Después del último aullido de Alister, Froilán se abalanzó sobre éste y rodaron por el suelo, ambos en sus formas de lobo. Sin embargo, los sonidos del combate fuera de la casa comenzaron a dominar la mente de Froilán: los gemidos de dolor y los aullidos agonizantes de su manada.Con un esfuerzo, empujó a Alister y logró ponerse en pie. Froilán salió de la casa tambaleándose y lo que vio lo dejó sin palabras.Los miembros del Clan Valkyria rodeaban la casa completamente, listos para atacar. Estaba acorralado. No había salida.Yimar se hizo presente, colocándose frente al campo de visión de Froilán pero manteniéndose a una cierta distancia. Su mirada era afilada como una daga, y cuando Froilán se quedó petrificado ante la imagen de su territorio invadido, Yimar dio un paso hacia adelante.A pesar de la lejanía, su voz mental llegó clara y firme.—Queremos ver a nuestro Alfa, Froilán.El líder del Clan Abyss, incapaz de encontrar palabras, se quedó mudo. No podía procesar la situación.
El aire en el bosque estaba cargado de tensión, pues había bastante en juego. Yimar acababa de ver a Evangeline, su propia hija, aliada con el Clan enemigo, ese mismo que siempre había acechado a su manada y a Alister, su líder. No podía creer que las cosas hubieran llegado hasta este punto. Se preguntaba a sí mismo si había sido un buen padre, si había hecho lo suficiente por ella.Mientras corría, el suelo temblaba bajo sus pies, como si el bosque mismo sintiera su angustia. Yimar, en su forma de lobo, llevaba a Samira en su lomo, corriendo para ponerla a salvo, cumpliendo con lo que Alister le había pedido. Por otro lado, Evangeline, también transformada en loba, comenzó a correr tras su padre, sin perderlo de vista.—Evangeline, ¡no lo hagas! —la voz de Alister resonó como un trueno y su advertencia estaba saturada de desesperación. Sin embargo, Evangeline no se detuvo. Sabía lo que podía perder. Su nuevo Alfa, Froilán, le había dado una orden clara: recuperar a Samira, la pieza
Ciertas voces comenzaron a surgir en la mente de Evangeline, como ecos lejanos que poco a poco se hacían más cercanos. Al principio, eran solo susurros, suaves y apenas audibles, como si alguien intentara comunicarse con ella desde la penumbra. Pero, a medida que avanzaban los minutos, esos susurros se intensificaron, convirtiéndose en una discordancia de pensamientos y emociones que la envolvían.“Mátalo, mátalo”, resonaban las voces en su cabeza, insistentes y aterradoras, como órdenes que la empujaban a hacer lo impensable. No se trataba solo de lo que escuchaba, sino que sentía que intentaban tomar el control de su cuerpo, como si quisieran apoderarse de su voluntad.Evangeline luchó con todas sus fuerzas contra esa influencia, resistiendo cada impulso que la empujaba hacia adelante. La ansiedad empezó a apoderarse de ella, creciendo como un fuego descontrolado que consumía todo a su alrededor. Cada vez le costaba más respirar y su respiración se volvía más rápida, más errática. J
Mientras Evangeline continuaba atacando a Yimar, una fuerza oscura y profunda en su interior parecía estar tomando el control de sus acciones. La loba que se manifestaba no era completamente ella misma, sino que había algo en su esencia que se había desvanecido, dejándola a merced de una influencia ajena. Aunque sus instintos la llevaban a luchar, había un vacío en su mirada que revelaba que, al parecer, había perdido parte de su propio ser.Cada movimiento estaba cargado de rabia, pero también de una confusión abrumadora. Era como si estuviera en medio de una niebla espesa, donde las voces la empujaban a actuar sin que pudiera pensar con claridad. La realidad se le escapaba, y aunque su cuerpo respondía a la pelea, su mente estaba tratando de encontrar una salida de esa prisión que la oprimía.Un rato después, completamente dominada por lo que sea que la poseía en ese momento, Evangeline atacó a su padre de forma salvaje. Lo mordió en el cuello, incrustando sus dientes en su piel. Si
Cuando Evangeline finalmente soltó a Samira dentro de la casa, la humana no pudo evitar que las lágrimas empezaran a caer. La pelea entre Evangeline y su padre la había afectado mucho, pero no por la loba, sino por Yimar.Samira lo conocía bien y sabía que era un licántropo noble, con un corazón generoso. Siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás y proteger a la manada, a su familia. Verlo sufrir en medio de toda esa guerra le rompía el corazón. No merecía pasar por esto, no merecía la decepción que su hija le seguía provocando, y pensar en el dolor que él estaba sintiendo solo la llenaba de tristeza.—¿Cómo puedes hacer esto? ¿De verdad fuiste capaz de herir a tu propio padre? ¿Te pones en su contra, lo atacas? —cuestionó con la voz quebrada.Pero Evangeline no contestó. Ni siquiera se molestó en intentarlo. En primer lugar, no iba a dar explicaciones a alguien que despreciaba tanto. Y en segundo lugar, había algo que necesitaba resolver con Froilán, así que no tenía tiempo para
El sonido de los golpes no paraba. Alister seguía impactando contra la entrada y había dado la orden para que los demás lobos empezaran a golpear los alrededores. La casa, bastante antigua, se veía en mal estado. Froilán y su Clan eran licántropos de ciudad, así que no la cuidaban como hacían los Valkyria con su casa del bosque. Las paredes temblaban con cada embestida de los lobos y el crujir de las paredes les decía que la casa estaba cediendo, poco a poco.—¡No podemos aguantar mucho más! —gritó Aric, buscando alguna que otra salida.Froilán se acercó a él, con la expresión endurecida y con cierto miedo latiendo en su pecho que se esforzaba por ocultar.—No podemos salir por ninguna puerta ni ventana. Estamos rodeados y Alister y sus lobos están afuera. Si nos atrapan... —su orgullo no le dejaba admitir que no saldrían bien si Alister lograba dar con ellos—. Tengo que negociar. Tengo a Samira bajo mi poder, eso debería servir para algo —gruñó.Samira, aunque no había dicho nada en
La casa ya no podía soportar más. Los golpes incesantes de los hombres de Alister afuera, intentando derribarla para rescatar a Samira, habían hecho temblar los cimientos de la estructura.Pero lo peor no era solo el daño físico, sino la oscuridad creciente que emanaba de Evangeline. Dentro de esa antigua casa, el aire estaba cargado de energía maligna, mientras todos los involucrados estaban al borde de una catástrofe mayor.Un rato después, Alister logró derrumbar la entrada principal e ingresó inmediatamente a través de ella. Acto seguido, los demás lobos dejaron de golpear las paredes de la casa.El sonido de la madera crujiendo bajo los pies del Alfa llenaba el sitio cuando su figura se materializó en medio del caos. Samira, al verlo, sintió una combinación de alivio y miedo. Sabía que él había venido por ella, pero también sabía que la situación era mucho peor de lo que parecía.«¡Samira!» pensó él cuando apenas la vio y se lanzó hacia ella, esquivando un trozo de techo que caía
Los demás Valkyria que habían quedado fuera de la casa intentaron entrar mientras ésta se derrumbaba, pero no pudieron hacerlo. Por lo tanto, cuando finalmente toda la casa se desplomó, rodearon los escombros. El aire estaba impregnado de polvo, las piedras caídas formaban una montaña irregular que parecía haber engullido a Alister y Samira. El silencio era opresivo, roto solo por los gemidos graves de los lobos.—¡Alfa! ¡Alfa! —aullaban algunos, con sus garras arañando la tierra y los restos, removiendo con urgencia lo que podían, buscando entre la ruina. El instinto los empujaba a seguir, pero el temor los frenaba.—¡No está aquí! ¡No está! —gritó uno de ellos, al sacar de entre los escombros el cuerpo de Froilán, inerte y sin vida. Sin embargo, aquello no era consuelo, pues la verdadera preocupación era su líder, además de otros compañeros que habían logrado entrar a la casa para ayudar al Alfa.El caos de voces continuaba, cada lobo removía las piedras, empujaba y cavaba entre lo