CAPÍTULO 80: ACORRALADA

CAPÍTULO 80: ACORRALADA

Hazel

Los cuatro lobos se ciernen sobre mí, sus gruñidos profundos y las sonrisas torcidas en sus rostros me dejan claro que disfrutan esto. Mi respiración es pesada, pero no retrocedo. Mi cuerpo tiembla, pero no de miedo sino de pura adrenalina. Mi loba clama por seguir peleando, por defendernos, aunque estoy empezando a sentir el agotamiento en cada músculo.

—Mírala —dice uno de los lobos, el más corpulento de todos con una mueca burlona mientras se acerca más—. No parece tan impresionante ahora, ¿verdad?

—No es más que una desgracia andante —gruñe otro—. ¿Qué demonios vio Erik en esta cosa?

Mis ojos se estrechan, y la furia y el dolor arden en mi pecho.

—¿Eso es lo mejor que tienen? —les escupo con una actitud desafiante—. ¿Insultos baratos?

Los lobos se detienen por un segundo, sorprendidos, pero luego ríen, una risa fría que me hiela los huesos.

—No te preocupes, Hazel —dice uno con un tono malicioso mientras sus garras brillan bajo la luz tenue del bosque
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