Ofelia se encontraba en la cocina cuando, de repente, Angelo entró y empezó a moverse entre los utensilios como buscando algo. —¿Te apetece un café? —preguntó Ofelia con una sonrisa amigable. —Me leíste la mente —le sonrió Angelo—. Precisamente vine para prepararme uno —agregó. —No hace falta que lo prepares. Aquí tengo uno recién hecho.Angelo titubeó, observando la taza humeante que Ofelia le ofrecía.—No quiero ser una molestia. Puedo prepararme el mío. —Por favor, no me hagas sentir mal rechazando el café. La verdad es que me arrepiento de haberlo hecho, ya que prefiero preparar un té para relajarme. El café me quita el sueño y sólo lo hice por antojo, pero ahora me doy cuenta de que no es lo mejor para mí.—¿Estás segura de que ya no lo quieres? —preguntó. —Claro que sí, bébelo tú —insistió Ofelia, empujando la taza hacia él.—De acuerdo, está bien. Muchas gracias —dijo Angelo, aceptando la taza y comenzando a beber el café.Mientras bebían, la conversación fluyó naturalment
Alister se hallaba en el evento de su empresa con la mente dividida entre el compromiso social y la inquietud por la ausencia de Samira. El reloj marcó la madrugada y cierto estado ansioso lo llevó a considerar si llamarla. Sin embargo, se contuvo, pues temía interrumpir su descanso. Con un suspiro resignado, guardó el teléfono y retomó su charla, aunque el sentimiento de soledad y la tristeza de no tener a su amada a su lado lo abrumaban.Quería anunciar públicamente a Samira como su pareja y, de pronto, empezó a pensar en la boda. Entonces, se dio cuenta de que debían comenzar con los preparativos rápidamente, pues quería ver a Samira llevando un vestido blanco y, si no se apresuraban, su vientre comenzaría a crecer y usar un vestido en esas condiciones podría resultarle incómodo. Fue allí que su determinación se fortaleció: debían casarse cuanto antes.Cuando sintió que había cumplido con sus obligaciones, se despidió de los invitados, permitiéndoles continuar la velada sin él. A
Yimar se percató de que varios de los miembros de la manada y los sirvientes se habían amontonado frente a la habitación de Samira. Entonces, con voz firme, les ordenó lo siguiente. —Ya no hay nada que ver aquí, así que vayan todos a sus habitaciones y descansen. También dejen de esparcir rumores. Saben que al Alfa no le gusta para nada que se esté hablando de cosas que no les incumbe. Por lo tanto, reservémonos nuestros comentarios. El grupo comenzó a dispersarse lentamente, todavía conmocionados por los eventos recientes. Evangeline, sin embargo, se quedó estática en la habitación, mirando a Samira con una expresión de desprecio, a lo que Yimar fijó la vista en su hija. —Tú también, Evangeline, ve a tu cuarto —impuso. —No hasta que el Alfa regrese —declaró—. No permitiré que esta humana le envenene la cabeza con mentiras sobre mí, culpándome de lo que acaba de pasar. Yimar se acercó a ella, tomándola del brazo con firmeza. —No estás en posición de exigir nada. Ellos s
Samira fue subida al coche y colocada en la parte trasera, mientras que el conductor ya estaba frente al volante. Poco después, Alister se acomodó en el asiento del copiloto y el vehículo se puso en marcha, alejándose de la ciudad con velocidad. Con cada kilómetro recorrido, la civilización quedaba atrás, en lo que se adentraban en la espesa y solitaria zona rural. Este aislamiento era precisamente lo que necesitaban. Cuando finalmente se detuvieron, Alister descendió del coche, seguido por los hombres que custodiaban a Samira. Después de bajarla, el conductor regresó a la ciudad con el coche. El Alfa, liderando el grupo, comenzó a sumergirse en el bosque, seguido de cerca por los hombres que escoltaban a su mate. Parecía no haber señales de vida humana, solo el susurro de los árboles y el crujido de las ramas bajo sus pisadas. Samira, mirando la espalda de Alister, intentó mantener la calma mientras su mente bullía con preguntas. —¿A dónde vamos? —preguntó ella. Escuchó que Aliste
En la casa del bosque había un pequeño estudio, un rincón de tranquilidad y soledad donde Alister se refugiaba para pensar y lidiar con sus emociones agitadas. Pasó casi todo el día allí, absorto en sus pensamientos, intentando dar sentido a todo lo que estaba ocurriendo. La atmósfera del estudio era pesada, con el aire cargado de melancolía y el silencio roto solo por el ocasional crujido de la madera vieja.La noche anterior, cuando Alister había desaparecido de la casa principal y Yimar no pudo encontrarlo, en realidad había ido al bosque. Lleno de una ira que amenazaba con desbordarse, se había ido para evitar cometer un acto del que podría arrepentirse, como herir a Samira en un arrebato de furia. Ya había lastimado a Angelo y, aunque su enojo hacia Samira era profundo, no quería causarle daño físico. Necesitaba ese tiempo a solas para calmarse y pensar en un plan. Preparó la casa del bosque para recibir a Samira, dispuesto a mantenerla allí hasta que pudiera resolver sus propios
Al escuchar esto, la expresión de Alister se endureció aún más. El hecho de que haya mencionado a Norman incrementó su ira. Por otro lado, Evangeline aprovechó ese instante de confusión para continuar.—¿Sabe, Alfa? Yo lo he intentado. He tratado de aceptar a Samira como la futura compañera del líder del Clan Valkyria porque he visto cuánto usted la amaba, incluso le pedí disculpas y con usted como testigo. Sin embargo, una noche la escuché hablando por teléfono con alguien. Estaba conversando de manera muy cariñosa con un hombre llamado Norman. Lo sé porque mencionó su nombre. Por esa razón, decidí investigar quién era. Descubrí que el nombre completo de ese hombre es Norman Carter y que se trata de su exmarido, que trabajó un tiempo en la empresa y que usted lo despidió. Él estaba con muchas deudas, hasta que, para su buena suerte, la empresa "Nexus" lo reclutó y lo ayudó a liberarse de ellas. Nexus era el nombre de una empresa que se dedicaba a la fabricación y distribución de dis
Samira estaba cada vez más ofuscada, pues no tenía idea de lo que Alister estaba hablando.—Alfa, por favor, reacciona. No sé de qué hablas, nunca tuve ningún celular.Alister sacó el celular roto de su bolsillo y se lo mostró.—¿Y esto? ¿No lo reconoces? —acercó el móvil a su rostro.Samira lo miró y negó con la cabeza.—No, no lo reconozco. Eso no es mío...—¡Por supuesto que es tuyo! —rugió Alister—. Estaba en tu habitación y vi todos los mensajes. ¡Planeabas destruir a mi Clan junto con Norman! —le gritó en la cara—. ¿Sabes? Eres la peor persona que he conocido. ¿Cómo es posible que los dioses me hayan destinado a alguien como tú? Eres capaz de destruir todo lo que amo. Mi familia, mi empresa, mi vida. Todo quieres destruirlo. ¿Ahora también debo sospechar que ese hijo es de Norman? ¿O es de Angelo? ¡Dímelo!Samira comenzó a temblar incontrolablemente, asustada como nunca antes. La furia de Alister, la intensidad de su dolor y su voz elevada la llenaban de un terror paralizante. E
Alister se dio vuelta, cerró la celda rápidamente y se marchó. Samira se deslizó lentamente por la pared hasta caer al suelo, rompiendo en llanto desconsolado. Cada palabra de Alister había sido un puñal en su corazón, dejándola destrozada.El Alfa subió y encontró a Evangeline en el lugar en el que la había dejado. Ella, preocupada, se aproximó a él.—Alfa, se encuentra bien? —le preguntó.—No —respondió, con un tono de amarga resignación—. Definitivamente no estoy bien.Evangeline, percibiendo su vulnerabilidad lo rodeó con sus brazos, abrazándolo con fuerza.—Estoy aquí para usted, Alfa —susurró, tratando de transmitir consuelo—. No está solo en esto y no tiene por qué estarlo. Permaneceré a su lado, brindándole la fortaleza que necesita para seguir adelante. Así que, por favor, no me pida que me vaya. Quiero estar aquí con usted, para ayudarlo a sobrellevar todo esto.Por un breve instante, Alister se permitió ser vulnerable y correspondió al abrazo. Para Evangeline, esa respuesta