transmutó completamente para bien y para mal. Bien porque ahora tenía a su lado a una persona que lo complementaba a tal punto de sentirse un vil dependiente y mal porque ni siquiera podía dar un mero paseo tranquilo que las personas lo asaltaban con tal de obtener una pequeña atención del famoso novelista William Norba. Si bien regalaba sonrisas, firmaba copias de sus libros, permitía —esporádicamente&mdas
Μαύρος: Ιστορία μου (Mávros: mi historia)¿Quién dijo que los gatos no entendemos el lenguaje humano? Es mas, ¿quién dijo que los animales no entendemos el lenguaje humano?Quién fuese que lo hubiese dicho, pues, si estás leyendo esto, déjame decirte que estás completamente errado.Todos los animales, sobre todo los domésticos, entendemos cada idioma que hablan los humanos. Y en mi caso, bueno, más que entender… comprendo.Muchos de los humanos nos temen. A nosotros, los gatos negros. A lo largo de la historia han surgido centenares de mitos y dichos, unos más descabe
Sus pasos lentamente, sincronizados con la melodía que llegaba a sus oídos por medio de los auriculares. No prestaba atención al panorama. Por más que las vistas fuesen magníficas, no le daba relevancia a nada que no fuesen sus propios pensamientos. Desinteresado, taciturno, un bohemio por naturaleza. Mucho tiempo ha pasado desde la última vez que mantuvo una conversación con alguien. Años y realmente no le importaba. Las únicas veces que dejaba salir su voz era simplemente para preguntar cuánto le saldría un boleto de tren y eso ocurría cada fin de mes. ¿Familia? Alguna vez la tuvo, por supuesto. Sin embargo, aquel lugar al cual llamó hogar hasta sus 15 años de edad ya no estaba. Sus padres yacían inertes bajo dos lápidas de mármol en algún sitio del Campo Santo de la ciudad. Dejó de pisar aquel lugar desolado y álgido hace bastante tiempo, ¿por qué desperdiciar momentos y tiempo cuando, en realidad, sus relatos y preguntas nunca tendrían replicas? Al princi
Las olas arremetían contras las rocas como si ellas fuesen capaces de quebrarlas. La frisa gélida envolviendo su cuerpo y haciéndolo tiritar. Elevó el rostro al cielo nocturno y una sutil sonrisa dibujó en los labios. Él amaba la luna. Nunca supo el motivo, pero era como si esta tuviese un poder sobre él, un tipo de imán, algo que no lograba descifrar.Se perdió en sus pensamientos y pronto estuvo caminando, descalzo, por la arena.A medida que avanzaba por la playa, el sonido del oleaje quedaba atrás.Trepó la escalinata, las manos temblaban deseosas, la mente atiborrándose de inspiración.Se sentía… libre.Atravesó las grandes puertas de cristal del hotel (donde se hospedaba). Sus pasos siendo largas zancadas, directas, hacia el ascensor. Presionó el botón del piso correspondiente y la necesidad de llegar a su habitaci&oac
Los siguientes meses transcurrieron sin nada usual, yendo de viaje cada fin de mes. Sin embargo, había pasado tan de prisa que no fue del todo consciente, sino hasta que su editora le dijese, en una ocasión, que solo faltaban ocho semanas y todo volvería a ser como siempre. Por supuesto, Odette seguía insistiendo en que la dejase leer su nueva novela. Solo necesitaba un simple borrador. Luego de tanta tozudez, terminó accediendo a brindarle un dechado.En todo ese tiempo, Mávros creció considerablemente. Dejó de ser aquel gatito asustadizo y escuálido, ahora era todo lo opuesto. De alguna manera lo fascinaba y en más de una oportunidad, se encontraba observándolo. Era como estar viendo y conviviendo con una pequeña pantera. El porte y la elegancia del gato lo hipnotizaban de cierta forma y, más de una vez, se encontró escribiendo todo gracias a la inspiración que le causab