-9--LÍA-Debo admitir que nunca esperé sentirme nerviosa, pero sí, ahí estaba, sosteniéndome como una anciana de la andadera porque buscaba algo para usar en mi armario, aprovechando que Emmet y Crisálida jugaban a los jardineros y tenía completa visualización del par instalado en el patio, decidí juntar mis fuerzas y, para suerte divina, las piernas decidieron responder un poco a los llamados desesperados que le hacía. Ahora hacía muecas, observando con nostalgia la ropa que antes utilizaba. Los trajes que llevaba a juicios, las faldas tubo que utilizaba en mis clases universitarias en donde instruía a personas de mi edad, mayores y menores, y estos me observaban con atención. Los vestidos casuales hacían que los ojos se me llenaran de lágrimas, anhelando aquellas veces en las que podía darme el gusto de asistir a una fiesta, algún evento, apertura o inauguración de locales fabulosos y bailar con algo de ayuda del deshinibidor número uno: el alcohol. Mordí mi lengua, furiosa conmigo
-LÍA-Molesta, ansiosa, ofendida, triste, yo…Yo quizás debería dejar de sentirme cómo víctima y admitir, sólo un poco, que es muy probable que, con mi actitud, haya ofendido a Emmet.“–Bien, Lía, perfecto. Por mi sigue hundiéndote en tu nube de autocompasión hasta ahogarte”Un vacío en el fondo de mi pecho se hizo aún más grande al recordar su voz herida. Yo lo había causado.Soy una orgullosa, y ese orgullo no me permitió esperar fuera de su habitación hasta que saliera para disculparme por mi actitud, para explicarle por qué me encontraba tan frustrada, lo mucho que me dolía no tener las fuerzas necesarias para valerme por mi cuenta, el cómo jugaba con mi psiquis mi propio cuerpo que se negaba a pertenecerme, que bien podía mantenerme sobre mis piernas unos minutos u horas antes de que estas decidieran por su cuenta. ¿Cómo le explicas a alguien que toda su vida ha visto colores lo horrible y oscuro de la mórbida negrura que incluye la ceguera? ¿Cómo le hago sentir lo que llevo por
–Es difícil, ella… Ella está muy dañada. –fruncí el ceño y aclaré mis palabras antes de que Paco hablara– No hablo de su físico, me refiero a su mente, Lía se odia tanto que es agotador hacerle entender que vale mucho más de lo que piensa. –Eso es porque Lía se ha preparado durante mucho tiempo para morir, Emmet. ¿Recuerdas lo que te llevó hasta ella? ¿Recuerdas que está en proceso la decisión de acabar o no con su vida de una forma respetuosa e indolora? –Paco hablaba con tranquilidad mientras daba una que otra fumada a su cigarrillo apestoso– Va a ser una tarea muy difícil que la saques de ese pozo de miseria y, por mucho que cueste aceptarlo, tú solo no puedes, amigo. Si es que ni sus padres han podido durante todo este tiempo. Hice una mueca, estaba de acuerdo. Era una tarea muy difícil para una sola persona, sobre todo si quien debía ser salvado se negaba a salvarse. –¿Qué es lo que puedo hacer? –expusé mi gran interrogante en voz alta. Paco pisó la coleta de aquel cigarrillo q
Alcé la vista buscando a esos ojos verdosos llenos de dulzura. –Emmet– murmuré su nombre y por un instante olvidé la presencia de Cris y de papá. Éramos sólo él y yo. –Emmet, lamento mucho haberte dejado plantado, yo… No quería que me vieras de ese modo. Te he mostrado mi peor versión desde el primer momento y no te lo has merecido. Eres un buen hombre, amable, dulce, generoso y yo… Yo tengo muchos errores, muchos más de los que cualquier persona tendría –me reí con nerviosismo– Quiero que sepas que planeó cambiarlos, tienes razón y agradezco que me abrieras los ojos con tus palabras.–Lía, no lo tomes a mal, nunca quise herirte, lo siento, yo– le sonreí a Emmet y él guardó silencio, se veía apenado y volví la vista al resto.–Quiero decirle a los tres que… Quiero mejorar –alcé la barbilla cuando sentí un impulso de bajarla y desviar la mirada. Era lo suficientemente fuerte para esto y para todo lo que vendría además– Yo… Yo planeo hablar con un psicólogo y…–suspiré– Quiero mejorar.
–LÍA– Cuando Emmet me besó entonces fue cuando una explosión de inmensa energía recorrió mi cuerpo fluyendo desde lo más profundo de mi ser. Era como si algo se expandiera calentando mi interior, sus labios eran suaves y se sentían posesivos sobre mí, aún así parecía tener extremo cuidado y eso sólo me hizo sentir confort. Se preocupaba por no hacerme daño, tontamente quizás, pensaba que de algún modo él podía hacerme sentir dolor. Un error garrafal cuando se trataba de quien parecía ser mi medicina más efectiva. Hundí mis manos en su cabello acariciando la suave piel tras el cuello. Un suspiro escapó de mi boca y mantenía los ojos cerrados mientras su respiración se hacía aún más pesada. Él estiró la mano para cerrar el espacio entre ambos apoyándose sobre el cabezal de la cama y cuando su lengua jugó con la mía un escalofrío que hacía mucho tiempo me atravesó. Un gemido lastimero escapó de mi boca, Emmet se detuvo mirándome con atención, pensaba que me había hecho algún mal. El ú
–LÍA– Emmet entró a mi habitación con las manos ocupadas, intenté despabilarme mejor, Cris había entrado hacía un rato y dejó un vaso de agua templada sobre mi mesa que no dudé en tomar junto con abrir los ojos. Sabía que había tenido fiebre, o eso pensé. Esa mujer tenía un lado mágico al que siempre le había respetado. Nunca me había podido salir con la mía sin que ella se diera cuenta y terminara siendo mi cómplice, o mi verdugo. –Buenos días– mi voz sonaba pastosa y agradecí haber tomado agua antes. –Buenas tardes, quizás– bromeó. En ese momento volteé la vista al reloj digital sobre la pared de enfrente a mi cama, me di cuenta de que faltaban unos minutos para que fuese mediodía. Vaya, sin duda me rendí. –Lo lamento– dije sin saber por qué me disculpaba. Emmet se rió mientras se acercaba a mí. –¿Descansaste? –asentí y me miró por un momento –¿De verdad? Tienes ojeras, Lía. –Bueno, debe ser porque dormí demasiado, suele pasar– me excusé. –Desde que llegué aquí sólo te has des
–¿Quién eres, Lía? No pude evitar reírme con nerviosismo. ¿Quién era? Es una pregunta que ni siquiera tiene sentido, quiero decir, es mi psicóloga, ¿No? Se supone que sabe quién carajos es el paciente que le paga por hora, al menos eso supongo. –¿Qué? Yo… Soy Lía, Lía Clarkson. Me sentía aún más tonta que ella especificando de ese modo. La mujer, de unos treinta y ocho años, con cabello claro pero de un modo natural y muy abundante, con gafas de una forma bonita que le daban a su regordete rostro un toque de inocencia y ternura, me sonrió con suficiencia. –Lo sé. Pero ese sólo es tu nombre, quiero saber quién eres tú realmente. Sé que puede sonar tonto, pero creéme, es algo muy importante. Nuestra tarea aquí es entender tu depresión y los nudos dentro de las raíces que la atan a ti. Para esto, lo más importante es identificar. Identificar cada punto, patrones, pensamientos, y todo esto sucederá luego de identificarte a ti. Intentaba entender sus palabras y siendo del todo honesta
El señor Clarkson se marchó tras merendar junto a nosotros un pastel de frambuesas que Crisálida horneó sabiamente. Su esposa le había llamado y percibí la indiferencia en la cara de Lía. –¿Puedo preguntarte algo con el riesgo de sonar entrometido? –le pregunté mientras llevaba un trozo de pastel a su boca. Sus mejillas estaban sonrosadas y aunque era claro que no necesitaba que la alimentara, me complacía mucho hacerlo. Por supuesto que me animé cuando quedamos solos, aún no me atrevía a decirle al hombre que me dio trabajo lo flechado que me sentía hacia su hija.–Podrías preguntarme lo que quisieras y aún así te lo respondería –respondió con honestidad mientras masticaba y mis ojos se iban a sus labios tintados con los frutos rojos. –Dispara– me animó.–¿Qué hay con tu mamá?-- Ella arqueó una ceja de forma casi perfecta.–¿Eh?–Sí, ¿Por qué ella no… No es cómo tu papá?-- llevé otro trozo de postre a su boca y ella se tomó el tiempo para responder mientras masticaba con calma. Lo