Después de esa noche de viernes, todo cambió, definitivamente. El lunes siguiente, Arthur se quedó en casa durante la mañana, hizo que sus abogados fueran a la casa y los atendimos en la oficina.—Señores, buen día, gracias por venir tan temprano.—Señor Brown, no hay problema— comentó Natanael amablemente —Díganos en qué podemos ayudarlos.—Necesito que…— Arthur me dio una mirada fugaz —Asesoren a Ivanna en todo lo relacionado a su unión en los negocios. Como sucedió el viernes pasado, Ivanna firmó y ahora es mi socia en partes iguales en todos los negocios. Como yo no puedo desatender las empresas, necesito que ustedes, junto a Lucía, mi secretaria, habiliten la oficina que está al lado de mi oficina, en la empresa, y que esté lista para mañana a primera hora, y que eventualmente, ustedes le enseñen todo a Ivanna. Yo también lo haré, pero esta semana tengo varias reuniones, por lo que, me será difícil estos días, y los necesito para que la integren lo más rápido posible— ¿Lucía, su
Siete años después…Estaba sumida en mis pensamientos, mirando por la ventana que formaba una pared en mi oficina y que me mostraba todo el centro de la ciudad. El día estaba gris, como mi vida en esos días. Para ser el último viernes de enero, estaba muy feo. No paraba de pensar en la semana anterior, en esos siete hermosos años de matrimonio, en todos los momentos que habíamos vivido con Arthur y nuestra familia. Me sentía nostálgica. Me sentía triste. Pero era imposible que estuviese todo el día en ese estado anímico. Debía ser fuerte... Por un segundo, agradecí que la oficina de Arthur y la mía estuviesen separadas por una pared de concreto, así él no me veía estar pensativa. El resto de la oficina era toda de vidrio, pero esa pared, entre él y yo, era mi salvavidas cuando quería perderme en mis pensamientos.La apertura de la puerta de mi oficina me sacó de mis pensamientos, volteé y vi a Arthur entrar con esa sonrisa que me encantaba y me desarmaba completamente.—Hola, cariño,
El inicio de la semana siguiente fue extraño. El lunes, Arthur despertó de muy mal humor. No sabía qué le ocurría. Algo lo preocupaba, pero no sabía qué. Estuvo todo el día con un humor de perros. El martes, me sentía rara. Como cuando tienes un presentimiento, pero aún no te das cuenta de que realmente es un presentimiento, hasta que pasa algo malo. Solo me había sentido una vez así en mi vida y fue cuando mi madre murió. En la tarde, Arthur me citó en su oficina. La sorpresa que me llevé cuando vi a los abogados sentados en la mesa de reuniones que tenía Arthur en la oficina. Lo primero que pensé, fue que Arthur se quería divorciar de mí. Pero deseché esa idea cuando lo vi acercarse a mí con una sonrisa hermosa, pero algo extraña, para darme un beso en los labios.—Cariño, gracias por venir.—Arthur, no es como si trabajáramos en los extremos del país.—No seas irónica, Ivanna. Siempre te extraño. Todo el día, a cada momento— me soltó el rostro y caminó hacia la silla que estaba a s
Llegué a la sala de urgencias antes que ingresaran a Arthur. Fueron los minutos más largos de mi vida. El miedo que sentía en ese momento era peor que todos los episodios de miedo que había tenido en la vida. No sabía con exactitud cuántos minutos se habían demorado, pero cuando los vi entrar corriendo, sentí que mi mundo se desmoronaba. En la camilla iba Arthur, inconsciente, con una mascarilla de oxígeno y los paramédicos gritando como locos, enfermeras corriendo tras la camilla, Milly y Henry corriendo hacia mí, y yo estática, viendo cómo se llevaban al amor de mi vida y desaparecían tras una puerta que decía “prohibido el paso, solo personal autorizado”.Estaba en shock y no sabía cuánto tiempo había pasado, cuando vi que Milly me abrazó y mis ojos se llenaron de lágrimas. No entendía nada. Esa mañana, él tenía hora con el doctor a las once y cuando me despedí de él, estaba bien. Muy dormido, pero bien. Logré salir del estado de shock y miré a Milly, tomándola de los brazos.—Mamá
Seguía sin saber cuánto tiempo llevaba al lado de Arthur, cuando entraron sus hermanos y sobrinos, continuando con la ronda de llantos, abrazos y súplicas hacia Arthur, para que despertara. Yo solo acariciaba su brazo y le daba besos en su frente, pensando que el calor de mis besos, lo despertaría en algún momento. Tenía una semana, era tiempo suficiente para lograr que despertara a como diera lugar. En algún momento, pensé que los abogados habían hecho una petición especial al hospital, porque en la habitación había muchas personas. Los miré a todos, mis cuñados, mis sobrinos, los abogados, Milly y Henry y mis amigas, quienes, cuando llegaron, le hablaron enojadas a Arthur para que despertara, diciéndole que no las podía dejar solas en ese mundo tan cruel, mientras se abrazaban las tres. Yo no quería que nadie me tocara ni me sacara del lado de mi Arthur. Debían haberlo deducido solos, porque nadie me habló, ni tocó, ni trató de sacarme de su lado. Me sentía ida, me sentía perdida, n
Esa noche no quise dormir. No podía sabiendo que, al día siguiente, no vería el rostro de Arthur nunca más ¡Mierda! Es que lo amaba tanto, tanto, que me desesperaba no verlo más. Esa semana había sido especial, logré disfrutar a Arthur todo lo que pude. Jamás me despegué de su lado y sabía que él, dentro de su estado de inconciencia, lo agradeció. Sabía que debía dejarlo ir, pero seguía con una leve esperanza de que despertara y me dijera que todo estaría bien, que podíamos seguir con nuestra vida juntos y que podría ver sus ojos celestes caribe por siempre.—Arthur, es la última noche, por favor, despierta. Te amo, te amo tanto que duele. Me duele el alma y el corazón. Te necesito a mi lado. He sido fuerte estos días por ti, pero no sé cuánto más podré aguantar. Esta pena me está comiendo viva. Dame una señal por favor. No te quiero dejar ir, dime que estarás bien, que despertarás, que te pondrás bien…Esperé lo que parecieron horas, pero sabía que eran solo minutos interminables.—M
Salimos del hospital, por una salida especial para esos casos, pero dejando atrás las miradas del doctor y de las enfermeras que se despidieron de Arthur a su manera. Salí de ahí, dejando mis penas y sentimientos cargados en esa habitación. Solo esperaba que Arthur me siguiera y no se quedara rondando en ese lugar. Quería que estuviese a mi lado siempre.Me subí al auto, al lado del chofer. Los tipos se fueron en otro auto, porque no alcanzaban en la carroza y salimos rumbo a la iglesia, donde lo velaríamos. Por orden expresa de Arthur, no quería que lo velaran en nuestra casa. Entendí que era, porque para mí sería triste llegar a casa y ver el lugar, donde sea que colocaran su ataúd en caso de que su muerte sucediera. En el fondo se lo agradecí. No estaba preparada para eso. Menos ahora que lo estaba viviendo en carne propia. Durante el trayecto, iba recordando los días previos. Sus dolores de cabeza, su mal humor ¡Mierda! Cómo no me había dado cuenta. Era mi culpa, pero en el fondo
Cuando los vi marcharse, recordé de quiénes se trataba. Sabía que los conocía ¡Sabía quiénes eran! Eran los padres de Anna. Nunca los había visto en persona, solo en fotografías que Arthur conservaba en un rincón de la oficina de la casa, así que, sabía perfectamente quiénes eran ellos. De seguro habían ido a reírse de la muerte de Arthur, estaba segura. ¡Malditos viejos! Habían pasado diecisiete años y seguían odiándolo. No debían estar presentes en ese momento. Yo no tenía la culpa de lo que le había pasado a Anna, no deberían haber ido y mucho menos mirarme a la cara. Anna había tenido a Arthur muchos más años que yo. Yo solo lo había disfrutado siete cortos años. Deberían estar agradecidos. En un momento, mi rabia me nubló la razón, porque comencé a caminar en dirección hacia donde ellos iban caminando, pero sentí un agarre en mi brazo. Era Henry. Su mirada de confusión me hizo enojar más. Miré hacia el lugar por donde habían caminado los viejos, pero ya no había nadie ¡Cobardes!