Todo resentimiento hacia el hombre que por tanto tiempo admire, me da varios besos perdonándome por haber desconfiado, aunque el único motivo que tenia de hacerlo, fue cuando no me acompañó al destierro.‘Yo cometí el error, pero, fui descarada al esperar que mi padre me acompañara en un castigo que él no merecía.’ Me digo mentalmente.— Padre…— Dejemos de lado lo que pensaste o hiciste, ahora es momento de pensar en el ahora, ya que, no sabemos cuándo van a intervenir. — dice mi padre volviendo al aspecto físico con el que lo conocí en el mundo humano.— Pero…— Debo esconder mi aspecto físico y todo lo que demuestra que no pertenezco aquí para que no se den cuenta de lo que estoy haciendo. Pero, tú ya no necesitas ocultar quién eres.>> Tomaron una decisión irreversible, ahora tenemos que hacernos cargo de como vivirás a partir de ahora, hija. Porque lo que menos tienes es tiempo y no quiero que lo desperdicies con seres que no saben ser agradecidos.Miro a Reymond, quien comienza
Mi mente parece hacer corto circuito por la nueva información que no creí que me darían, pero, tal parece que es verdad. Por eso, miro hacia mi padre y me acerco a él intentando comprender que es lo que sucede. Es entonces cuando me doy cuenta de que mi rostro es el mismo de cuando era la diosa Kwabe. Así que, llevo mis manos a mi rostro, intentando sentir con mi tacto los pequeños lunares en mi rostro o la forma de mis labios. — Padre… ¿Por qué mi rostro está así? — Te lo dije, hija, ya no es necesario ocultar tu verdadero rostro. Hacerlo no va a ablandar el corazón de esos seres. Así que, levanta la cabeza y sigue adelante, porque la mejor forma de vengarte de ellos es así. — dice mi padre. — ¿Qué le pasa a mi padre? — pregunto mirando al señor Maximus, porque mi padre muestra dificultad para respirar. — Cada vez que un dios desciende a la tierra es para pasar pocos minutos entreteniéndose con las ocurrencias de los humanos o porque tienen que pagar el precio de cometer errores
No puede ser coincidencia todo esto que hemos estado viviendo, así que, solo miro en silencio todo lo que está ocurriendo, porque es sorprendente para mí que yo haya tenido un accidente automovilístico que me obligó a usar magia, frente al lugar donde mi padre estaba en coma. Además, aquí también ‘conocí’ a Reymond, quien en ese momento aunque me resultaba extraño y molesto, no creí que fuera el hombre que ahora es conmigo. — Soy consciente que no debo meterme en tus decisiones, pero, me gustaría preguntarte para tener todo claro, ¿Estás segura de que es buena idea quedarte en un lugar visible, Kwan? — Sí. — Tu esposo no es un juego, Kwan. — Llámame Elise, por favor. — Es tu nombre real, Kwan. En realidad, mi nombre real es Kwabe, pero, ya no seré llamada así, porque no volveré al cielo. Así que, solo puedo resignarme a ser Elise, porque el que me llamen Kwan, me recordará la vida a la que no podré volver. — Me gusta más Elise. Así que, por favor, llámame Elise. — Co
Alguien me mueve y no sé a dónde ni porque no soy capaz de abrir los ojos. Por eso, me quejo para que noten que estoy consciente aunque no puedo siquiera pedirles a mis ojos que se abran. Pero, tal parece que Reymond, quien es el hombre que me carga, le importa poco si me quejo o no, porque como si no me escuchará, me coloca sobre la cama, donde afortunadamente después de varios intentos, logro abrir los ojos, encontrándome con Reymond frente a mí. — ¿Tan rápido estás despierta, esposa? — pregunta él con un vaso con wiski en su mano. El hombre con el que me casé, se concentra en el vaso, mientras menea este con lentitud. Su camisa, tiene cuatro botones abiertos, por lo que, puedo ver su pecho hasta la altura de su ombligo. Su cabello está húmedo, al punto que caen gotas de agua sobre la camisa, que se está pegando a él como una segunda piel casi transparente. Aturdida, miro hacia la ventana donde puedo ver como llueve. — ¿No piensas hablarme, Elise? — pregunta Reymond. — ¿
Negándome a ello, recorro toda la casa en busca de una ruta de escape, pero, las únicas puertas que se abren son las que me llevan a otras habitaciones o salones, por lo que, confirmo que estoy encerrada en una jaula que me asfixia aunque sea de oro. — No puedo creerlo… — Señora, necesita descansar. Ha tenido un viaje difícil. — dice una voz que reconozco. — ¡Liam! — grito emocionada. — Hola, señora. — dice él sonriéndome con tristeza. — Por favor… — Agradecemos que nos haya protegido del señor, pero, no crea que por eso, la ayudaré a que se marche de aquí. — dice Liam. Eso hace que yo me sienta mal, porque tal parece que los chicos que me han protegido antes, no son capaces de ayudarme aunque sea por el bien de mi bebé. — ¿Son conscientes de lo peligroso que es Reymond para mi tranquilidad? — pregunto indignada. — El señor es un peligro para todos, menos para usted. — Oh, por Dios, debes estar loco. — digo indignada. — Analiza todo lo que está sucediendo, señora Perasi. Ha
Reymond, sale conmigo en sus brazos, con una mirada llena de temor y su cuerpo completamente frío a diferencia del mío. Como si intentará competir con la velocidad de la luz, da ordenes relacionadas a mi cuidado, aunque veo que con cada paso que da, deja un rastro de sangre mucho más grande que el mío. — Realmente no comprendo como una mujer puede ser tan tonta. — dice Reymond dejándome sobre el sofá grande, para colocar una rodilla en el suelo y la otra como soporte de mis pies. — Estoy bien. — Dudo que lo estes, además, ¿recuerdas el poder que tiene tu sangre, querida? Probablemente estes envenenando a las personas que tengan la desgracia de entrar en contacto con esa sangre. Abro mis ojos de inmediato, porque lo que dice Reymond es verdad, después de todo, mi sangre puede causar algo así aunque yo no se lo haya ordenado. — ¡Por favor, pide que…! — Ya lo hice, ¿en dónde tenías la mente, mujer? ¿Acaso no escuchaste todo lo que dije hace poco? — pregunta Reymond molesto. — No,
Observo atentamente a Reymond, dudando sobre lo que tiene planeando, porque no es normal que un hombre tan… él este pidiendo disculpas cuando hace poco me trató como una tonta. — ¿Qué estás haciendo? ¿Acaso quieres burlarte de mí? — No, Elise, no te digo todo esto porque quiera burlarme de ti. Me ha costado mucho decidirme sobre qué es lo que debería hacer, pero, ya no puedo dudar más. Por eso, te pido que me perdones. — Un momento, creo que no estoy comprendiendo lo que sucede. — ¿Por qué te resulta tan increíble que yo te pida perdón, Elise? — No sé, ¿quizás sea porque hace poco parecía que ibas a pelear conmigo cuando estábamos en el baño? Tal vez sea por todas las veces que me has dicho tonta, idiota o algo peor y no te has disculpado? — pregunto curiosa. Reymond respira profundo, incluso, se levanta y camina de un lado al otro dejando rastros de sangre que poco le importan. — Reymond, deja de caminar, estas herido y así no vas a sanar. — digo y es entonces cuando él se da
Semanas después Reymond ha cumplido con su palabra, aunque lo he hecho enojar gritándole porque quiero ver a mi padre o porque no quiero dormir con él, Reymond se ha comportado. Aún sigue lanzando cosas cuando está muy molesto, pero, como lo dijo, se marcha al salón donde está el gimnasio y se concentra en ejercitarse hasta que ya está más calmado. También, ha permitido que yo salga sin escoltas e incluso, ha asistido a cada una de las citas médicas que he tenido, mostrándose comprometido en cada cosa que la doctora le dice sobre mi cuidado. En pocas palabras, ha cumplido con todo lo que me dijo hace semanas, aunque sigue siendo posesivo al punto que solamente los hombres están para reforzar mi seguridad, porque cualquier persona que se me acerque o me atienda debe ser mujer. Dándome a entender que su posesividad sigue como siempre, la única diferencia es que no he visto que ha golpeado o matado a alguien, porque los hombres lobos de esta isla, se distancian mucho de mí, para evit