Observó la pila de libros sobre el escritorio y su mirada cayó en el borrador que hace unos minutos atrás estuvo leyendo. Hasta el momento, le costaba asimilar el hecho de estar trabajando con y para su escritor favorito. No le importaba si no lo conocía, no importaba que su comunicación fuese a través de correos electrónicos o por medio de su compañera. Si tuviese que ser franco consigo mismo, admitía sentir cierto atisbo de envidia y celos hacia Odette. Odette sí conocía a William Norba. A veces pensaba que era injusto porque, siendo también su editor, tendría que conocerlo, reunirse y discutir sobre las próximas obras que se publicarían, pero firmó un contrato y no había posibilidad alguna de revocar ese hecho.
Sacudió la cabeza, despejando todo tipo de pensamientos innecesarios que no fuesen relacionados con el trabajo que tenía por delante.
Los círculos oscuros debajo de sus ojos delataban la falta de sueño. Su mente hilvanó diferentes posibles escenarios, los pensamientos centrados en lo que sucedería dentro de unas horas. Se palpó el rostro, los dedos acariciando la insipiente barba, ¿hace cuánto no se rasuraba? No le importaba, de hecho, la barba era lo menos relevante ahora mismo. Exhaló un suspiro mientras analizaba su semblante en el pulcro cristal, decidió afeitarse. Cuando contempló nuevamente su rostro, la piel lisa y suave le brindó una visión totalmente opuesta. Aún mantenía los horribles círculos oscuros, pero, por lo demás, no se quejaba. Desechó la afeitadora, se quitó el resto del pijama. Corrió la cortina, despejando el espacio de la ducha. El agua tibia comenzó a caer, el cuerpo relajándose a medida que sentía la lluvia artificial deslizarse por cada centímetro de su dermis. Despejó la mente, no necesitaba liarse con cosas que no tenían sentido alguno. No por el momento.
Se paseó de un lado al otro, la típica danza en los momentos exasperantes.—¿Qué se supone estás haciendo? —Ahogó un grito y frenó los pasos, volteando en torno a la voz—. Gracias a Dios te has detenido.¿Qué hacía su editora en casa? ¿No se había marchado ya? En ese preciso tris, Odette le resultaba cansina y mucho.—¿Por qué sigues aquí? —cuestionó, masajeó sus sienes—. Necesito hacer un viaje.—No puedes —Ladeó la cabeza hacia un lado, analizando el rostro de la fémina—. Li, tus libros están siendo editados, ¿entiendes? Conoces todo el proceso que conlleva ese trabajo y por lo mismo necesito que estés disponible por…—No, ese no es mi trabajo —espetó quejumbroso—. Es tuyo y de Dominic. Ustedes son los encargad
Su vida, su rutina, sus reglas.Todo lo que conocía como su vida llegaría a su fin. Quizá se lo hubo imaginado un par de veces, pero no pensó que el día en que saliese de detrás de bambalinas, revelar su identidad, estaría tan cerca. Tal vez, incluso, al exponerse ante sus lectores, su fama cayese en picado si se diesen cuenta de que él no era la persona que, de seguro, la mayoría se habían imaginado. Él distaba olímpicamente de ser una persona elocuente, social, extrovertida, risueña… No, no era esa clase de persona. Sabía cómo era la sociedad, era consciente de que posterior a que todo se exhibiese, de que su identidad se revelase, vendrían consigo las consecuencias.Habituado a las críticas que leía sobre sus libros y, sobre todo, como escritor, como persona arraigaría un desenlace completamente diferente una vez William Norba s
Aunque le costase admitirlo debía de ser sincero consigo mismo. Le agrada más de la cuenta la compañía de su editor porque las cosas sucedían si premeditaciones como aquella tarde que decidió ir a casa de Dominic a tomar ese té que con tanta ilusión este le ofreció y que, sin pensarlo dos veces, terminó aceptando. Y ahora, una semana después, aún no podía sacarse de la mente todo lo vivido esa tarde.Pese a toda la calma que lo rodeaba, había algo que poco a poco agrietaba la situación en general. Odette logró posponer la conferencia para el próximo mes y, si se lo preguntasen, él no tenía ni la más leve idea de cómo ella consiguió aquello. Era consciente de que la fémina tenía bastante influencia, pero se sorprendió al enterarse de la magnitud de ello. Lo bueno era que tenía casi un mes para ir p
Todo salió tal cual lo planeó. Se sintió liberado, por decirlo de alguna manera. Nunca pensó que hablar con un desconocido, bueno, ahora no tanto, le ayudaría a manejar ciertas cuestiones que lo mantenía en un estado de reflexión constante. Era la primera vez que hablaba con alguien —que no fuese Odette— de su vida en general, de su verdadera vida en realidad. Narrarle al chico casi todo sobre cómo comenzó a escribir, cómo fue descubriendo ese universo mágico que era la escritura en sí, resultó ser toda una revelación, incluso para sí mismo.La pasión con la que contó detalles de los primeros libros que publicó, de cómo nacieron ciertas historias, de los personajes, de la trama, lo sorprendió de grata manera. Fue como redescubrirse a sí mismo, de cómo era él en realidad y no esa máscara que utilizab
Albergar sentimientos encontrados dentro de su corazón no lo estaban ayudando en lo absoluto. Lo ínfimo de todo, para él, era el tiempo. Tan solo una semana y todo saldría al escenario. Los pensamientos fluían como si fuese un manantial de ideas, pero ninguna lo convencía. Nada lo conformaba. Él estaba batallando no solo con sus sentimientos, sino también con todo lo que hasta el momento fue. Una persona ermitaña, bohemia, asocial y pensar que su vida, su privacidad y su libertad llegaban a su fin, lo consumía. No dormía bien, no podía concentrarse en el trabajo y en todas estas semanas, más de una vez se le cruzó por la cabeza renunciar.Conversar con Odette lo apaciguaba a medias. Aun así, la fémina —por más que trataba de auxiliarlo con su enredado caos interno— no lograba mucho. Él se cerraba cada un poco más, al punto d
Oyó las diferentes voces que lo llamaban, personas que no conocía ahora sabían quién era él. Nunca imaginó el desenlace final de su debut. Respondió a muchas preguntas, calmó los nervios, no titubeó. Si tendría que resumir, diría que todo salió bien, pero él no lo estaba.—¿A dónde vas? —Giró sobre sí, hallando la mirada escéptica de su editora—. Sí, la prensa se ha ido, seguramente tendrán mucho que escribir en sus columnas de diarios y revistas, pero esto aún no finaliza.—¿No? —La fémina negó con la cabeza y él exhaló un suspiro—. Lo siento, Odette, tendrás que inventarte algo, no sé. Diles que me sentí mal o similar. Tengo que hacer algo urgente.—Ve, anda —El alivio lo envolvió—. Yo me encargo. T&u
Disfrutó el trayecto a casa, oyendo el monólogo del chico rizado. Únicamente lo interrumpió para despejar un par de cuestiones que nacieron producto de su casual encuentro y descubrió que los dueños del supermercado —bastante alejado de dónde vivía Dominic— eran conocidos de sus tíos (padres de Zacarías). Luego de la breve explicación, él optó por callarse, bueno, nunca fue de hablar mucho.Nunca se sintió tan resguardado del mundo al ingresar a la casa. Ayudado por un sonriente Dominic, organizó y acomodó cada cosa en su lugar. No supo en qué momento, pero, luego de unos minutos, el chico se perdió de su campo de visión. Una variedad de imágenes se moldearon en su mente. Y, entonces, cayó en la realidad… Mávros. Su gato se robó la atención de Dominic. Haciendo caso omiso a lo que fuese que s