El viaje ocurre en un silencio incomodo que me hace bajar las ventanas porque no puedo soportar tanto el malestar. El aroma de Reymond, no se percibe, por lo que, dudo que se haya marchado hacia el hospital. Por eso, desecho cualquier pensamiento que me hace imaginar que Reymond actuará de forma diferente y por eso, va a ir a la cita médica. Así que, cuando llegamos al hospital y no percibo su aroma, solo suspiro profundo y sigo adelante. Mis escoltas no me dejan sola, pero, es Carolina quien se encarga de todos los tramites mientras yo espero que me llamen, para saber cómo está mi bebé. A mi alrededor, observo las pareas felizmente casadas que caminan tomada de las manos. Muchos de ellos me saludan con respeto, recordándome que la mujer que era una marginada que nadie quería, ahora es la luna de un alfa tan perturbado y maligno que me sorprende que su manada sea tan educada y cariñosa. — Señora Perasi, puede entrar al consultorio. — dice una enfermera acercándose a mí. ¿Quién ib
Rápidamente, busco en mi teléfono sus números que me dieron ayer y les escribo informando que necesito su ayuda para escaparme y darle una sorpresa a mi esposo. De inmediato, Chann dijo que contara con ella. Lyall, siguió las locuras de su amiga, así que, solo Korina pregunto qué clase de ‘sorpresa’ le daría a él. Sin embargo, no tuve que mentir, porque Chann le dijo que cuando me visitaran yo les contaría. Eso pasó hace media hora, pero, por sus aromas que se sienten fuerte, diría que ya se encuentran aquí. Aunque están en horario laboral y la empresa queda a más de una hora en auto. — Señora, han venido a visitarla. — anuncia Jay con incomodidad. — Déjalas pasar, seguramente se preocuparon mucho al informarles que estaba hospitalizada. Aunque Jay no está muy convencido de dejarlas entrar, no dice algo al respecto, porque no puede desautorizarme cuando no estoy pidiendo algo malo. Así que, apenas él se aleja de la puerta, las tres chicas entran en la habitación. Korina es la ún
Respiro profundo, porque sé que debo priorizar mi salud y la de mi bebé. Por eso, aunque todo me desagrada, intento no alterarme y mirar al hombre que no deja de decepcionarme, hasta que finalmente le sonrío. — Elise... estoy ocupado, así que, ve a casa. Después hablaremos. — dice él superando fácilmente el pánico que sufrió cuando percibió mi presencia. — Tranquilo, solo quería comprobar algo. — digo mirando con frialdad. — Bueno, si ya comprobaste algo, puedes marcharte. — dice Reymond. — ¿Qué debería hacer después de notar esto? — pregunto observando cómo aunque esté presente, siguen torturando a los betas. — ¿De qué estás hablando? — pregunta Reymond. Miro atentamente cada cosa que hay en el interior de esa habitación, pero, esta vez no me desmayo. Aunque me cuesta no mostrar mi afectación, me mantengo firme para dar una clara señal de lo determinada que estoy. Por eso, Reymond bloquea mi campo visual, observándome enojado por lo que le hago sin su consentimiento. Así que,
Reymond suelta al funcionario que arregla su ropa como si fuera lo único importante en la vida, como si no comprendiera que el peligro aún no se ha ido. Pero, al menos, no escapa cuando la atención de todos está en mí. — Elise, ¿estás bromeando? — pregunta Reymond incrédulo. — No bromeo. — Lo sabes, comprendes perfectamente a todo lo que tendrías que someterte para romper mi marca y desvincularte de tu destino. — Lo sé. — Esto es peor que ser una marginada como lo eras antes. Porque si lo haces, además de abandonar la manada, serás vista como una traidora y por eso, nuestro hijo ni siquiera merecerá ser mi heredero. — dice Reymond. Sonrío ante su aclaración, porque se nota que Reymond no se da cuenta que es justamente eso lo que espero de esta separación. Pero, los chicos a nuestro alrededor si lo notan, por eso, bajan sus miradas al suelo. — Eso es justamente lo que deseo, Reymond, no quiero estar vinculada ni que mi bebé lo esté. — digo con frialdad. Reymond, de inmediato m
Mi mente parece hacer corto circuito cuando escucho sus palabras, porque ni siquiera en mis sueños más locos imaginé que sucedería algo así. Por eso, observo aturdida al hombre al que lentamente acerco mi mano para tocar ese rostro que durante años quise tocar. — ¿Qué ha dicho? — pregunta Reymond confundido. — Realmente eres tú. — susurro con voz quebradiza. — Sí, hija. Soy yo. — dice mi padre y yo me lanzo a sus brazos, llorando como la niña pequeña que le suplicaba llorando que no me dejara. El mundo desaparece para mí, cada situación dolorosa que experimenté por ser una Flameforge, por no tener una sola identificación que me hiciera parte de una manada o ser la mujer de interés de los Perasi, me hace más grande. Porque entonces, comprendo porque soporté todo y era para estar viva cuando esto sucediera. Porque entonces, mi padre no encontrará a la pequeña débil que no entendía lo que sucedía, si no, una mujer que los golpes de la vida la hicieron más fuerte. — Aquí estoy, mi p
Toda esperanza de que mi vida fuera mejor ahora que mi padre ha aparecido, quedan en el olvido porque le hombre que selló mi magia, no es capaz de quitar el sello. Esto solo me hace pensar que mi vida en la, tierra, es más terrible de la que pensé que sería. Entonces, ¿Dónde está la clemencia de los cielos? Comprendo que cometí un pecado que pudo arruinar el acuerdo de paz entre los dos mundos, pero, ¿es para tanto? ¿Realmente debo pasar por tantas cosas? — No puede ser. — susurro. — Lo bueno de todo esto es que ya no eres la mujer frágil de antes. Tu cuerpo ha soportado mucho e incluso, me atrevería a decir que eres tres veces más fuerte de lo que pensé que serias. — Lógicamente soy más fuerte que antes, después de todo, ya no soy una niña. — No me refiero a tu fuerza física, si no, a la fuerza de tu espíritu, Kwan. — Llámame Elise, por favor. Ahora siento extraño ese nombre. Mi padre suspira profundo, mira hacia la pared que Reymond golpea y moviendo la mano, hace que aparezc
Todo resentimiento hacia el hombre que por tanto tiempo admire, me da varios besos perdonándome por haber desconfiado, aunque el único motivo que tenia de hacerlo, fue cuando no me acompañó al destierro.‘Yo cometí el error, pero, fui descarada al esperar que mi padre me acompañara en un castigo que él no merecía.’ Me digo mentalmente.— Padre…— Dejemos de lado lo que pensaste o hiciste, ahora es momento de pensar en el ahora, ya que, no sabemos cuándo van a intervenir. — dice mi padre volviendo al aspecto físico con el que lo conocí en el mundo humano.— Pero…— Debo esconder mi aspecto físico y todo lo que demuestra que no pertenezco aquí para que no se den cuenta de lo que estoy haciendo. Pero, tú ya no necesitas ocultar quién eres.>> Tomaron una decisión irreversible, ahora tenemos que hacernos cargo de como vivirás a partir de ahora, hija. Porque lo que menos tienes es tiempo y no quiero que lo desperdicies con seres que no saben ser agradecidos.Miro a Reymond, quien comienza
Mi mente parece hacer corto circuito por la nueva información que no creí que me darían, pero, tal parece que es verdad. Por eso, miro hacia mi padre y me acerco a él intentando comprender que es lo que sucede. Es entonces cuando me doy cuenta de que mi rostro es el mismo de cuando era la diosa Kwabe. Así que, llevo mis manos a mi rostro, intentando sentir con mi tacto los pequeños lunares en mi rostro o la forma de mis labios. — Padre… ¿Por qué mi rostro está así? — Te lo dije, hija, ya no es necesario ocultar tu verdadero rostro. Hacerlo no va a ablandar el corazón de esos seres. Así que, levanta la cabeza y sigue adelante, porque la mejor forma de vengarte de ellos es así. — dice mi padre. — ¿Qué le pasa a mi padre? — pregunto mirando al señor Maximus, porque mi padre muestra dificultad para respirar. — Cada vez que un dios desciende a la tierra es para pasar pocos minutos entreteniéndose con las ocurrencias de los humanos o porque tienen que pagar el precio de cometer errores