Capítulo XXVII

La burbuja estalló, provocando que se separase de golpe de su editor. Centenares de improperios espetó mentalmente.

—Oh, lo siento. Creo que interrumpí algo importante. De verdad lo lamento.

—No importa —inquirió enervado, acomodándose en la butaca—. Supongo que estamos por llegar.

—Sí, señor.

Miró de soslayo a Dominic quién lucía realmente apocado. Escondió una pequeña sonrisa, ¿qué estuvo a punto de hacer? Posiblemente…

—Dentro de una hora llegaremos a Madrid. Disculpe, ¿usted es William Norba?

Ahogó un grito de frustración, deseando que todo fuese producto de una quimera. No lo era. Buscó a ciegas la mano de Dominic… Sin importarle nada, entrelazó los dedos a los del chico.

—Sí, pero nadie tiene que saberlo —demandó neutro&mda

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